Opinión
Lo peor de la pandemia ha quedado atrás. Alegrémonos. Se nos dice, que algunas partes del mundo están volviendo lentamente a la normalidad.
Aunque podemos debatir el significado de la palabra «normal», en aras de este artículo, definámoslo como el tiempo antes de que el COVID-19 detuviera el mundo en seco.
Sin embargo, es bastante preocupante que millones de personas simplemente no quieran renunciar a la idea del uso de la mascarilla obligatoria y las vacunas obligatorias. De hecho, parece que muchos quieren que usemos mascarillas para siempre. La pregunta, sin embargo, es ¿por qué? ¿Por qué alguien querría vivir en un entorno así, especialmente si no hay absolutamente ninguna necesidad de vivir de esta manera?
En el Reino Unido, según la encuesta más reciente de Ipsos MORI, a una «gran mayoría» (64 %) de las personas les gustaría que las mascarillas «siguieran siendo obligatorias en las tiendas y en el transporte público» hasta que el COVID-19 «esté controlado en todo el mundo». Mientras tanto, el 40 % está a favor de que las mascarillas «se usen en las tiendas y en el transporte público de forma permanente [el énfasis es mío], independientemente del virus en sí». Más de un tercio (35 %) de los encuestados están a favor de las [de nuevo, el énfasis es mío] cuarentenas de 10 días. Casi la mitad (46 %) de los encuestados están a favor de que los pasaportes de vacunas «se conviertan en una necesidad permanente». Un preocupante 34 % apoya a las medidas obligatorias de distanciamiento social de por vida. Un asombroso 56 % apoya el uso de apps de rastreo de contactos hasta que el virus esté bajo control en todo el mundo, mientras que el 36 % está a favor del rastreo de contactos permanente. Una cuarta parte de los encuestados está a favor del cierre definitivo de clubes nocturnos, pubs y casinos. Uno de cada cinco apoya el toque de queda obligatorio a las 10 p.m., nuevamente, de por vida. Es importante señalar que Ipsos MORI «entrevistó a una muestra representativa de 1025 adultos británicos de entre 16 y 75 años». Dichos subconjuntos tienden a reflejar con precisión las características de un grupo más grande, en este caso, el pueblo británico.
Los resultados son alarmantes y desconcertantes. ¿Por qué tantos británicos están dispuestos a vivir de esa manera? Y lo que es más importante, ¿por qué quieren que otros vivan de esa manera?
El punto de «hasta que el virus esté bajo control en todo el mundo» es interesante, por no hablar de engañoso. Es posible que el virus nunca desaparezca, lo que significa que existe una alta probabilidad de que nunca esté «bajo control», sea lo que sea que signifique realmente «bajo control». La búsqueda del ‘Covid cero’, como hemos visto en Australia y Nueva Zelanda, es un juego de tontos, por no mencionar peligroso.
Al otro lado del charco, en Estados Unidos, también se pueden encontrar muchos alarmistas. A inicios de este año, en un artículo para la revista New York Magazine, Eve Peyser entrevistó a varias personas a favor de la «mascarilla para siempre». Estas personas, como probablemente pueda ver, creen no solo en la eficacia de usar mascarillas, sino en la necesidad de usar mascarillas de por vida. Vivir sin usar una mascarilla, argumentan, es coquetear con la muerte. A lo largo del artículo, el neuroticismo es palpable. Según el autor, un «hilo común entre estos enmascaradores para siempre» es la «preocupación genuina» por infectar a otras personas. Aunque los entrevistados parecen tener plena fe en sus convicciones, varios estudios han cuestionado la eficacia de las mascarillas quirúrgicas y de tela. Cuando se trata de prevenir la propagación de virus dañinos, incluido el COVID-19, parecen ser de poca utilidad. En abril del año pasado, la Organización Mundial de la Salud emitió un comunicado que desaconsejaba a las personas sanas a usar mascarilla. Sin el apoyo «de las pruebas actuales», el uso de mascarillas «conlleva a incertidumbres y riesgos críticos», se lee en el comunicado.
En el artículo de la revista New York Magazine, Lina Perl, psicóloga clínica licenciada, advirtió que la pandemia ha resultado en una especie de «trastorno de ansiedad» generalizado. Aunque el uso de mascarillas ya no es una necesidad médica, este «comportamiento de seguridad» se ha convertido en una parte integral de la vida de muchos estadounidenses. Esto es muy peligroso. En las propias palabras de Perl, uno «puede desconectarse del peligro real» muy rápidamente. Ella tiene razón.
Al igual que el masoquismo, donde las personas obtienen alegría de actividades dolorosas o tediosas, estamos siendo testigos de un nuevo tipo de «–ismo». Yo lo llamo «mascoquismo». Hoy en día, millones de personas en todo el mundo obtienen una especie de placer perverso al usar mascarillas, incluso si no hay absolutamente ninguna necesidad de usarlas, e incluso si hacen más daño que bien.
En el Reino Unido y Estados Unidos, el deseo de la gente de ocultarse indefinidamente, sostengo, es sintomático de una patología más profunda. Somos en gran medida producto de nuestra cultura. El medio cultural en el que nos encontramos dicta nuestra forma de pensar. Como he comentado antes, ahora domina una cultura del miedo. Debido a esto, muchos tienen miedo de abrazar la libertad. En palabras de la autora Heather Marsh, «estamos en una prisión de nuestras propias mentes sujetando nuestras propias cadenas a nuestro alrededor. Creamos a nuestros oligarcas y luchamos por su derecho a oprimirnos». Una cultura sumisa es peligrosa.
Según una encuesta muy reciente de Axios-Ipsos, el 10 % de los estadounidenses cree que nuestras vidas nunca volverán a la normalidad. Ahora, imagine por un segundo que este 10 % es representativo de la población estadounidense en general. Eso es mucha gente. Un número considerable de estas personas probablemente ocupen posiciones de importancia e influencia, incluidas la docencia y la política. Quizás estén involucrados en decisiones políticas. Probablemente tengan hijos. ¿Se están criando estos niños en un entorno donde reinan los miedos irracionales? ¿Cómo afectará esto a su desarrollo?
Resulta bastante inquietante, que demasiada gente se niegue a aceptar el hecho de que las cosas están mejorando. La progresofobia es muy real; también es muy peligrosa.
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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