¿Suponen un peligro oculto los colores brillantes de los aperitivos de su hijo?
Hay un debate en curso sobre si los colorantes alimentarios sintéticos perturban las mentes jóvenes. Mientras los organismos reguladores deliberan, estudios recientes hacen saltar las alarmas sobre posibles vínculos con la hiperactividad, la inquietud e incluso efectos en el neurodesarrollo.
A medida que los padres se enfrentan a este desconcertante problema, resulta fundamental descifrar la ciencia que se esconde tras el arco iris artificial.
Cómo pueden alterar el cerebro los colorantes alimenticios
Una parte significativa de los niños experimenta mejoras en su comportamiento tras reducir la cantidad de colorantes alimenticios sintéticos en su dieta, según una investigación anterior publicada en The Journal of Pediatrics. El estudio relacionaba la ingestión de tartrazina, también conocida como E102 (un colorante sintético amarillo limón), con alteraciones del sueño, mayor inquietud y aumento de la irritabilidad.
Una revisión científica de 2022 publicada en Cureus puso de manifiesto una posible relación entre los colorantes alimentarios azules y el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), lo que suscitó preocupación por su uso generalizado en alimentos procesados.
Más concretamente, el colorante alimentario azul nº1, se reveló como un factor significativo, que influye tanto en el comportamiento hiperactivo como en el neurodesarrollo en ratas y ratones. También puede atravesar la barrera hematoencefálica —una capa protectora de células que actúa como filtro y mantiene alejadas las sustancias potencialmente nocivas— lo que aumenta la preocupación por su impacto neurológico. Un estudio de 2012 destacado en la revisión mostró que el azul nº1 afectaba significativamente los parámetros neuroconductuales en estudios con animales.
Annette Cillié, terapeuta ocupacional especializada en integración sensorial, explicó a The Epoch Times que los alimentos procesados y los colorantes pueden tener efectos inflamatorios en el cerebro. Esta inflamación podría contribuir a agravar trastornos neurológicos como el TDAH, la falta de atención y la inquietud, añadió.
Según la Sra. Cillié, la dieta no es la única causa de la hiperactividad, pero puede ser un factor importante.
Los colorantes alimenticios artificiales derivados del petróleo pueden tener efectos perjudiciales para la salud, añadió, y señaló que eliminar los alimentos procesados y los colorantes puede ser una estrategia crucial para tratar eficazmente a los niños con problemas neurológicos.
Con una amplia trayectoria de trabajo con niños neurodivergentes, la Sra. Cillié suele incorporar intervenciones dietéticas como primer paso terapéutico. Los niños con afecciones neurológicas como el TDAH, el síndrome de Tourette o la dislexia suelen tener diferencias neurológicas o intestinales únicas que afectan los procesos de desintoxicación, lo que subraya la importancia de abordar los factores dietéticos que influyen en su comportamiento y concentración, señaló.
Los alimentos procesados se refinan mucho y, como resultado, suelen carecer de nutrientes esenciales y fibra. Esto puede aumentar la inflamación, el estrés oxidativo y alterar el equilibrio de neurotransmisores en el cerebro. Según Mary Curristin, nutricionista y coach de bienestar de ART Health Solutions, las investigaciones sugieren que estos factores están relacionados con una peor salud cerebral.
La acción fisiopatológica exacta de los colorantes no se conoce bien. Sin embargo, los efectos de algunos colorantes incluyen la reducción de la neuroplasticidad y la restricción del crecimiento neuronal, dijo a The Epoch Times la Dra. Maricia Coertze, practicante de medicina funcional. Esto restringe el desarrollo normal del cerebro, lo que tiene efectos a largo plazo.
El veredicto de las autoridades
Una revisión sistemática de la investigación sobre los resultados neuroconductuales en niños expuestos a colorantes alimentarios sintéticos mostró que 16 de 25 estudios hallaron una asociación positiva entre los resultados conductuales adversos en niños y la exposición a colorantes alimenticios.
El Servicio Nacional de Salud, el sistema de atención médica del Reino Unido, destacó una investigación que indica una posible correlación entre la hiperactividad en los niños y el consumo de determinados colorantes alimenticios artificiales. Seis colorantes específicos, que suelen encontrarse en refrescos, dulces diversos y helados, se han relacionado con la hiperactividad: E102 (tartrazina), E104 (amarillo de quinoleína), E110 (amarillo ocaso FCF), E122 (carmoisina), E124 (ponceau 4R) y E129 (rojo allura).
Los productos que contengan estos colorantes deben llevar una etiqueta de advertencia que indique: «Puede tener efectos adversos sobre las actividades y la atención de los niños».
Sin embargo, este no es el caso en Estados Unidos.
Durante una reunión en 2011 del Comité Asesor de Alimentos, la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) determinó que los colorantes alimentarios artificiales no podían vincularse definitivamente con la causa de la hiperactividad en niños sin trastornos de conducta diagnosticados. La agencia concluyó que es necesario investigar más las vías neuroconductuales para comprender mejor las sensibilidades alimentarias.
Casi el 80 por ciento del comité creía que aún no se había establecido una relación causal entre el consumo de aditivos colorantes y la hiperactividad, pero el 93 por ciento votó a favor de realizar estudios adicionales para evaluar a fondo la seguridad de los aditivos colorantes. A pesar de ello, el 57 por ciento votó en contra de establecer requisitos adicionales de etiquetado para los alimentos que contienen colorantes alimentarios certificados.
¿Qué se puede hacer?
Puede reducir la exposición a los colorantes alimenticios evitando los alimentos ultraprocesados y leyendo atentamente las etiquetas, especialmente en busca de colorantes potencialmente dañinos.
Opte por marcas que utilicen alternativas naturales a los colorantes sintéticos. Por ejemplo, Kraft utiliza cúrcuma, achiote y pimentón, como sustitutos del colorante amarillo en sus productos de macarrones con queso desde 2016.
Aunque evitar las sustancias nocivas es un buen comienzo, centrarse en una nutrición sana podría ser la clave para la curación del cerebro, según Curristin. Las elecciones nutricionales que hacemos desempeñan un papel fundamental en la optimización de la función cerebral al proporcionar nutrientes esenciales para los procesos cognitivos, la función de los neurotransmisores y la salud general del cerebro, añadió. Es fundamental seguir una dieta equilibrada, no procesada y rica en alimentos integrales que favorezcan la salud cerebral.
Es importante incorporar ácidos grasos omega-3 procedentes de fuentes por ejemplo el pescado azul, como el salmón, los frutos secos y las semillas, así como vitaminas esenciales del grupo B, sobre todo B12 y folato, presentes en productos animales y verduras de hoja verde, explica Curristin. Además, una cantidad adecuada de glucosa procedente de los carbohidratos ayuda a mantener el estado de alerta y la energía mental, mientras que la hidratación desempeña un papel vital en la función cerebral, añadió.
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