Nuestros dragones invisibles: Aprender a vencer la ansiedad

La preocupación acumula los problemas de mañana sobre los problemas de hoy

Por JEFF MINICK
19 de octubre de 2022 11:50 AM Actualizado: 19 de octubre de 2022 11:50 AM

«¿Qué, yo me preocupo?» era el lema del ficticio Alfred E. Neuman de la revista Mad, cuya imagen infantil se convirtió en el logotipo de la revista. El dibujante Harvey Kurtzman, que ayudó a desarrollar el logo, comentó que el suyo era «un rostro que no tenía ninguna preocupación en el mundo».

En realidad, pocas personas más allá de los 18 años tienen caras despreocupadas, y a los 25 años, aún menos adoptarían el «¿Qué, yo me preocupo?» como principio fundamental de la vida. «El mundo es demasiado para nosotros», escribió William Wordsworth, y para la mayoría de nosotros es un hecho. A diferencia de Neuman, nosotros nos preocupamos.

Algunas de estas preocupaciones son fáciles de eliminar. Cuando llevamos el carro a revisión, hacemos que el mecánico compruebe el aire de la llanta de repuesto. Si tememos olvidar el cumpleaños de un amigo, lo marcamos en un calendario o lo anotamos en nuestro teléfono.

Pero estas pequeñas angustias no son los miedos que nos marcan las líneas de tensión en la frente o nos mantienen despiertos hasta altas horas de la noche. No hay una solución rápida para esas voces en nuestra cabeza, los susurros de preocupación y la imaginación que se disparan. Son terrores de la infancia ─monstruos bajo la cama, fantasmas en el ático─ transformados en dragones para un público más maduro. El estudiante de medicina está seguro de que va a reprobar su primer examen de cálculo en la universidad; la embarazada de 28 años está muy preocupada por ser una madre terrible; a pesar de su ejemplar historial, el vendedor de software está aterrorizado cada día por no estar a la altura y acabar desempleado.

Pero hay buenas noticias: Varios investigadores descubrieron que la mayor parte de las cosas que nos preocupan y nos hacen desfallecer nunca se hacen realidad.

En «¿Con qué frecuencia se hacen realidad tus preocupaciones?» Seth Gillihan informa sobre un estudio realizado en la Universidad Estatal de Pensilvania, en el que los sujetos llevaron la cuenta de sus preocupaciones a corto plazo. Todos estos participantes, por cierto, padecían un trastorno de ansiedad general. ¿Los resultados? El 91 por ciento de sus temores nunca llegaron a materializarse. Y de esas preocupaciones que sí se hicieron realidad, un tercio de ellas indujeron menos estrés del previsto. Estos resultados, señala Gillihan, son ejemplos de lo que algunos investigadores llamaron «engaños de la preocupación», los escenarios que representamos en nuestra mente y que normalmente nunca aparecen.

La preocupación por el futuro tampoco es necesariamente algo malo, al menos cuando se mantiene a raya. La preocupación puede darnos tiempo para elaborar estrategias sobre posibles resultados, para considerar opciones y tácticas en caso de que el miedo imaginado se haga realidad, y para armarnos de valor ante el desastre que se avecina.

A veces intentamos superar estas preocupaciones sobre el futuro confiando en los amigos. Una palabra amable, un buen consejo, una palmadita en la espalda ─y en ciertas circunstancias, un llamado de advertencia─ pueden ser útiles. Cuando Douglas MacArthur fue a hacer los exámenes para entrar en West Point, pruebas para las que había dedicado meses de preparación, tenía tanto miedo al fracaso que se sentía físicamente enfermo y quería abandonar y volver a casa. Con sus palabras de ánimo, su madre alejó esas dudas, y MacArthur acabó superando con creces a los demás candidatos. Ingresó en la Academia, destacó como cadete y llegó a convertirse en uno de los generales más famosos de la historia de Estados Unidos.

Se pueden encontrar otros consejos para combatir la preocupación en Internet. Busque en Google «Cómo no preocuparse por el futuro» y aparecerá un batallón de sitios web con sugerencias que van desde el optimismo aprendido hasta ejercicios de respiración.

Tal vez el mejor consejo, que aparece en muchas de estas listas, es centrar nuestra atención en las tareas de hoy, o como algunos lo llaman, la atención plena. Salvo graves catástrofes, cuando nos ocupamos del presente, el futuro suele ocuparse de sí mismo.


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