La inflamación crónica se conoce como el «asesino silencioso» porque no solo es un factor de riesgo potencial de diversas enfermedades, sino que también favorece el crecimiento de tumores, la carcinogénesis, la progresión y la metástasis. Hoy en día, la ciencia médica reconoce que la batalla contra la inflamación y el refuerzo del sistema inmunitario del organismo deben comenzar con una dieta adecuada y la regulación de la temperatura.
La inflamación es una respuesta fisiológica normal iniciada por el sistema inmunitario en respuesta a un daño corporal, que permite a las células reconstruir los tejidos dañados. Sin embargo, a veces puede persistir y hacerse crónica. Con el tiempo, la inflamación crónica puede dañar el ADN celular y alterar el crecimiento y la división normales de las células, lo que a la larga conduce al crecimiento de tumores y al desarrollo de cáncer.
Un estudio publicado en la renombrada revista Immunity en 2019 reveló que la inflamación crónica que induce el cáncer incluye la enfermedad inflamatoria intestinal, la hepatitis crónica, la gastritis inducida por H. pylori y la inflamación de la vejiga inducida por gusanos planos parasitarios. Estas afecciones aumentan el riesgo de desarrollar cáncer colorrectal, de hígado, de estómago y de vejiga, respectivamente. Por otro lado, la inflamación crónica inducida por la obesidad, la hiperglucemia y la acumulación excesiva de lípidos aumenta el riesgo de padecer muchos tipos de cáncer, como el de páncreas, colon y mama, entre otros.
Según un estudio publicado en Cell, hasta el 20% de los casos de cáncer están relacionados con la inflamación crónica, el 30% con el tabaquismo y la exposición a contaminantes (como el amianto) y el 35% con factores dietéticos.
Combatiendo la inflamación para prevenir el cáncer
No existe un método infalible para prevenir la inflamación crónica. Sin embargo, la Sociedad Americana del Cáncer (pdf) ha descubierto que las personas que siguen una dieta y un estilo de vida saludables, limitan el consumo de alcohol y evitan fumar pueden reducir su riesgo de cáncer entre un 10% y un 20%.
Los alimentos de origen vegetal son la principal fuente de nutrientes vegetales antiinflamatorios. Además, son ricos en antioxidantes y fibra, que pueden reducir el riesgo de cáncer. Numerosos estudios indican que una mayor ingesta de ácidos grasos omega-3, especialmente ácido eicosapentaenoico (EPA) y ácido docosahexaenoico (DHA), puede reducir la incidencia de enfermedades crónicas relacionadas con la inflamación. Además de sus propiedades antioxidantes y antiinflamatorias, los ácidos grasos omega-3 pueden regular la homeostasis plaquetaria, reduciendo el riesgo de trombosis. Entre los alimentos abundantes en omega-3 se encuentran las nueces, las semillas de calabaza, el salmón, las vieiras, el aceite de linaza, el aceite de oliva, el brócoli y la coliflor.
La Asociación Americana del Corazón recomienda consumir dos raciones de pescado a la semana, especialmente de pescado graso, siendo una ración de aproximadamente 3 onzas cuando está cocinado, o unos ¾ de taza de pescado desmenuzado. La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) sugiere una ingesta diaria de 250 a 500 miligramos de omega-3.
Los enfoques terapéuticos basados en polifenoles dietéticos para las enfermedades inflamatorias crónicas han llamado la atención por su eficacia y su naturaleza no tóxica. Los compuestos fenólicos se encuentran en cereales, frutas, verduras y bebidas como el té, el café y el vino tinto. El maíz, las cebollas, los tomates, las legumbres, las manzanas, las bayas, las uvas, las fresas, las naranjas sanguinas, las granadas, el ajo y las semillas de cilantro contienen antioxidantes naturales y fibra. En particular, el resveratrol que se encuentra en el vino tinto puede reducir el índice de inflamación del organismo.
Formas naturales de mejorar la inmunidad
El Dr. Toru Abo, reputado profesor emérito de la Universidad de Niigata, Japón, y experto en inmunología, destacó que las células cancerosas prosperan en condiciones caracterizadas por bajas temperaturas, bajos niveles de oxígeno y sangre ácida, lo que favorece su crecimiento en entornos hipóxicos. Además, la baja temperatura corporal puede comprometer la inmunidad del cuerpo.
Nina Ishihara, subdirectora de la Clínica Ishihara, mencionó en un programa de televisión que una baja de 1 C (1,8 F) en la temperatura corporal corresponde a una disminución de aproximadamente el 30% en la eficacia del sistema inmunológico. Aproximadamente el 40% del calor corporal de un individuo es generado por los músculos, y aproximadamente el 70% de estos músculos se encuentran en la mitad inferior del cuerpo. Cuando la temperatura corporal de una persona desciende hasta alrededor de los 35.8 C (96.4 F), se puede aumentar mediante los siguientes métodos:
Ejercicio: Los ejercicios de piernas pueden elevar eficazmente la temperatura corporal. Por ejemplo, se pueden realizar 30 levantamientos de piernas, 30 levantamientos de dedos de los pies y 30 sentadillas al día. Después de una semana de ejercicio constante, la temperatura corporal puede aumentar 0.5 C (0.9 F) y, en un mes, puede aumentar 1 C (1.8 F).
Baño: Un baño tibio también es una forma eficaz de elevar la temperatura corporal. Se puede remojar en agua a 40 C (104 F) durante 10 a 15 minutos. De cinco a seis minutos son suficientes si la temperatura del agua ronda los 42 C (107,6 F).
También es fundamental tener una visión optimista de la vida.
La Dra. Yumi Ishihara, profesora de medicina de la Universidad de Nagasaki y directora de la Clínica Ishihara, compartió un ejemplo. Mientras trabajaba en el hospital universitario del Royal College de Londres, preguntó sobre los sentimientos de 69 pacientes con cáncer de mama. Aproximadamente la mitad de ellos creía que todo había terminado o que su destino estaba en manos de sus médicos, mientras que la otra mitad pensaba que cualquier cosa podía cambiar.
Ellos consumieron jugo de zanahoria y suplementos, practicaron meditación e hicieron ejercicio. Cinco años más tarde, un seguimiento reveló que el 80% de los que creían que todo había terminado o lo habían dejado en manos de los médicos habían muerto, mientras que solo el 10% de los que hicieron todos los esfuerzos por recuperarse habían muerto.
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