¿Qué se necesita para obtener una atención médica vital en Estados Unidos? Para Laura Matson, una diabética de tipo 1, le costó toda su vida. Para pagar sus tratamientos de insulina, tuvo que vender su coche y sus muebles, mudarse e incluso regalar a su perro Nicky, tal como informó la BBC. Y no es un caso aislado. Muchos estadounidenses luchan para llegar a fin de mes a medida que aumentan sus costos de atención médica.
Estos costos crecientes son insólitos. Los precios de otros bienes de consumo -alimentos nutritivos, dispositivos digitales, ropa, etc.-, generalmente caen a medida que la tecnología avanza y la producción se hace más eficiente. Entonces, ¿por qué la atención médica es una excepción a esta regla?
Después de todo, la mayoría de los medicamentos que los estadounidenses toman están hechos de ingredientes relativamente simples. Y una vez que se establecen los tratamientos, la producción de los medicamentos cuesta muy poco. La insulina en sí misma es una tecnología centenaria. Entonces, ¿por qué los tratamientos de insulina de Matson son tan caros?
La senadora Elizabeth Warren (D-Mass.) culpa a la corrupción. En un reciente debate demócrata, Warren dijo:
«¿Para quién trabaja realmente esta economía? Lo está haciendo muy bien para una porción más fina y delgada en la parte superior. Le va muy bien a las grandes compañías farmacéuticas. No le está yendo muy bien a la gente que necesita que le hagan una receta…
Cuando tienes un gobierno, cuando tienes una economía que lo hace muy bien para los que tienen dinero y no lo está haciendo muy bien para todos los demás, eso es corrupción, pura y simple. Tenemos que denunciarlo. Tenemos que atacarlo de frente. Y necesitamos hacer un cambio estructural en nuestro gobierno, en nuestra economía y en nuestro país».
Hasta cierto punto, Warren tiene razón: La corrupción es el problema. La vías de transmisión desde la farmacia al paciente está obstruida por eso. Lo que ella omite es el papel clave que la regulación gubernamental juega en esa corrupción.
Cómo la regulación hace que la atención médica sea más cara
La regulación en la industria de la atención médica eleva los precios para los pacientes de muchas maneras.
El sistema de aprobación de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA por sus siglas en inglés) requiere miles de millones de dólares y lleva casi una década recorrerlo. Esto estrangula la oferta al obstaculizar la producción y limita la competencia al impedir que las empresas más pequeñas ingresen en el mercado. Y como nos informa Economía 101, menos oferta y menos competencia significan precios más altos.
La política federal de patentes también restringe la oferta y la competencia, especialmente al bloquear los genéricos. Por ejemplo, como uno de nosotros escribió a principios de este año en «Una guía del gobierno para mantener la insulina inalcazable: 3 pasos fáciles para estar atado al mercado»:
«Aunque el tratamiento de insulina en sí mismo no puede ser patentado, las mejoras en los mecanismos de administración sí pueden serlo. Estas mejoras progresivas, por pequeñas que sean, pueden ser utilizadas para extender la patente de 20 años de un medicamento, un proceso llamado prolongación de la patente o «patent evergreening». La compañía Sanofi presentó 74 solicitudes de patente sobre su insulina Lantus de larga duración —casi todas ellas después de que el medicamento estuviera en el mercado— eliminando los genéricos durante décadas. Los fabricantes de medicamentos buscan prolongar su exclusividad cuando añaden el recubrimiento de las pastillas y alteran los ingredientes inactivos, extendiendo su monopolio pero sin ofrecer ventajas marginales a los pacientes».
Los medicamentos más baratos de una calidad comparable producidos en el extranjero, son simplemente ilegales para importar o revenderlos en los Estados Unidos.
En cada etapa en la que la regulación reduce las opciones disponibles, los pacientes pierden. Los tratamientos que salvan vidas se vuelven más difíciles de acceder y como resultado son más caros.
Para volver a Matson, la regulación aumentó el costo de sus tratamientos de insulina al limitar la innovación competitiva del mercado en cada oportunidad. Una versión genérica de un medicamento o de una bomba de insulina puede bajar el precio hasta en un 90 por ciento, pero el gobierno bloquea los genéricos. Se pueden comprar productos de insulina casi idénticos y perfectamente seguros a los fabricantes de medicamentos canadienses, pero las importaciones son ilegales. Las compañías de seguros fuertemente reguladas están limitadas legalmente a un puñado en cada estado, y cada plan reembolsa solo algunas marcas.
Las farmacias podían dispensar tratamientos populares en la década de 1990 por centavos, en lugar de la costosa tecnología de vanguardia. Matson podría haber estado dispuesta a examinar su nivel de azúcar en la sangre más de una vez al día con tiras tediosas o a lidiar con la molestia de los viales y las agujas si eso significaba que podía conservar su apartamento y a su amado perro. Pero las regulaciones le niegan esa posibilidad.
Los pacientes pierden: ¿quién gana?
Si se quiere entender cualquier esquema regulatorio, habría que preguntarse, ¿quién se beneficia de él? Es posible que los legisladores hayan presentado las normas como protecciones para los pacientes; de hecho, es posible que esa fue la intención sincera de algunos. Pero claramente, el sistema no beneficia a Matson ni a otros como ella. Cuando una receta extramadamente barata y común como la insulina sigue siendo lo más costosa mientras que todo lo que está menos regulado se vuelve menos costoso, las regulaciones se interponen en el camino del progreso.
Así que si no son los pacientes, ¿quién se beneficia?
Los ejecutivos y accionistas de grandes compañías farmacéuticas establecidas ciertamente son los beneficiarios. Poseen las valiosas patentes que evitan que los competidores de productos genéricos los vendan a menor precio. Y los costos de cumplimiento de la FDA pueden afectar sus resultados finales, pero son lo suficientemente grandes como para absorberlos, mientras que los competidores potenciales más pequeños no lo son. Por lo tanto, la regulación crea una barrera a la entrada -una barrera de «hay que ser así de grande para competir», que mantiene afuera a los competidores novatos.
Al sofocar la competencia de las maneras antes mencionadas, la regulación puede proteger la cuota de mercado de los grandes jugadores, otorgándoles márgenes de beneficio inflados y fáciles, a expensas de los pacientes que pagan precios inflados y onerosos por sus medicamentos.
Por supuesto, los burócratas de la FDA también se benefician: un largo proceso de aprobación les proporciona trabajos altamente remunerados. Y para muchos de ellos, el dinero fácil no se detiene ahí. Las grandes compañías farmacéuticas a menudo contratan a exreguladores con salarios muy generosos para ayudar a navegar en el laberinto de la FDA.
Scott Gottlieb fue comisionado de la FDA hasta hace unos meses y ahora forma parte de la junta directiva de Pfizer Inc. El actual Secretario de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos es Alex Azar, un exejecutivo de Eli Lilly.
Una puerta giratoria entre las agencias reguladoras y las compañías que están regulando crea presión para ser «bueno para las (grandes) empresas». Hacerse pequeños favores unos a otros (restar importancia a un juicio desfavorable, atar a un competidor a un papeleo adicional, retrasar la aprobación de una alternativa genérica) anula el interés público, ya que los antiguos y futuros colegas juegan un juego lento y altamente rentable de intercambios de sillas para ser ocupadas.
El problema de la «captura regulatoria»
Cuando las agencias reguladoras son «capturadas» por los grandes jugadores de las industrias que regulan, se le llama «captura regulatoria». La captura regulatoria corre rampante en las industrias altamente reguladas, y no es difícil entender por qué.
En un mercado libre, la forma de «ganar el juego» es sencilla y fija: servir a los clientes mejor que los competidores. Pero en un mercado altamente regulado, las reglas del juego son maleables. Esto abre un nuevo camino hacia el éxito: Ayudar a hacer regulaciones que perjudican a los competidores.
Influir en las reglas del juego se convierte entonces en una gran parte del juego. En lugar de jugar mejor, se puede ganar llamando al árbitro y haciendo que expulsen al oponente. Por lo tanto, ganar influencia sobre los legisladores y los encargados de hacer cumplir las reglas (reguladores) se convierte en algo primordial, y satisfacer a los clientes es lo de menos.
El juego de libre mercado «satisfacer al cliente» se ha caracterizado históricamente por el aumento y la caída de las empresas. Una y otra vez, los Goliaths son derribados por los advenedizos Davids. (Piense en Netflix que destrozó a Blockbuster.) De las compañías en la lista de Fortune 500 de 1955, solo 52 todavía están en esa lista en 2019.
Pero en el juego de mercado regulado «lisiar al competidor», los Goliaths tienen una ventaja adicional. Con sus presupuestos de lobbys y sus conexiones políticas, están en una mejor posición para capturar a sus reguladores y manipular las reglas del juego a su favor.
El poder regulatorio corrompe
Así que Warren tiene razón en cierto sentido: los medicamentos recetados son realmente caros debido a la corrupción. Pero esa corrupción es posible (e irresistible) gracias a la regulación. El poder corrompe, y el poder regulatorio no es una excepción. Este no es un problema del capitalismo, sino del amiguismo: una relación simbiótica entre el gran gobierno y las grandes empresas.
Y las soluciones propuestas por Warren -concentrar aún más el poder con un plan de Medicare para Todos, o permitir que las agencias gubernamentales supervisen la producción de medicamentos genéricos- solo empeoraría el problema. Basta solo imaginar la rentabilidad por requerir solamente medicamentos de marca a través de Medicare; dar más poder a los reguladores aumenta los incentivos de los grupos de interés para manipular a los reguladores en lugar de servir a los clientes.
La solución real a los crecientes costos de la atención médica es implementar menos poder regulatorio, no más. Los grandes disruptores que bajan los precios y aceleran el acceso -los Amazons y los AirBnBs de la atención médica- están ahí fuera, pero la regulación se interpone en su camino. Mientras los reguladores tengan el poder de excluir productos y empresas del mercado, algunas empresas tratarán de jugar con el sistema en lugar de mejorar su juego. Menos manipulación de reglas significaría más competencia, más servicios y precios más bajos para gente como Matson.
La Dra. Laura Williams enseña estrategia de comunicación a estudiantes universitarios y ejecutivos. Es una apasionada defensora del pensamiento crítico, las libertades individuales y la coma de Oxford. Dan Sanchez es el director de contenido de la Fundación para la Educación Económica (FEE) y editor de FEE.org, que fue el primero en publicar este artículo.
Los puntos de vista expresados en este artículo son las opiniones del autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista de La Gran Época.
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