Opinión
Uno de los eventos más perturbadores de nuestros perturbadores tiempos fue la revelación que el Dr. Albert Bourla, CEO de Pfizer, le dio a la campaña de Biden sobre el éxito de la compañía en su vacuna contra el COVID-19 antes de que lo supiera el actual presidente y su administración.
De hecho, el secretario de Salud y Servicios Humanos, Alex Azar, dijo que se enteró del avance gracias a los artículos de los medios–aunque el presidente Trump y su gente brindaron un apoyo significativo, financiero y de otro tipo, a través de la Operación Warp Speed, a la compañía de Bourla, algo que el CEO de Pfizer intentó negar.
Ahora que Trump firmó la orden ejecutiva que prometió para hacer que la vacuna sea gratuita para todos, la compañía está dispuesta a sacar provecho a expensas de los contribuyentes.
Pero el propio Bourla ya había hecho eso antes. Él vendió USD 5.6 millones en acciones el día del anuncio cuando las acciones de Pfizer subieron un 8 por ciento. Un grupo de observadores está pidiendo a la Comisión de Bolsa y Valores que investigue.
Lo que estamos presenciando es la infiltración del sistema chino en Estados Unidos. Podemos llamarlo «Socialismo con características estadounidenses», nuestra propia versión de «Socialismo con características chinas».
(En realidad, ambos son un disfraz del capitalismo oligárquico estructurado por el gobierno —hablaremos de eso más adelante).
Es probable que veamos mucho más de esto, tal vez una toma de posesión completa de este enfoque, en una administración Biden-Harris.
El sistema en China se remonta a Deng Xiaoping, quien rescató su economía del empobrecimiento extremo que fue consecuencia de las restricciones del pensamiento marxista-leninista-maoísta durante la Revolución Cultural. Deng hizo esto informando a su ciudadanía que a él no le importaba si un gato era blanco o negro siempre y cuando cazara ratones, una metáfora ingeniosa para decirle al pueblo chino que una forma de capitalismo estaba bien (…) hasta cierto punto.
Desafortunadamente, Deng, quien parecía muy moderno, no abandonó los aspectos totalitarios del comunismo, como lo vimos demostrado desde que estuvo a cargo durante la masacre de la Plaza Tiananmen.
Ahora tenemos a China bajo Xi Jinping que continúa con la versión de Xi del «Socialismo con características chinas», permitiendo un «socialismo», indudablemente irreconocible para Marx, que podría convertirlo a usted en un plutócrata multimillonario siempre y cuando usted o un número suficiente de sus ejecutivos sean miembros del PCCh y pronuncien la retórica comunista «igualitaria», por ridículamente hipócrita que sea.
En realidad, es un plan de enriquecimiento para quienes no se preocupan por el despotismo o pueden hacer las paces con él. Es un sistema mucho más ordenado que el capitalismo de libre mercado con menos oportunidades de avanzar entre los hoi polloi (proletariados) a menos que se unan al partido o abandonen el país.
El «socialismo con características estadounidenses» será algo más sutil al principio debido a la cantidad de personas en nuestra sociedad quienes crecieron creyendo en cosas como la libertad de expresión, de reunión y religión, tradiciones de la cultura anglosajona que se remontan a la Carta Magna y no tienen lugar en la China comunista o en cualquier cosa comunista.
Nuestras escuelas, sin embargo, sin mencionar la cultura popular y una buena muestra de nuestros medios de comunicación, llevan tiempo preparando el camino para la disolución de estas tradiciones. ¿Qué son el «woke-ness» [“woke” se usa para señalar a personas que ostentan sobre cuánto les importa una cuestión social] y la «cultura de la cancelación» sino un asalto frontal a la libertad de expresión?
Si la palabra «socialismo» hace retroceder a algunos de nuestros pueblos, al menos a corto plazo, no importa. De todos modos, no es realmente socialismo. Eso es un mito. Es un capitalismo realmente oligárquico similar al que hay en Rusia con el gobierno determinando ganadores y perdedores. China es solo una versión mejorada y más efectiva de eso, con parte de la retórica aún intacta y otras partes modificadas para adaptarse al clima empresarial.
Marx afirmó que buscaba la «extinción del estado». Esto es todo lo contrario.
El nuestro será un país gobernado por una alianza de gigantes corporativos desde tecnología hasta las grandes farmacéuticas (ver Pfizer) en alianza con políticos que se describen a sí mismos como liberales o progresistas que se benefician directa y/o indirectamente de ellos.
Las masas seguirían siendo, bueno, las masas.
En otras palabras. El «socialismo con características estadounidenses» sería la servidumbre posmoderna.
¿Cómo lo detenemos?
Por ahora, elija senadores republicanos en Georgia para frenar temporalmente las cosas.
Luego de eso, tenemos mucho que pensar.
Roger L. Simon es un novelista galardonado, guionista nominado al Oscar, cofundador de PJMedia y, ahora, columnista de The Epoch Times. Sus libros más recientes son “The GOAT” (ficción) y “I Know Best: How Moral Narcissism Is Destroying Our Republic, If It Hasn’t Already” (no ficción). Puede encontrarlo en Parler como @rogerlsimon.
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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