Parar, mirar, y escuchar

Las personas exitosas son las que prestan atención

Por Jeff Minick
14 de marzo de 2023 4:57 PM Actualizado: 14 de marzo de 2023 4:57 PM

De camino a un parque, uno de mis nietos empezó a correr por la calle hacia los columpios y los toboganes. Detuve al niño y le expliqué, como ya habían hecho sus padres, que dos toneladas de metal, plástico y goma a 50 kilómetros por hora no se llevan bien con niños de 6 años.

«Para, mira y escucha», le dije, haciendo referencia al juicio que todos los niños deberían tener como conducta.

A juzgar por la forma en que seguía mirando el gimnasio infantil en forma de selva, estoy segura de que mi nieto no estaba oyendo nada de lo que le decía.

Muchos de nosotros nos distraemos con la misma facilidad. La próxima vez que esté en un bar donde transmitan deportes, por ejemplo, fíjese en una pareja que esté conversando. La mujer está hablando y mirando directamente a su acompañante. El hombre asiente con la cabeza, y puede que capte cada palabra que ella dice, pero sus ojos se desvían hacia la pantalla gigante donde los Packers juegan contra los Bears.

Mejor aún, fíjese en el número de personas de la sala que miran el teléfono mientras los demás conversan en su mesa.

Nuestra era es la de la gran distracción. Desde los anuncios del metro y del autobús hasta los medios de comunicación o en nuestros teléfonos, siempre hay algo o alguien que intenta captar nuestra atención. Las encuestas muestran, por ejemplo, que los empleados pasan bastante tiempo del trabajo navegando por Internet, mirando las redes sociales o comprando en línea. ¿Y quién no ha hablado alguna vez con un jefe, un amigo o incluso un cónyuge sobre algún asunto importante, solo para darse cuenta de que estaba prestando atención a otra cosa? O la inversa, ¿cuántos de nosotros hemos escuchado los problemas de un amigo mientras pensábamos en otras cosas, como si tendremos tiempo el fin de semana para jugar al tenis?

Las distracciones perjudican nuestro rendimiento en el trabajo, nuestra concentración en casa y, a la larga, nuestra capacidad para gestionar los problemas con rapidez. Si se les da rienda suelta, estas distracciones pueden incluso destruir matrimonios y arruinar relaciones.

¿La solución? Esta la aprendimos casi al mismo tiempo que aprendíamos a leer.

Parar

Si Mike asoma la cabeza por su despacho y le pregunta: «¿Tiene un minuto?», cierre el portátil e indíquele con señas que se siente en la silla de enfrente. Al primer segundo le habrá mostrado su disponibilidad e interés.

Si su hija de 15 años te pregunta: «¿Podemos hablar un minuto?», cuelgue el teléfono, dígale que se siente a su lado y gírese mirándola de frente. Sea lo que sea lo que tenga que decir, sabe que usted está dispuesto a escucharla.

Parar significa acabar con las distracciones.

Mirar

El adolescente que no quiere que le atropelle un coche mira a ambos lados, arriba y abajo de la calle. La persona que quiere prestar atención a los demás lo hace mirándolos. Esto les hace saber que estamos dispuestos a escuchar, y nos recuerda que debemos estar presentes.

Puede «mirar» a alguien incluso cuando esté hablando por teléfono. Si está lavando los platos cuando le llama su madre para preguntarle por enésima vez cuándo vendrá de visita, en lugar de negar con la cabeza y poner los ojos en blanco, deje la esponja y háblele como si estuviera allí y no como si fuera una voz imaginaria.

Escuchar

Cuando escuchamos a un amigo o a un familiar, ¿cuántos de nosotros interrumpimos la conversación antes de que haya terminado? ¿Cuántos de nosotros absorbemos lo que se dice, en lugar de dejar que nuestros pensamientos vayan de aquí para allá sin dirección?

De la misma manera que no podemos escuchar de verdad mientras arreglamos el jardín, barremos el suelo o jugamos con el teléfono, tampoco podemos hacerlo si nos dedicamos a buscar soluciones en lugar de escuchar los problemas.

Dejar de lado las distracciones y centrarnos en las personas mejorará nuestro rendimiento laboral, nuestra vida sentimental y nuestras relaciones. Y al final hay una buena noticia: es tan sencillo como cruzar una calle.


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