Era 1989 y ella aún era anestesióloga residente, recordo la Dra. Heidi Klessig en su libro «La falacia de la muerte cerebral».
Un día, su jefe de anestesiología le dijo que preparara a un donante con muerte cerebral para una operación de sustracción de órganos.
Al examinar al paciente, la Dra. Klessig se sorprendió al ver que el hombre tenía exactamente el mismo aspecto que cualquier otro paciente vivo en estado crítico y, de hecho, mejor que la mayoría.
«Estaba tibio, su corazón latía y sus monitores mostraban signos vitales estables», escribió la Dra. Klessig. «Sin embargo, en su examen general junto a la cama, marcaba todas las casillas de muerte cerebral, y el neurólogo lo declaró ‘muerto'».
El anestesióloga que supervisaba a la Dra. Klessig le preguntó qué anestesia iba a administrar al donante para la operación.
Su respuesta fue un agente paralizante para que el donante no se moviera durante la operación, así como fentanilo para atenuar la respuesta del cuerpo al dolor.
El anestesióloga la observó y le preguntó: «¿Bueno, y vas a darle algo para inhibir su conciencia?».
La Dra. Klessig se quedó atónita. Los inhibidores de conciencia se administran a los pacientes para garantizar que no estén despiertos y conscientes durante una operación.
Su formación le decía que los pacientes con muerte cerebral no debían estar conscientes; aparte de tener un cuerpo biológicamente activo, sus mentes habían desaparecido.
«Lo miré y dije: ¿Por qué haria eso? ¿No está muerto?».
El anestesiólogo que la asistía la miró y le preguntó: «¿Por qué no le das algo para inhibir la conciencia —por si acaso?».
«Se me hace un nudo en el estómago cada vez que recuerdo su rostro», dijo la doctora Klessig a The Epoch Times. «Lo recuerdo mirándome por encima de su mascarilla (…) Parecía muy confundido».
«Hice lo que me dijeron y estoy muy agradecida [de haberlo hecho]».
¿Es la muerte cerebral, realmente una muerte?
Una vez que una persona tiene muerte cerebral, pasa a estar legalmente muerta, pero su cuerpo sigue técnicamente vivo.
La definición de muerte cerebral, también es conocida como muerte por criterios neurológicos, es cuando una persona entra en coma permanente, pierde los reflejos del tronco encefálico y la conciencia, y no puede respirar sin estímulo o apoyo.
Sin embargo, el corazón de una persona puede latir, sus órganos funcionar y puede combatir infecciones, crecer e incluso dar a luz.
Aunque es posible que no muestren signos de consciencia, algunas zonas del cerebro pueden seguir funcionando. Alrededor del 50% de los pacientes con muerte cerebral conservan actividad en el hipotálamo, que coordina el sistema endocrino del cuerpo y regula la temperatura corporal.
Sin embargo, todo esto se detiene si se les retira el soporte vital.
Por este motivo, los médicos discuten acaloradamente si la muerte cerebral es sinónimo de fallecimiento.
El Dr. James Bernat, neurólogo y profesor emérito de la Facultad de Medicina Geisel de Dartmouth, declaró a The Epoch Times que las personas con muerte cerebral están muertas porque sus cuerpos «ya no funcionan como un organismo en su conjunto». Sin la tecnología necesaria para desarrollar estas máquinas de soporte vital, estas personas estarían muertas, afirmó.
Por otra parte, el radiólogo Dr. Joseph Eble y el antes hematopatólogo académico Dr. Doyen Nguyen escribieron en un artículo que las máquinas solo pueden sostener la vida, no generarla —de forma parecida a cómo un muerto no podría respirar mientras estuviera conectado a un respirador.
Otro tema relacionado con la muerte cerebral es si el paciente todavía puede sentir.
Entre los anestesiólogos europeos existe un debate en curso sobre si los donantes de órganos con muerte cerebral se les deberia administrar inhibidores de la conciencia durante la sustracción de órganos.
Algunos argumentan que deberían hacerlo en caso de que los pacientes sientan dolor. Otros no están de acuerdo. Sorprendentemente, la postura de los anestesiólogos «no se basa en la afirmación de que los pacientes eran incapaces de experimentar dolor», sino en la preocupación de que el público pueda tener dudas sobre el diagnóstico de muerte cerebral, según escribieron los bioeticistas Dr. Robert Truog y Franklin Miller (quien tiene un doctorado en Filosofía) en su libro “Muerte, agonía y trasplante de órganos”.
El Dr. Ronald Dworkin, investigador y anestesiólogo, escribió en un artículo sobre la obtención de órganos que optó por administrar inhibidores de la conciencia porque pensaba que su paciente «podría estar todavía un ‘poco vivo’, [sic] sea lo que sea que eso signifique», dijo.
El Sr. Miller, que también es profesor de ética médica en el Weill Cornell Medical College, afirmó que la etiqueta de muerte cerebral es engañosa. Tanto él como el Dr. Truog, catedrático de anestesiología y director emérito del Centro de Bioética de la Facultad de Medicina de Harvard, opinan que las personas con muerte cerebral están vivas, pero es probable que no recobren la conciencia ni se recuperen.
Algunos afirman que los pacientes con muerte cerebral sí podrían recuperarse, como en el famoso caso de Jahi McMath, una niña de 13 años que fue declarada en muerte cerebral el 12 de diciembre de 2013. Su madre se opuso al diagnóstico de muerte cerebral y mantuvo a Jahi con soporte vital durante cuatro años y medio. Aunque Jahi no podía hablar y nunca recuperó la conciencia plena, dos neurólogos testificaron que en sus últimos días se encontraba en un «estado mínimamente consciente».
Las enfermeras y los médicos declararon que Jahi seguía instrucciones. Más tarde, un electroencefalograma (EEG) detectó señales de ondas cerebrales.
Una persona con muerte cerebral no debería tener ningún tipo de actividad en el electroencefalograma.
«Jahi McMath es el mejor ejemplo de una persona a la que se diagnosticó ‘correcta/propiamente’ muerte cerebral y posteriormente se documentó que había recuperado la función cerebral», declaró la Dra. Klessig. A la niña se le diagnosticó muerte cerebral indiscutiblemente según las directrices de su época y se le diagnosticaría como tal según las nuevas directrices, añadió.
¿Cómo se evalúa la muerte cerebral?
Según las pautas más recientes de evaluación de la muerte cerebral, publicadas por la Academia Americana de Neurología (AAN) en 2023, la muerte cerebral se determina mediante una evaluación a pie de cama.
Antes de llevar a cabo la evaluación de la muerte cerebral, debe realizarse una neuroimagen para garantizar que haya daño en el cerebro.
«Si se ve un tomografía computarizada o una resonancia magnética normales, entonces se debe tener mucho cuidado y ser consciente de que se puede estar llegando a una situación de falsamente positiva», declaró a The Epoch Times el Dr. Panayiotis Varelas, uno de los coautores de las directrices de 2010 de la AAN y jefe del Departamento de Neurología del Albany Medical College.
Una vez confirmada la lesión cerebral, dos médicos realizan la evaluación de la muerte cerebral. El paciente se somete a dos pruebas para comprobar su capacidad de respuesta al estímulo del dolor y los reflejos del tronco encefálico, con un intervalo de 24 horas entre cada prueba.
Si el paciente da positivo las dos veces, los médicos realizarán una prueba de apnea —considerada la más concluyente— para ver si la persona ha perdido los reflejos respiratorios. En los niños, existen dos pruebas de apnea una después de cada evaluación de muerte cerebral.
Durante la prueba de apnea, se desconecta al paciente del ventilador durante 10 minutos. Se introduce un tubo con oxígeno puro en las vías respiratorias. Si el paciente no respira voluntariamente, se considera que tiene muerte cerebral.
La prueba de apnea conlleva varios riesgos.
Por ejemplo, las personas con insuficiencia respiratoria pueden sufrir complicaciones, como hipotensión grave, hipoxia y arritmia cardiaca.
En un paciente cuyo cerebro ya está comprometido, una prueba de apnea puede empeorar el estado de la persona o causar más daños, según declaró a The Epoch Times el Dr. Paul Byrne, considerado pionero en neonatología e implicado en el tratamiento de neonatos con supuesta muerte cerebral. Un estado peor puede agravar un diagnóstico de muerte cerebral en personas que en realidad podrían estar en vías de recuperación.
También pueden producirse diagnósticos erróneos durante la evaluación de la muerte cerebral.
Un ejemplo es Zack Dunlap. En noviembre de 2007 tuvo un accidente de tráfico y en el hospital le declararon muerte cerebral.
El Sr. Dunlap declaró a The Epoch Times que recobró el conocimiento en el hospital tras declararle muerte cerebral y que sus amigos y familiares se estaban despidiendo de él.
Intentó gritar y moverse, pero no pasó nada. Como era donante de órganos, pronto le programaron la obtención de órganos.
La familia rezó por el Sr. Dunlap en el hospital. La prima del Sr. Dunlap, que es enfermera, no creía que hubiera llegado su hora.
Ella le realizó pruebas adicionales. Cuando la prima presionó bajo la uña del pulgar del Sr. Dunlap, éste tiró del brazo hacia el otro lado del cuerpo. Este movimiento revocó el diagnóstico.
Al cabo de unos días, el Sr. Dunlap empezó a respirar por sí mismo. Le dieron el alta un mes después.
El Dr. Varelas, que revisó los informes de los medios de comunicación sobre el Sr. Dunlap, dijo a The Epoch Times que los resultados del Sr. Dunlap parecían tan buenos que sospecha que pueden haberse pasado por alto algunos pasos durante la evaluación.
Si los médicos tuvieran la experiencia adecuada en evaluaciones de muerte cerebral y siguieran diligentemente las directrices de la AAN, no se producirían falsos positivos, afirmó el Dr. Varelas.
Mientras que su hospital realiza entre 50 y 60 evaluaciones de muerte encefálica al año, los hospitales comunitarios más pequeños pueden hacer muy pocas. Por lo tanto, los médicos de estos hospitales pueden no tener suficiente experiencia, pasar por alto signos o realizar las evaluaciones de muerte cerebral fuera de orden, añadió.
El Dr. Bernat señaló que la prueba que suele realizarse incorrectamente es la de la apnea.
En 2010, los neurólogos realizaron una revisión para la AAN para evaluar todos los casos de recuperación de la muerte cerebral en adultos entre 1996 y 2009. Determinaron que «no había informes publicados de recuperación» de muerte cerebral si los pacientes eran diagnosticados correctamente utilizando los criterios de diagnóstico de muerte cerebral de la época. El caso del Sr. Dunlap no fue evaluado.
Para complicar aún más las cosas, hay varias condiciones que pueden simular la muerte cerebral. Estos deben excluirse antes de iniciar la evaluación de muerte cerebral.
Condiciones de muerte engañosa
Los autores de las directrices de la AAN de 2023 aconsejan que, antes de la evaluación de la muerte cerebral, se eliminen todas las siguientes condiciones, incluidas:
– Hipotermia (baja temperatura corporal)
– Enfermedades autoinmunes del sistema nervioso
– Sobredosis de fármacos
– Envenenamiento
La hipotermia terapéutica, un tratamiento que reduce la temperatura corporal, se utiliza comunmente en pacientes que han sido reanimados tras una paro cardiaco. Se aplican dispositivos de enfriamiento para ayudar al cuerpo y al cerebro a recuperarse y curarse. Sin embargo, los pacientes con hipotermia pueden tardar hasta una semana en recuperar el conocimiento.
Las enfermedades autoinmunes como el síndrome de Guillain-Barré, que daña el sistema nervioso, también puede privar a una persona de sus reflejos y su consciencia.
El Dr. May Kim-Tenser, profesor asociado de neurología clínica en la Facultad de Medicina Keck de la Universidad del Sur de California, informó en 2016 sobre un caso en el que un paciente con una forma del síndrome de Guillain-Barré fue inicialmente diagnosticado con muerte cerebral.
El paciente ingresó en el hospital tras presentar síntomas graves. Al cabo de varios días, quedó inconsciente y sin capacidad de responder, perdió los reflejos del tronco encefálico y necesitó un ventilador para respirar.
No se realizó una prueba de apnea. Si se hubiera sometido al paciente a dicha prueba, habría fallado porque estaría demasiado débil para respirar, dijo el Dr. Kim-Tenser.
Luego, el paciente fue trasladado al hospital del Dr. Kim-Tenser, donde le recetaron medicamentos para enfermedades autoinmunes. Más tarde, recuperó la consciencia y parte de la función de sus extremidades.
Las sobredosis de opiáceos y cocaína también pueden causar signos de muerte cerebral. Se sabe que una sobredosis de baclofeno, un relajante muscular, imita la muerte cerebral.
Desgraciadamente, las directrices no proporcionan métodos para descartar estas afecciones, dijo el Dr. Bernat.
Conflictos de interés
«Existe un intenso interés en [la muerte cerebral] por parte de [las organizaciones de obtención de órganos], la comunidad de trasplantes y los pacientes en listas de espera de órganos», escribió el Dr. Varelas en un artículo de 2016 sobre la muerte cerebral.
Alrededor del 90 por ciento de todos los donantes de órganos son personas con muerte cerebral. Esto se debe a que la definición de muerte cerebral permite a los cirujanos obtener órganos sanos sin invocar la «regla del donante muerto».
Según esta norma ética, los donantes de órganos deben ser declarados muertos antes de la obtención de órganos, y la obtención de órganos no debe causar la muerte del donante.
No se pueden trasplantar órganos de personas biológicamente muertas, lo que ocurre cuando el corazón de una persona se para y no puede ser reanimada.
«Cuando una persona está biológicamente muerta, la pérdida de oxígeno en sus órganos vitales hace que se descompongan tan rápidamente que no puede donar un órgano», explica el Dra. Klessig.
Dicho esto, tejidos como la córnea, el cartílago, el hueso y la piel pueden proceder de donantes fallecidos. La donación de órganos vivos también puede hacerse para trasplantar el lóbulo de un pulmón, hígado o riñón.
Los médicos que realizan evaluaciones de muerte cerebral no deben participar en el proceso de obtención de órganos.
«Tratamos de desvincularnos del proceso de donación de órganos», afirma el Dr. Varelas. «En mi opinión, intentamos salvar la vida del paciente, y ése es el objetivo porque el juramento hipocrático es no hacer daño».
No obstante, existen conflictos de intereses. El 49% de los autores de las directrices 2023 de la AAN sobre la evaluación de la muerte cerebral declararon tener conflictos de intereses relacionados con la obtención de órganos.
Sinonimizar la muerte cerebral con la muerte es una cuestión de falta de transparencia, dijo el Sr. Miller. Sin embargo, no considera que la obtención de órganos sea contraria a la ética siempre que el donante esté bien informado.
En Estados Unidos, muchas personas se inscriben como donantes de órganos cuando solicitan el permiso de conducir, y la mayoría asume que sus órganos solo se extraerán en caso de fallecimiento, explica el Dra. Klessig.
«Piensan: ‘Si ya estoy listo, más vale que me quiten los órganos de todos modos'», afirma el Dr. Byrne.
La realidad es que su condición de donante puede dar lugar a la obtención de sus órganos en caso de «muerte cerebral», sin que sus familiares puedan anular su condición de donante.
Continúa siendo un misterio
El concepto de muerte cerebral surgió hace medio siglo, pocos años después de que se realizara con éxito el primer trasplante de órganos.
La obtención de órganos de personas en coma comenzó a finales de la década de 1950. Sin embargo, era poco frecuente y no se practicaba bajo ninguna directriz. En esa misma época se produjo un cambio en la definición de muerte.
En 1959, los médicos franceses Pierre Mollaret y Maurice Goulon acuñaron el término «le coma dépassé», que significa «más allá del coma» o «coma irreversible», como sinónimo de muerte. Poco a poco, la muerte cerebral, también llamada «muerte del sistema nervioso», se convirtió en una nueva definición y, por tanto, se podían obtener órganos de estos pacientes.
El 3 de diciembre de 1967, el mundo quedó asombrado por la primera noticia de un trasplante de corazón humano realizado con éxito por el Dr. Christiaan Barnard en Ciudad del Cabo, Sudáfrica. El corazón procedía de una víctima de traumatismo craneal. El donante no presentaba actividad cerebral detectada en los electroencefalogramas y carecía de reflejos en el tronco encefálico. Sin embargo, su corazón continuó latiendo con soporte vital.
El receptor del corazón sobrevivió 18 días antes de sucumbir a una neumonía, pero su corazón funcionó correctamente hasta su muerte. Este éxito inició la práctica del trasplante de corazón.
Un mes después de la monumental operación del Dr. Barnard, el Dr. Norman Shumway realizó el primer trasplante de corazón humano en Estados Unidos en el Hospital de Stanford, extrayendo el corazón de un donante con muerte cerebral.
El jefe de residentes que lo ayudaba le preguntó: «¿Cree que esto es realmente legal?».
«Supongo que ya lo veremos», respondió el Dr. Shumway.
En agosto de 1968, el Comité Ad Hoc de la Facultad de Medicina de Harvard publicó «Una definición de coma irreversible» en el Journal of the American Medical Association (JAMA).
Definieron el coma irreversible como un «nuevo criterio de muerte», que se ha convertido en la piedra angular de la definición de muerte cerebral.
A pesar de ello, los científicos siguen sin estar seguros de que la definición o la evaluación consiguiente sean perfectas.
En cuanto a la recuperación del Sr. Dunlap, el Dr. Varelas dijo: «Me alegro de que este joven haya sobrevivido». Cree que las oraciones de la familia por el Sr. Dunlap podrían haber contribuido a su desenlace.
«Hay poderes superiores a nuestros conocimientos médicos, o a la falta de ellos», afirmó.
«El secreto de la vida —incluida la definición de vida— sigue siendo el más profundo y misterioso», afirmó el Dr. Dworkins.
Es posible que la naturaleza nunca «permita a nadie conocer el punto exacto en el que la muerte cerebral se convierte en muerte real», añadió.
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