Opinión
Paul Shinkman de EE. UU. escribió el otro día:
«China está considerando la posibilidad de desplegar personal militar y funcionarios de desarrollo económico en el aeródromo de Bagram, quizá el símbolo más destacado de la presencia militar de EE. UU. en Afganistán durante 20 años».
«El ejército chino está realizando actualmente un estudio de viabilidad sobre el efecto de enviar a Bagram trabajadores, soldados y otro personal relacionado con su programa de inversión económica en el extranjero conocido como la Iniciativa de la Franja y la Ruta en los próximos años, según una fuente que fue informada sobre el estudio por funcionarios militares chinos, y que habló con U.S. News bajo la condición de anonimato».
Como decía Moon Unit Zappa: «¡Amordázame con una cuchara!»
¿Estudio de viabilidad? No hay que ser Nostradamus para imaginar cómo va a resultar eso, suponiendo que no se haya hecho ya y que esto sea solo una maniobra de distracción.
¿Por qué los chinos no tomarían Bagram? Está ahí esperando.
Y ningún inmueble podría ser más adecuado para su Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, también conocida como La Franja y la Ruta), que es esencialmente una operación de cebo a gran escala. Los chinos —en realidad el Partido Comunista Chino— prestan al país pobre —en este caso a los empobrecidos talibanes— dinero para modernizar sus infraestructuras con la advertencia de que, si no pagan el préstamo en un tiempo determinado, ¿adivinen a quién pertenece dicha infraestructura?
Bueno, ya sabemos la respuesta. Los chinos están, en esencia, comprando el mundo con la ayuda, fíjese bien, de algunas de las empresas estadounidenses más destacadas (pdf) ocupadas en enriquecerse con más dinero del que la mayoría de nosotros puede calcular.
(Si le interesa conocer el éxito de la BRI, aquí tiene un útil mapa del Council of Foreign Relations).
Lo que ha ocurrido en los últimos días es que China ha conseguido algo absolutamente gratuito, algo por lo que los soviéticos y los Estados Unidos desperdiciaron décadas de personal (trágicamente muerto o herido), material y billones de dólares, por no hablar de que acabaron deshonrándose a los ojos del mundo.
Efectivamente, los chinos son los dueños de Afganistán, de las partes importantes al menos —bases aéreas, puertos, derechos minerales, etc.— o lo serán en breve.
En cuanto a los asuntos internos de los talibanes, los comunistas chinos no van a mover un dedo en lo que respecta al espantoso nivel de derechos de las mujeres o al extenso cultivo y tráfico de drogas al que se dedica el grupo terrorista, especialmente si envían la mayor cantidad posible a Estados Unidos.
Mientras las diversas organizaciones terroristas islámicas dejen en paz a los chinos, éstos les dejarán hacer lo que quieran. Sí, algunos —Al Qaeda, ISIS-K, uno del que aún no hemos oído hablar— pueden armar un escándalo por el trato a los uigures y dar a conocer su presencia violenta, pero me imagino que en última instancia ven a las fuerzas chinas como mucho más despiadadas que las estadounidenses (ahora especialmente) y esto será, en el mejor de los casos, un espectáculo secundario temporal de poca importancia mundial. La realpolitik estará en juego tanto en el lado chino como en el de los talibanes (islámicos), ya que se benefician mutuamente, al menos por ahora.
Entonces, ¿cómo hemos llegado hasta aquí? Si todo esto es tan obvio —y lo es—, ¿no eran conscientes nuestro Departamento de Estado y nuestros militares de cómo resultaría, o ciertamente podría resultar, esto? (¿No habrían dejado al menos una pequeña fuerza de la OTAN custodiando Bagram y destruyendo nuestro armamento?)
Me imagino que muchos de nuestros funcionarios eran —cómo no iban a serlo— conscientes de esta eventualidad. Y eso es muy preocupante.
¿Por qué entonces Estados Unidos cedió Afganistán —un territorio que limita con Irán y Pakistán, entre otros estados, por no mencionar el control de gran parte de las tierras raras y otros recursos clave del mundo— a la China cada vez más totalitaria de Xi Jinping?
Para obtener una respuesta, es difícil no pensar en aquellos días en los que, poco antes de postularse a la presidencia y dar marcha atrás en el tema, nuestro actual presidente nos dijo «los chinos no son nuestros enemigos, señores».
¿Estaba encubriendo sus propias actividades y conexiones que podrían haber quedado registradas en la laptop de su hijo Hunter Biden, gran parte de las cuales aún no se han visto? ¿Tienen los chinos, en el sentido más burdo, algo sobre él? Por desgracia, teniendo en cuenta las operaciones y la gobernanza de nuestro FBI y del Departamento de Justicia, es posible que nunca lo sepamos.
Sin embargo, podemos hacer nuestras propias conjeturas. Pero sean cuales sean, son solo una parte de un zeitgeist general más deprimente.
Hace tiempo que creo —y nuestra extraordinariamente rápida y mal concebida evacuación de Afganistán, dejando atrás no solo Bagram sino suficiente armamento estadounidense como para que el ejército de los talibanes sea casi equivalente al de los italianos, por no mencionar que pusimos nuestra avanzada tecnología militar en manos de los chinos y los rusos, solo recalca esto— que un gran porcentaje de los dirigentes de nuestro Partido Demócrata, así como un porcentaje trágicamente significativo de los republicanos, creen desde hace tiempo que el régimen chino está ganando la batalla entre China y Estados Unidos por la hegemonía mundial. Por lo tanto, están, abierta o encubiertamente, consciente o inconscientemente, lanzándose con el bando chino para su propia ventaja económica (y en menor medida de supervivencia, aunque las dos interactúan).
Nuestras corporaciones de tendencia globalista, como el gigantesco bufete de abogados citado anteriormente, que tratan ampliamente con China, son similares. Van con lo que creen que es el lado ganador.
Y el globalismo no es democracia. Para los globalistas, el voto del pueblo ha sido irrelevante, incluso retrógrado, durante décadas. Es el estado unipartidista mundializado.
Así que, por decirlo de forma excesivamente coloquial, para ellos «salirse» de Afganistán no es gran cosa. Y que China tome el control, bueno, para ellos es solo parte del juego.
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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