Artículo de opinión
En los primeros días de este siglo, cuando la gente empezaba a bloguear, escribí que con la explosión de Internet y las noticias por cable, con nuestra atención y opiniones siendo azotadas a un ritmo sin precedentes, estábamos viviendo en la «política de los últimos cinco minutos».
Eso fue solo el comienzo. Últimamente, ya bajó a tres o incluso dos minutos. Pronto, será instantáneo. En el tiempo que toma caminar a la cocina por una taza de café, el mundo entero podría volverse al revés y darse vuelta de nuevo.
Además antes que puedas averiguar cómo responder, algo nuevo sucedió. Tu cabeza da vueltas, tienes problemas para pararte, y derramaste el café. (Eso es lo de menos)
En el punto de partida de todo esto, no hace falta decir que especialmente la presencia del presidente Donald Trump, está virtualmente ininterrumpida en Twitter.
El presidente ha sido criticado por sus mensajes en Twitter, en realidad ha sido vilipendiado por ellos durante mucho tiempo, más o menos desde que dijo algo desagradable sobre Rosie O’Donnell… ¿o fue Megyn Kelly?
Su crítico más reciente fue mucho más optimista: el fiscal general William Barr, quien le dijo al presidente que se abstuviera de tuitear sobre casos criminales. Eso había dificultado el trabajo del fiscal general.
Sin duda Barr tiene una razón, aunque uno se pregunta qué es lo que estaba pasando en Sam Hill con la exoneración (después de haber sido citado tres veces por «falta de franqueza bajo juramento» y de haber sido recomendado para ser procesado por el inspector general) del exdirector adjunto del FBI, Andrew McCabe.
Esto contrastó con el tratamiento draconiano de Roger Stone, que probablemente sea encarcelado esencialmente por el delito de ser un fanfarrón tedioso. Si los ridículos mensajes de texto de Stone son realmente criminales, la mitad de Twitter debería estar bajo arresto.
Sin embargo, dándole a Barr su merecido, está claro que hay jugadores más importantes en la mira del Departamento de Justicia (y de John Durham), específicamente, según un informe del New York Times, el exdirector de la CIA, John O. Brennan. Por supuesto, el New York Times no sale a decir eso directamente. El artículo es en realidad uno de los frecuentes intentos del periódico para adelantarse a la curva en cualquier cosa que se vea mal para la izquierda.
Puede ser que todos los alborotos de la semana pasada sean mero ruido en comparación con lo que está por venir (la excepción es la reconsideración de la declaración de culpabilidad de Michael Flynn, y eso vino de Barr). No es de extrañar que el Huffington Post piense que Barr y Trump están confabulados. En realidad, no tienen por qué.
Pero volviendo al presidente y sus «indecorosos» mensajes de Twitter. Disculpe mi vulgaridad, pero no puedo estar de acuerdo con esos grandes ejemplos de decoro que le instan a dejar o reducir sus tuiteos. Yo digo, siga adelante, Donald.
La razón es simple. El no tiene elección.
No tiene otro lugar donde ir, en realidad. La mayoría de los medios de comunicación (los principales periódicos, las cadenas y todas las noticias de cable, con la excepción de Fox, que no siempre es fiable) están alineados en su contra. De hecho, como todos sabemos, lo han querido fuera de la oficina desde antes de que la tuviera.
Ni siquiera The Wall Street Journal le da un trato justo en sus portadas, que son poco diferentes de las de The New York Times y The Washington Post. Todos se basan en nefastas filtraciones anónimas destinadas a derribar al presidente.
¿Cómo, aparte de Twitter, puede él realmente hacer que su mensaje salga como él quiere?
Ahora, puede que quiera hacerlo un poco mejor, elaborar sus tuit con un poco más de cuidado y aprender cuándo mantener pólvora seca tal vez leer o releer a Sun Tzu y Maquiavelo, que son mucho mejores estrategas políticos que cualquiera que haya aparecido en los últimos años, incluso Karl Rove o James Carville.
¿Pero quién soy yo para hablar? Uso Twitter de la manera más desgarbada para un escritor profesional. Es vergonzoso la poca atención que le presto a lo que hago allí y cuántos errores de escritura hago. (¡Ruego autocorrección!)
Twitter, para mí, es una parada sin cerebro en la que me avergüenzo de perder el tiempo, pero obviamente no soy el presidente. Nada de lo que digo es muy consecuente al final. Todo lo que él dice sí lo es.
Sí, admito que a veces cuando leo sus Twitter quiero gritar: «¡Cuidado abajo!». Pero luego, después de un tiempo, nada malo parece suceder. Deberíamos tenerlo en cuenta la próxima vez que pensemos que un Twitter presidencial es el fin del mundo. O incluso que vaya a perder sus votos. No lo es.
¿Además de qué otra forma el presidente va a seguir la «política de los últimos cinco minutos»? Er… dos minutos.
Roger L. Simon, analista político de The Epoch Times, es un novelista premiado y guionista nominado por la Academia. Su último libro, «The Goat», está disponible en Amazon.
A continuación
Institutos Confucio: el caballo de Troya chino amenaza a la libertad global
Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
Cómo puede usted ayudarnos a seguir informando
¿Por qué necesitamos su ayuda para financiar nuestra cobertura informativa en Estados Unidos y en todo el mundo? Porque somos una organización de noticias independiente, libre de la influencia de cualquier gobierno, corporación o partido político. Desde el día que empezamos, hemos enfrentado presiones para silenciarnos, sobre todo del Partido Comunista Chino. Pero no nos doblegaremos. Dependemos de su generosa contribución para seguir ejerciendo un periodismo tradicional. Juntos, podemos seguir difundiendo la verdad.