Orientación sobre la política de inmigración de EE.UU.

Por Milton Ezrati
14 de agosto de 2021 7:55 PM Actualizado: 11 de julio de 2023 3:29 PM

Comentario

Aunque los nacidos en el extranjero se convierten en una parte cada vez mayor de la población estadounidense, la política de inmigración de Washington parece cada vez más confusa y contradictoria.

El gobierno mantuvo cerrada la frontera norte con Canadá durante mucho tiempo y repatrió rápidamente a los refugiados cubanos, dondequiera que los encontrara, de vuelta a su «paraíso» comunista.

Mientras tanto, la frontera sur con México y, por extensión, con toda Centroamérica, parece estar abierta y cerrada al mismo tiempo, pero ciertamente muy peligrosa.

Lo que la administración espera conseguir con esta mezcolanza es, en el mejor de los casos, turbio. Tanto los ciudadanos extranjeros como los nativos y los residentes de este país se merecen algo mejor. Dos trabajos académicos recientes quizá puedan orientar sobre la forma en que el país podría tratar de forma coherente a los recién llegados, para mejorar sus perspectivas económicas y las de la nación en su conjunto.

El primero de estos estudios, realizado por C. Arkolkis, S.Y. Lee y M. Peters, aunque reciente, examina una experiencia del pasado más lejano: La inmigración europea entre los años 1880 y 1920. A pesar del tiempo lejano utilizado en el estudio, las conclusiones tienen aplicaciones notablemente actuales. Entre ellas destacan dos. La primera es que la inmigración, en general, fue muy beneficiosa desde el punto de vista económico. Su sofisticado análisis estadístico determina que la economía de Estados Unidos en 1920 habría sido entre un 30 y un 35% más pequeña si no hubieran llegado las oleadas de inmigrantes. Los autores lo explican de dos maneras. Una es el efecto de un aumento bruto de la mano de obra del país. Un mayor número de trabajadores, en igualdad de condiciones, supone una mayor producción nacional. Esta conclusión no es sorprendente. La segunda conclusión del estudio es la más interesante. Al correlacionar el número de patentes con el lugar de nacimiento de cada titular, el estudio determinó que los inmigrantes eran considerablemente más innovadores que los nativos. De hecho, los inmigrantes tenían tres veces más probabilidades de tener una patente a su nombre que alguien nacido en Estados Unidos.

Partiendo de este punto, el análisis ofrece otro matiz aún más interesante. La mayor contribución de los inmigrantes a la innovación se produjo solo después de que estos individuos se integraran más en la vida y las prácticas estadounidenses. Los nuevos inmigrantes, según estos estudiosos, no eran especialmente innovadores y obtenían patentes a un ritmo inferior al de los nativos. La sugerencia es que la economía se beneficia más cuando los inmigrantes salen de sus estrechas comunidades y se comprometen con la sociedad en general.

Lo sorprendente es que el segundo estudio, muy diferente en muchos aspectos, llega a las mismas conclusiones. Este estudio, realizado por S. Bernstein, R. Diamond, T. McQuade y B. Pousada, abarca un periodo más reciente, 1976-2012, y se centra en la inmigración altamente cualificada. Entre otras cosas, la investigación muestra que estos inmigrantes relativamente nuevos y altamente calificados hacen su mayor contribución solo después de haberse acostumbrado a la vida americana. Una vez que esto ocurre, contribuyen con un 23% de la producción nacional, muy por encima de su peso del 10 por ciento en la población. Más revelador es que constituyen una parte aún más desproporcionada de las patentes concedidas, un 25% del total. Y representan una proporción aún mayor de lo que los autores describen como «patentes de primer orden», es decir, trabajos innovadores en lugar de modificaciones de trabajos existentes. Hay que señalar que el grupo de inmigrantes que estudian es descrito como «altamente cualificado» y, por lo tanto, debería reunir más patentes que el promedio, nativos o nacidos en el extranjero, pero el punto importante para la política es el mismo que se desprende del estudio anterior, que el compromiso de los inmigrantes con la sociedad en general es un catalizador de la innovación como cualquier cosa que traigan consigo.

Por lo tanto, a efectos económicos, fomentar ese compromiso debería ser un objetivo de la política de inmigración. Ese esfuerzo parece implicar estos elementos: en primer lugar, los términos de la inmigración legal deben ser claros para que los recién llegados tengan una sensación de seguridad que evite que tengan miedo de aventurarse más allá de su comunidad familiar en la parte más amplia de la sociedad; en segundo lugar, esa sociedad obviamente debe ser acogedora; y en tercer lugar, debe animar a los recién llegados a participar en la sociedad más amplia.


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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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