La actitud de Estados Unidos hacia Latinoamérica debe cambiar si quiere contrarrestar con éxito la creciente influencia de China en la región, evidenciada una vez más con el establecimiento de relaciones entre Honduras y Beijing, el más reciente entre los numerosos acercamientos de países de la región al gigante asiático.
«No podemos pensar en proponer un plan (para contrarrestar el avance de China) si no reconocemos que el mundo occidental debe cambiar su actitud hacia América Latina y eso significa ante todo revalorizar y repensar cuál es la importancia de América Latina, no solo para Occidente sino de manera global», insistió el político y analista peruano Julio Guzmán.
Para Guzmán, exsecretario general de la Presidencia del Consejo de Ministros de Perú, ese «cambio de actitud significa reconocer que se ha estado dando sentado a América Latina durante 30 años y que el mundo occidental no puede esperar que los resultados de los cambios estructurales que quieren para la región vayan a llegar pronto».
«También significa que tenemos que entender que la política en América Latina en este momento no es la misma que la política en los años 1980s y 1990s», afirmó el también economista, durante un reciente panel de expertos auspiciado por el Centro Hudson, un think tank con sede en Washington.
Guzmán, quien actualmente trabaja como investigador invitado en la Fundación Nacional para la Democracia, subrayó que los políticos y estrategas deben dejar de pensar «que América Latina ha estado congelada todos estos años» y comenzar a ver la situación «de una manera diferente, en base a lo que pasó en las últimas tres décadas».
Influencia que aumenta a paso rápido
De acuerdo a una investigación de otro think tank estadounidense, Diálogo Interamericano, en las últimas décadas, Beijing ha extendido su brazo hacia Latinoamérica a través de una estrategia «hábil» de préstamos multimillonarios a 19 países de la región.
En la lista, en la que resaltan países como Venezuela, Brasil, Ecuador, Argentina, Bolivia, Jamaica, Cuba y México, se puede apreciar la variedad de corrientes políticas en las naciones, por lo que en este caso pesa más lo económico que la afinidad de visiones.
El más reciente de los acercamientos fue el de Honduras, que cortó sus históricas relaciones con Taiwán, aliado de EE.UU. y sobre el que China reclama soberanía; para favorecer a Beijing. La presidenta Xiomara Castro incluso envió a allegados como su hija, la diputada Xiomara Zelaya, a negociar acuerdos con la nación asiática, y anunció una visita presidencial a Beijing «próximamente».
De acuerdo a analistas, la movida de Tegucigalpa tendría principalmente motivos económicos y el interés en que China financie un importante proyecto de hidroeléctrica.
«Esto plantea preocupaciones, porque si alguna vez entramos en guerra con China por Taiwán y los chinos necesitan buscar opciones para operar en la región, esas relaciones, así como su presencia comercial, serán muy importantes e influirán en lo que pueden hacer en la región», precisó por su parte el experto en temas latinoamericanos, Evan Ellis.
El analista y profesor del Instituto de Estudios Estratégicos de la Escuela de Guerra del Ejército de EE.UU., advirtió que no sólo los gobiernos de izquierda o liberales «son vulnerables a trabajar con China», sino también administraciones consideradas de centro y derecha.
En este sentido mencionó el «alto nivel de negocios» que mantiene el presidente Guillermo Lasso en Ecuador, aún «cuando políticamente se encuentre contra las cuerdas».
Dependencia, también en suministro de armas
«Crear una dependencia global y tecnológica hacia China, es principal modus operandi de Beijing», explicó el director del Centro China en el Instituto Hudson, Miles Yu.
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