Opiniones de salud
La próxima campaña de vacunación contra COVID-19 está avanzando. A los estadounidenses los están animando para que estén al día con sus vacunas justo a tiempo para otra ronda de dosis de refuerzo.
BioNTech, colaborador oficial de Pfizer, admite que sus vacunas de ARN mensajero (ARNm) están fabricadas con ARN modificado (ARNmod). Por su parte, Moderna acaba de anunciar que sus vacunas actualizadas serán distribuidas por todo el país.
Las vacunas y las dosis de refuerzo con ARN modificado —más acertadamente llamadas vacunas basadas en ARN) pueden amenazar gravemente la salud de cualquiera que las reciba. Estas vacunas causan daño de cinco maneras importantes.
1. Las nanopartículas lipídicas (LNP) pueden introducir de contrabando ARN modificado en cualquier célula
En los primeros días de la pandemia de COVID-19, las nanopartículas lipídicas (LNP) fueron aclamadas como pequeños superhéroes que introducirían moléculas de ARNm que codificarían la proteína de espiga del SARS-CoV-2 en nuestras células. Sin embargo, estas se parecen más a caballos de Troya que superan las barreras biológicas e introducen de contrabando ARN modificado en nuestras células.
Las LNP están formadas por lípidos (grasas) dispuestos en forma de una esfera. Los LNP ocultan el ARN modificado del sistema inmunológico de nuestro cuerpo hasta que el ARN modificado pueda ingresar a nuestras células cuando la esfera lipídica se fusiona con las paredes lipídicas de nuestras células. Las sustancias que componen las LNP son fosfolípidos, colesterol, lípidos pegilados y lípidos catiónicos. Los más problemáticos son los lípidos catiónicos, que posiblemente sean citotóxicos. Un editorial de 2022 planteó enormes preocupaciones de que los lípidos catiónicos de las vacunas Pfizer-BioNTech y Moderna contra COVID-19 provoquen respuestas inflamatorias agudas.
Debido a su pequeño tamaño (menos de 100 nanómetros), las LNP pueden superar fácilmente las barreras biológicas y, en teoría, llegar a todas las células de nuestro cuerpo, incluidas las del cerebro y el corazón.
Lo que se ha anunciado como un medio inocente de administrar medicamentos a nuestras células es peligroso y puede tener consecuencias a largo plazo.
2. El ARN modificado obliga a las células sanas a sintetizar una proteína viral
Los creadores del ARB modificado sintético en las vacunas contra COVID-19 reemplazaron las uridinas naturales, que se encuentran en el ARNm de todos los organismos vivos, por metilpseudouridinas sintéticas.
Esta modificación ayuda a que el ARN sea más estable (por lo que dura más antes de descomponerse y pueda trasladarse de manera más efectiva) y es menos probable que desencadene reacciones no deseadas del sistema inmunológico del cuerpo. El ARN modificado obliga a las células sanas a sintetizar una proteína viral. Esto provoca una tremenda consecuencia negativa, como se describe en el primer artículo de esta serie.
3. La proteína de espiga transforma las células de amigas a enemigas
Cada célula representa solo una parte de todo el organismo. Es análogo a una orquesta, donde cada músico tiene una responsabilidad específica. Si un solo músico toca incorrectamente, perturba a toda la orquesta. De manera similar, si una célula produce proteínas extrañas (como la proteína de espiga debido a una infección viral) o proteínas inespecíficas (por ejemplo, células cancerosas), nuestro sistema inmunológico destruye esta célula en beneficio de todo el organismo.
Tomemos como ejemplo la proteína de espiga. La proteína de espiga presentada en la superficie celular puede actuar como una etiqueta que indica al sistema inmunológico que inicie la destrucción de esa célula. Las proteínas extrañas adheridas a las células de nuestro cuerpo serán detectadas por las células T asesinas. Una cascada de enzimas liberadas en el suero sanguíneo, conocidas como sistema del complemento, permeabilizan la membrana celular y finalmente destruyen esa célula.
La base de una vacuna es protegernos de una infección provocada por un virus. Por lo tanto, cada vacuna basada en ARN dará como resultado, al final, la producción de una proteína viral que será reconocida por nuestro sistema inmunológico y dará como resultado la producción de anticuerpos.
El hecho de que todas las vacunas basadas en ARN (ARN modificado) —dosis de refuerzo y cualquier otra vacuna basada en ARN en el futuro— obligarán a las células sanas a sintetizar una proteína extraña de un patógeno viral, presentarla en la superficie celular e iniciar una respuesta inmune —equivale a una sentencia de muerte para esa célula.
Tenga en cuenta que esto también sucederá durante una infección natural. Sin embargo, los anticuerpos generados se unirán a un virus (prevendrán la infección de nuevas células y detendrán la replicación), pero no se unirán a las LNP proporcionadas por cada nueva dosis de vacuna y, por lo tanto, no podrán detener la producción continua de la espiga o de cualquier otra proteína producida por nuestras células.
En cuanto a las “vacunas” contra COVID-19, el antígeno de interés es la proteína de espiga del SARS-CoV-2, que por sí sola es tóxica.
Además de los anticuerpos neutralizantes deseados, se pueden generar anticuerpos no neutralizantes, lo que da como resultado una amplificación dependiente de anticuerpos (ADE por sus siglas en inglés), que hace que el cuerpo del huésped sea más susceptible a enfermedades relacionadas con infecciones posteriores o dosis de refuerzo.
4. La proteína viral sintetizada provoca una respuesta inmune hiperinflamatoria
La presencia continua de la proteína viral sintetizada (o partes de ella) en el torrente sanguíneo (o en el cuerpo) provoca una respuesta inmune hiperinflamatoria.
Mientras que no es probable que una infección natural permanezca en nuestro sistema durante muchos meses, las dosis de refuerzo mantienen nuestro sistema inmunológico constantemente activo, lo que provoca hiperinflamación (como se demuestra en las figuras siguientes).
Según Harvard Women’s Health Watch, un «estado crónico de inflamación puede provocar numerosos problemas de salud, como enfermedades cardíacas, artritis, depresión, enfermedad de Alzheimer e incluso cáncer».
Una revisión reciente comparó la respuesta inmune de una infección viral en la vacunación convencional basada en proteínas versus dosis de refuerzo repetidas de vacunas basadas en ARN (ilustrado en la figura siguiente).
Izquierda: En el caso de una infección viral o de una vacunación convencional basada en proteínas, el sistema inmunológico está activo desde el primer contacto con el virus. Sin embargo, pasará algún tiempo hasta que nuestro sistema inmunológico cree el anticuerpo apropiado que sea capaz de unirse y neutralizar el virus y luego producir suficiente cantidad de este anticuerpo para evitar que el virus ingrese a nuevas células y, por lo tanto, se replique más. Es de destacar que la respuesta inmune (área sombreada en azul) aumenta incluso después de que la carga viral (área sombreada en rojo) disminuye, lo que limita la intensidad de la inflamación. Un escenario similar ocurre en el caso de un contacto secundario con el virus. Sin embargo, la respuesta de memoria inmune (línea azul) previene la replicación del virus desde el principio y mantiene la carga viral (línea roja) en un nivel mucho más bajo.
Derecha: en el caso de las dosis de refuerzo repetidas basadas en ARN (con inmunidad ya existente), cualquier vacuna de ARN modificado administrará la cantidad total de ARM modificado en segundos, seguido de una producción de proteína de espiga en unas pocas horas. En consecuencia, simultáneamente ocurre una elevada proteína de espiga y una alta respuesta inmune, lo que deriva en una hiperinflamación.
En resumen, las vacunas de ARN modificado engañan al cuerpo para que permanezca en modo de “lucha”, sin permitir que el cuerpo vuelva nunca a un equilibrio normal. La lucha constante desgasta el organismo, provocando graves consecuencias para la salud o incluso la muerte.
Dos estudios informan que la presentación continua del mismo antígeno dará como resultado una disminución de los anticuerpos de inmunoglobulina (IgG1) (que combaten el antígeno) y un aumento de los anticuerpos IgG4 (que ignoran el antígeno). Las consecuencias aún no se conocen completamente, pero se cree que el aumento de la subclase IgG4 da como resultado una mayor persistencia viral y explica las infecciones irruptoras en personas que han recibido múltiples vacunas contra COVID-19. Esto ocurre a partir de la tercera vacuna (la primera dosis de refuerzo).
5. El ARN modificado podría fusionarse con nuestro genoma
En el raro caso de que una secuencia de un gen viral se integre en el genoma de un huésped, puede tener consecuencias importantes para la célula. Esta integración puede alterar las funciones metabólicas normales de la célula o, en casos más graves, transformar una célula previamente sana en una cancerosa.
Piense en ello como un virus informático que inserta un código malicioso en un programa. De repente, el programa comienza a comportarse de manera errática e incluso podría fallar por completo.
Alternativamente, después de que una secuencia viral se integra en nuestro ADN, podría permanecer inactiva y no causar ningún daño inmediato. Es como un dragón dormido, tranquilo por ahora, pero que potencialmente se despierta más tarde, especialmente en momentos estresantes.
En un giro sorprendente, la secuencia viral integrada no se queda solo con nosotros. Cuando la secuencia viral se incrusta en el esperma o el óvulo (ovocito) de un huésped, tiene el potencial de transmitirse a nuestros hijos como una reliquia familiar inesperada escrita en nuestro mismo ADN.
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos continúan afirmando como un hecho que “las vacunas contra COVID-19 no cambian ni interactúan con su ADN de ninguna manera”, posteando en su blog que “el ARNm de la vacuna no es infeccioso y se destruye en el cuerpo. Este no pasa a formar parte de la célula ni afecta los genes o el ADN de una persona”.
Sin embargo, se ha demostrado que esto es incorrecto.
Primero, en 2022, un estudio que utilizó células hepáticas humanas (específicamente, una línea celular llamada Huh7) realizó un hallazgo significativo relacionado con la vacuna Pfizer-BioNTech COVID-19 conocida como BNT162b2. Los investigadores descubrieron que el ARN modificado de esta vacuna podría volver a convertirse en ADN, un proceso conocido como transcripción inversa, y esto podría suceder en tan solo seis horas.
En segundo lugar, la cuestión de si el “ARN de la vacuna” puede volver a convertirse en ADN dio un giro interesante. Una revisión reciente demostró una proporción de ADN contaminante de hasta el 35 por ciento de los ácidos nucleicos en las vacunas basadas en ARN de Pfizer-BioNTech y Moderna COVID-19.
La contaminación del ADN del plasmidio bacteriano sobrante del proceso de fabricación de la vacuna podría crear gérmenes multirresistentes, ya que los plasmidios contienen secuencias que codifican la resistencia a los antibióticos. Este ADN de plasmidio coincide con la secuencia del ARN modificado, que codifica la proteína de espiga. El ADN es más estable que el ARN, lo que aumenta las posibilidades de que ingrese a nuestro núcleo celular (donde se encuentra naturalmente) y se integre en nuestro genoma. Como resultado, parte de la proteína de espiga que se puede encontrar en nuestro cuerpo puede originarse a partir de ese ADN contaminante.
Según el informe de evaluación de la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) (pdf) sobre la vacuna contra COVID-19 de Pfizer-BioNTech, “No se han proporcionado estudios de genotoxicidad. Esto es aceptable, ya que los componentes de la formulación de la vacuna son lípidos y ARN que no se espera que tengan potencial genotóxico”.
Esto es muy sorprendente, porque se puede esperar que las vacunas de ARN modificado, luego de la absorción celular, causen efectos genotóxicos a lo largo de las siguientes vías:
Se sabe que los lípidos catiónicos, un componente de las LNP, inducen la formación de especies reactivas de oxígeno (ROS), que afectan negativamente la integridad del ADN.
El principio activo de la “vacuna”, el ARN modificado, puede transcribirse inversamente en ADN e insertarse en nuestro genoma.
El ADN contaminante de las vacunas de ARN puede insertarse en nuestro genoma. Esta es la regla y no la excepción, ya que no existe ningún procedimiento adecuado para separar de manera confiable el ARN producido en masa (de cualquier tipo) del ADN del plasmidio.
Los «programas de vacunación» gubernamentales que obligan a personas sanas de todo el mundo a someterse a un tratamiento de terapia génica no probado deben detenerse inmediatamente, porque cualquier nueva tecnología aplicada a personas sanas requiere un análisis válido de riesgo-beneficio mediante vigilancia a largo plazo en ensayos preclínicos y clínicos.
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