Análisis de las noticias
El gobierno sueco está ponderando si debería prohibir imágenes históricas que incluyan escrituras rúnicas y símbolos nórdicos, ya que pueden ser considerados símbolos de «odio».
Esto tampoco es un incidente aislado. En Estados Unidos, las estatuas e imágenes históricas por todo el país —desde monumentos de guerra, a líderes de la Guerra Civil y pinturas de George Washington— han sido blanco de destrucción por parte de individuos que las encuentran ofensivas.
A la juventud en Estados Unidos y otros países se le muestra una nueva historia, la cual critica a sus culturas tradicionales, maldice sus historias fundadoras y condena a sus próceres. A los estudiantes se les enseña a odiar de dónde vienen y a interpretar la historia a través del lente del socialismo.
Es una batalla por la memoria, en una guerra de ideas. Y solo necesitamos echar una mirada a los países que ya han pasado por este proceso para ver cuáles son los objetivos.
En China, el Partido Comunista Chino (PCCh) en el poder destruyó de manera similar las reliquias culturales del país, sus valores y sus tradiciones. Esto se hizo intensamente durante la Revolución Cultural en los 60 y 70.
Pero la destrucción de los 5000 años de cultura china por parte del PCCh no terminó ahí. Incluso recientemente, el PCCh prohibió la representación en películas y videojuegos del legado cultural que destruyó.
Lo mismo ocurrió bajo los regímenes socialistas y comunistas en partes de Europa. El exministro de educación polaco, Ryszard Legutko, describió este proceso en su libro «El demonio en democracia: Tentaciones totalitarias en sociedades libres», como un medio para arrasar con la memoria de lo que el socialismo busca destruir.
Legutko dice que el comunismo fue un sistema que trató de recrear la historia a su propia imagen, a través de movimientos «contra la memoria». Esos que se opusieron a estos sistemas no solo se enfrentaron los gulags, los grupos agresivos y la policía secreta, sino que también «lucharon por la memoria contra el olvido, sabiendo muy bien que la pérdida de los recuerdos fortalecía al sistema comunista volviendo a la gente indefensa y maleable».
Cuando Karl Marx imaginó a los regímenes bajo el socialismo y el comunismo —ninguno de los cuales existía en ese tiempo— él creía que destruirían todas las creencias, tradiciones y morales del mundo. Él y otros comunistas que le siguieron creían que sus ideas remplazaban a todas las demás, y que en los regímenes brutales que seguirían para crear estos sistemas, el fin justificaría los medios.
Luego de tomar el poder, los tiranos socialistas típicamente no están satisfechos con la mera destrucción superficial de la cultura y creencia tradicional, sino que también buscan destruir el pasado, criticando y alterando la historia.
Con estos valores y tradiciones destruidas, el régimen gobernante es capaz de impregnar su poder en cada poro de la sociedad. Legutko escribió que los líderes socialistas creían que «el sistema político debería permear cada sección de la vida pública y privada», para incluir «ética y costumbres, familia, iglesias, escuelas, universidades, organizaciones comunales, la cultura e incluso el sentimiento y aspiraciones humanas».
«Al identificarlos como servidores de la causa de la burguesía, se puede procesar a los filósofos, artistas y escritores bajo la acusación de ser enemigos de la revolución socialista y de estorbar el camino del futuro, a menudo con lamentables consecuencias para los acusados», escribió.
Como explica Legutko, esta misma filosofía de destruir el pasado no solo existe bajo los regímenes socialistas plenos, sino también bajo los sistemas democráticos liberales de Occidente. Él escribió: «Ambos sistemas generan —al menos en sus interpretaciones ideológicas oficiales— un sentido de liberación de los viejos vínculos».
Los sistemas en juego son similares a lo que el autor George Orwell imaginó en su libro «1984», en el cual su régimen ficticio Socialismo Inglés (Socing) había establecido el control absoluto sobre toda la sociedad.
Parte de lo que aseguraba el control del régimen, escribió Orwell, era un sistema que hiciera a la gente olvidar que alguna vez creyeron en algo que se oponía al régimen. «Esto exige una continua alteración del pasado», escribió, notando que alguien bajo este sistema «tolera las condiciones del día presente, en parte porque no tiene estándares de comparación».
Orwell explica que usando esto, se hace que el individuo «crea que está mejor que sus ancestros y que el nivel promedio de comodidad material está en constante crecimiento».
Fiel a lo que pasa en los regímenes socialistas de hoy, Orwell escribió que los eventos pasados «sobreviven solo en los registros escritos y en los recuerdos humanos».
«El pasado es lo que sea en lo que coincidan los registros y los recuerdos. Y como el Partido tiene el control absoluto de todos los registros, e igualmente el control total de las mente de sus miembros, eso implica que el pasado es lo que sea que el partido escoja», escribió describiendo el «control de la realidad».
Cuando el socialismo estuvo tomando control de Europa a principios del siglo XX, el escritor G.K. Chesterton describió sus intentos de arrasar con todo lo que alguna vez existió con el fin de construir su sistema imaginado como algo basado en la desconfianza en el hombre común.
Él escribió: «En estas cosas primarias, en las cuales la vieja religión confió en el hombre, la nueva filosofía desconfía completamente del hombre. Insiste en que deber ser una clase de hombre muy rara como para tener derechos en estos asuntos; y cuando él es de la rara clase, él tiene el derecho de gobernar sobre otros incluso más que sobre sí mismo».
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A continuación
Cómo el comunismo busca destruir la humanidad
Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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