El fin de semana de Pascua fue encantador en todos los sentidos.
Y, sin embargo, no podía dejar de pensar en la extraña manera en que los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) han desempeñado un papel tan destacado en la ruina de los derechos y libertades de los estadounidenses. Se supone que esta agencia debe hacer un seguimiento de las enfermedades infecciosas y encontrar soluciónes. Este mandato se convirtió en la palanca que les permitió imponer mandatos de cubrebocas en todo el país, una prórroga de alquileres, un cierre de la industria de cruceros, y de otra manera enviar a todo el país a ataques de histeria durante mas de dos años.
Así que se me ocurrió investigar cómo gestionan los CDC las cuestiones relativas a los procesos electorales. Esto es bastante importante en una democracia. Así es como elegimos a nuestros líderes y la forma central en que podemos afirmar que el pueblo tiene cierta influencia sobre el régimen que nos gobierna. Gracias a las elecciones podemos afirmar que somos mejores que el antiguo despotismo o el feudalismo medieval. Nos gobernamos a nosotros mismos a través del voto. Esa es la idea.
Resulta que los CDC tuvieron un papel bastante importante en la orientación de los procesos electorales. No es que usted puede encontrar la evidencia en su sitio web ahora. No, todo ha sido borrado. Sin embargo, si mira en la maquina del tiempo, puede encontrar un pequeño punto interesante. Los CDC recomendaban insistentemente el voto por correo apelando a este como medio de control de enfermedades.
La teoría era que la gente reunida en un colegio electoral sería un evento súper propagador. ¿Qué ciencia citaron para demostrarlo? Ninguna. Que yo sepa, y he buscado por todas partes, no hay ni un solo estudio en ningún sitio que pretenda demostrar alguna relación entre la propagación de enfermedades y el voto en persona. Los CDC se lo acaban de inventar… por la razón que sea.
El día era el 12 de marzo de 2020. Fue el mismo día en que el presidente Trump salió por la noche en la televisión nacional para anunciar que no habría más viajes de Estados Unidos a Europa, Reino Unido y, más tarde, Australia y Nueva Zelanda. Dijo además que todos los estadounidenses que vivían en el extranjero tenían que volver a casa de inmediato o quedarse atrapados.
Fue un anuncio bastante sorprendente. Nunca había ocurrido nada parecido en la historia de Estados Unidos, ni siquiera tan ampliamente en tiempos de guerra. Parecía surgir de la nada, nuestros derechos a viajar eran suprimidos de repente.
Parece que el presidente Trump estaba siguiendo el consejo de sus asesores científicos que más tarde resultaron ser charlatanes. De hecho, parecía extremadamente incómodo haciendo este anuncio, casi como si supiera que era raro y probablemente injustificado. Algo muy inusual.
Resulta que ese mismo día, los CDC decidieron que todo el país debería votar por correo. Entraron en el sitio web y editaron la página ese mismo día y produjeron la siguiente lista de comprobación.
Puede comprobarlo usted mismo en el enlace del Archivo. Hasta ahora, los CDC no han demostrado ser lo suficientemente poderosos como para eliminar también sus rastros de la fuente del archivo, al menos no todavía. Puede que llegue el momento. Si lo consiguen, su papel en la creación del mayor escándalo electoral en cien años podría no haber sido conocido nunca por las generaciones futuras.
Es sencillamente imposible que los CDC no supieran de las incertidumbres y caprichos creados por los votos por correo. Por ese motivo, están prohibidos en la mitad de los países del mundo. Los que los permiten los regulan de forma muy estricta. Hay que solicitar una papeleta. Te la envían a casa. Hay que verificar la identidad. Tiene que tener una buena excusa. Es solo para casos difíciles y nunca la regla.
Fueron los CDC los que decidieron tirar todo eso a la basura. A quién le importa toda la historia de la democracia, porque, después de todo, ¡hay un virus rondando por ahí! Es increíble que esto haya sucedido. Pero igual de increíble es la idea de tirar los derechos de propiedad, que también hicieron. Pero ahí está.
Por supuesto, no podían forzar este resultado. Pero sí que podían respaldar científicamente la idea. También ayudó el hecho de que solo 10 días después, el Congreso de los EE.UU. votara a favor de pagar 2 billones de dólares a los estados, una parte de los cuales se destinaría a aplicar las recomendaciones de los CDC. La mayoría de los estados estaban encantados de hacerlo, una vez más, con pleno conocimiento de que esta estrategia produciría resultados que, en el mejor de los casos, eran incompletos.
Resulta, por supuesto, que fueron los votos por correo los que podrían haber marcado la diferencia en las elecciones, o parecían hacerlo en cualquier caso. Todo se mezcló tanto que es difícil de decir. Y no es que la gente no tuviera señales de advertencia de problemas. La temporada de primarias de aquella primavera y verano produjo un montón de controversias sobre lo que era cierto y lo que no. Hubo más que suficientes controversias en el momento de las elecciones generales.
El punto crucial aquí es que los CDC sobrepasaron masivamente los límites de su mandato al intervenir en los procesos por los que los estadounidenses seleccionan a sus líderes, impulsando decididamente un método que era una fuente conocida de fraude. Los CDC nunca han tenido que rendir cuentas por ello, que yo sepa en ningún caso.
Fueron demandados por la moratoria de alquileres y el monstruoso mandato nacional del cubrebocas. Perdieron ambos casos. Pero no ha habido ningún litigio contra los CDC por perturbar todo el sistema por el que regulamos las elecciones. Uno podría suponer que si una agencia ejecutiva fuera a hacer algo así, habría necesitado el permiso de alguien. Seguramente un cambio tan gigantesco requeriría y debería requerir algo más que un empleado de bajo nivel con acceso para cambiar el texto de un sitio web.
Hablando de eso, ¿quién lo hizo realmente y por qué? ¿No son preguntas interesantes? ¿Por qué nadie se las plantea? ¿Dónde están las investigaciones? ¿Dónde está la indignación?
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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