El líder de Nicaragua, Daniel Ortega, está apostando a una «nueva China» en Centroamérica al incrementar la «represión», promover leyes que «extreman las restricciones a las libertades ciudadanas», y descartar unas elecciones libres, justas y transparentes, dijo este sábado el disidente sandinista Edmundo Jarquín.
Según Jarquín, que ha sido candidato a la presidencia y a la vicepresidencia de Nicaragua, «Ortega ha descartado cualquier atisbo de negociación, directa o indirecta» para superar la crisis social, política, económica y derechos humanos que vive el país desde abril de 2018.
A juicio del disidente, la presión nacional y de la comunidad internacional había sido con el objetivo que se establecieran las condiciones para que las próximas elecciones en noviembre de 2021 respondieran a los estándares internacionales.
«Se creía, hasta entonces, que Ortega mantenía el clima de represión, incluyendo a los presos políticos, como cartas en la mano para entonces cederlas en un proceso de negociación conducente a esas elecciones. Pero todo ha cambiado recientemente, según parece», anotó Jarquín, en una declaración pública.
«Y sin que se descarte las elecciones de 2021 que en todo caso serían en condiciones al capricho de Ortega, el incremento de la represión y los nuevos proyectos de ley que extreman las restricciones a las libertades ciudadanas y agregan nueva tipificación de los delitos, conducen a que Ortega ha descartado cualquier atisbo de negociación, directa o indirecta», señaló.
¿Nicaragua sigue los pasos de Cuba y Venezuela?
Para Jarquín, pareciera que Ortega «ha decidido ir de la solidaridad usual con Cuba y Venezuela, a la repetición de los casos de esos países, aunque bajo modalidades singulares de dictadura y totalitarismo para adaptarla a las condiciones de Nicaragua».
Es decir, agregó, «una nueva China» en el corazón de Centroamérica, aunque Nicaragua no tenga «la dimensión continental, poblacional y tecnológica».
«Curiosamente a eso apunta Ortega, por raro que parezca, con esa extraña mezcla de economía de mercado, confusión Estado-partido, proyecto familiar dinástico y cancelación de toda opción pacífica-electoral», consideró.
De seguir esos pasos, dijo Jarquín, «nos enfrentaremos a una pauperización y consecuencias económicas semejantes a las de Venezuela, sin la presencia geopolítica del petróleo».
«Además, ese proyecto político que en últimas terminará en confiscaciones como los embargos, tomas de tierra y prisiones actuales de empresarios, más las amenazas represivas en ciudades y campo, fácilmente revive en la memoria la situación de los años 80 que derivó en una guerra civil», alertó.
«A eso eventualmente nos conduciría Ortega al cancelar la vía pacífica-electoral, sin tener en este caso la solidaridad internacional que en los años 80 tuvo la revolución», añadió.
Por tanto, Jarquín hizo un llamado «a las personas, instituciones como el Ejército y empresarios que se desarrollaron al abrigo del» Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) a «reflexionar en que las consecuencias económicas y de otra índole de la cancelación de la opción pacífica-electoral y de las leyes represivas, no solamente afectarán a la oposición sino a Nicaragua, de la que ellos también forman parte».
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