¿Puede existir conciencia sin cerebro?

Los científicos dedican sus esfuerzos a la búsqueda del escurridizo correlato anatómico de la conciencia. Sin embargo, sus orígenes siguen sin estar claros

Por Yuhong Dong M.D., Ph.D., Makai Allbert
30 de septiembre de 2024 8:00 PM Actualizado: 30 de septiembre de 2024 8:02 PM

Ésta es la primera parte de «¿De dónde viene la conciencia?»

Esta serie se adentra en las investigaciones de médicos de renombre para explorar cuestiones profundas sobre la conciencia, la existencia y lo que puede haber más allá.


«Como neurocirujano, me enseñaron que el cerebro crea la conciencia», dijo el Dr. Eben Alexander, que escribió detalladamente sobre sus experiencias con la conciencia mientras estaba en un coma profundo.

Es posible que a muchos médicos y estudiantes de biomedicina les hayan enseñado lo mismo sobre la conciencia. Sin embargo, los científicos siguen debatiendo si esa teoría es cierta.

Imagine a un niño observando un elefante por primera vez. La luz se refleja en el animal y entra en los ojos del niño. Los fotorreceptores de la retina convierten la luz en señales eléctricas que viajan por el nervio óptico hasta la corteza cerebral. Así se forma la visión o conciencia visual.

¿Cómo se transforman milagrosamente estas señales eléctricas en una imagen mental vívida? ¿Cómo se convierten en los pensamientos del niño, seguidos de una reacción emocional: «¡Vaya, qué grande es el elefante!»?

La cuestión de cómo el cerebro genera percepciones subjetivas, incluidas imágenes, sentimientos y experiencias, fue acuñada por el científico cognitivo australiano David Chalmers en 1995 como el «problema difícil».

Resulta que tener un cerebro puede no ser un requisito previo para la conciencia.

«Sin cerebro» pero no sin mente

La revista The Lancet publicó el caso de un francés al que se le diagnosticó hidrocefalia postnatal —exceso de líquido cefalorraquídeo en el cerebro o a su alrededor— a los 6 meses de edad.

A pesar de su enfermedad, creció sano, se casó, tuvo dos hijos y trabajó como funcionario.

Cuando tenía 44 años, fue al médico por una leve debilidad en la pierna izquierda. Los médicos le exploraron a fondo la cabeza y descubrieron que su tejido cerebral había desaparecido casi por completo. La mayor parte del espacio del cráneo estaba lleno de líquido y solo quedaba una fina capa de tejido cerebral.

«El cerebro estaba prácticamente ausente», escribió el autor principal del estudio, el Dr. Lionel Feuillet, del Departamento de Neurología del Hospital de la Timone de Marsella, Francia.

El hombre había llevado una vida normal y no tenía problemas para ver, sentir o percibir cosas.

La revista The Lancet registró el caso de un funcionario francés diagnosticado de hidrocefalia postnatal a la edad de 6 meses. Más tarde, una resonancia magnética reveló un agrandamiento masivo de los ventrículos lateral, tercero y cuarto, un manto cortical muy delgado y un quiste de la fosa posterior. (Ilustración por The Epoch Times)

La corteza cerebral normal es responsable de los sentidos y el movimiento, y el hipocampo, de la memoria. Los pacientes con hidrocefalia pierden o tienen un volumen significativamente menor de estas regiones cerebrales, pero aun así pueden realizar funciones relacionadas.

Incluso sin un cerebro voluminoso, estas personas pueden tener una función cognitiva superior a la media.

El profesor John Lorber (1915-1996), neurólogo de la Universidad de Sheffield, analizó más de 600 casos de niños con hidrocefalia. De ellos, descubrió que la mitad de unos 60 niños con el tipo más grave de hidrocefalia y atrofia cerebral tenían un cociente intelectual superior a 100 y llevaban una vida normal.

Entre ellos, había un estudiante universitario con excelentes notas, un título con honor en matemáticas, un CI de 126 y una vida social normal. El cerebro de este genio de las matemáticas solo tenía 1 milímetro de grosor, mientras que el de una persona normal suele tener 4.5 centímetros—44 veces más.

Un análisis de más de 600 casos de niños con hidrocefalia encontró que de los 60 casos en los que el líquido ocupaba el 95 por ciento del cráneo, alrededor de 30 tenían un coeficiente intelectual superior al promedio. El lado derecho de la figura ilustra la imagen cerebral de un estudiante universitario con un cerebro de 1 mm de grosor que tenía un coeficiente intelectual de 126, lo que lo colocaba en el 5 por ciento superior del extremo superior de la población. (The Epoch Times)

Los hallazgos de Lorber se publicaron en la revista Science en 1980 con el titular «¿Es tu cerebro realmente necesario?».

El cerebro invisible

«Lo importante de Lorber es que realizo una larga serie de exploraciones sistemáticas en lugar de limitarse a tratar anécdotas». Patrick Wall (1925-2001), profesor de anatomía del University College de Londres, fue citado en un artículo de Roger Lewin publicado en Science en 1981 en el que se hablaba del artículo de Lorber.

Los casos de personas sin cerebro desafían las enseñanzas convencionales que la estructura cerebral es la base para generar conciencia. ¿Es nuestro cerebro —que pesa alrededor de un kilo, con unos dos mil millones de neuronas conectadas por unos 500 billones de sinapsis— la verdadera fuente de la conciencia?

Algunos científicos proponen que las estructuras profundas e invisibles del cerebro explican la función cognitiva normal, incluso con hidrocefalia grave. Estas estructuras pueden no ser fácilmente visibles en los escáneres cerebrales convencionales o a simple vista. Sin embargo, el hecho que no sean fácilmente visibles no significa que no existan o que no sean importantes para la función cerebral.

«Durante cientos de años, los neurólogos dan por sentado que todo lo que les interesa lo realiza el córtex, pero es muy posible que las estructuras profundas del cerebro lleven a cabo muchas de las funciones que se supone que son competencia exclusiva del córtex», comentaba Wall en el artículo de 1981.

Estas estructuras profundas desconocidas «son sin duda importantes para muchas funciones», afirmaba en el artículo de 1981 el neurólogo Norman Geschwind (1926-1984), del Hospital Beth Israel, afiliado a la Universidad de Harvard.

Además, las estructuras profundas «son casi con toda seguridad más importantes de lo que se piensa actualmente», afirmaba en el mismo artículo David Bowsher, profesor de neurofisiología de la Universidad de Liverpool, Reino Unido.

«El origen de la conciencia puede estar en ámbitos que aún no hemos explorado». Cuando las teorías médicas no pueden resolver un misterio, la física puede intervenir con un giro argumental, en particular la física cuántica.

Más allá de las neuronas

«Para entender la conciencia, no podemos fijarnos solo en las neuronas», explica a The Epoch Times Stuart Hameroff, director del Centro de Estudios de la Conciencia de la Universidad de Arizona.

Incluso organismos unicelulares como el paramecio demuestran comportamientos intencionados como nadar, evitar obstáculos, aparearse y, lo que es más importante, aprender, sin tener una sola sinapsis ni formar parte de una red neuronal.

Incluso los organismos unicelulares como el paramecio demuestran comportamientos intencionados como nadar, evitar obstáculos, aparearse y aprender sin tener una sola sinapsis o ser parte de una red neuronal. (Proyecto Agua/ CC BY-NC-SA 2.0)

Según Hameroff, estos comportamientos inteligentes, posiblemente conscientes, están mediados por microtúbulos en el interior del paramecio. Los mismos microtúbulos se encuentran en las neuronas del cerebro y en todas las células animales y vegetales.

Los microtúbulos, como su nombre indica, son tubos diminutos dentro de las células. Desempeñan un papel esencial en la división celular, el movimiento y el transporte intracelular y parecen ser los portadores de información en las neuronas.

Las proteínas que forman los microtúbulos (tubulina) son «las más prevalentes o abundantes de todo el cerebro», explica Hameroff a The Epoch Times. Su hipótesis es que los microtúbulos desempeñan un papel clave en la conciencia humana.

«Porque [cuando] se mira dentro de las neuronas, se ven todos estos microtúbulos, y están en un entramado periódico, que es perfecto para el procesamiento de la información y las vibraciones», declaró Hameroff.

Debido a sus propiedades, los microtúbulos funcionan como antenas. Hameroff afirma que sirven como «dispositivos cuánticos» para transducir la conciencia desde una dimensión cuántica.

Dispositivos cuánticos

El físico, matemático y Premio Nobel británico Sir Roger Penrose y Hameroff formularon la hipótesis que los procesos cuánticos generan la conciencia.

Cuántica se refiere a unidades diminutas de energía o materia a nivel microscópico. Sus características únicas pueden ayudarnos a entender muchas cosas que la ciencia actual no puede explicar.

En términos sencillos, los microtúbulos actúan como puente entre el mundo cuántico y nuestra conciencia. Toman señales cuánticas, las amplifican, las organizan y, de algún modo, mediante procesos que no comprendemos del todo, las convierten en las sensaciones, percepciones y pensamientos que conforman nuestra conciencia consciente.

Los microtúbulos pueden explicar hechos desconcertantes sobre el cerebro. Hameroff sostiene que los cerebros de los individuos nacidos con hidrocefalia pueden adaptarse a medida que sus microtúbulos controlan la neuroplasticidad y reorganizan su tejido cerebral.

«Así, con el tiempo, los microtúbulos de ese cerebro se adaptan y reorganizan para mantener la conciencia y la cognición», afirma.

Por tanto, según Hameroff, nuestros cerebros funcionan como procesadores de información que reciben señales del universo y las transforman en conciencia.

El cerebro procesa la información en múltiples escalas, cada una de las cuales vibra a diferentes frecuencias. Las ondas cerebrales oscilan lentamente entre 0.5 y 100 hercios (Hz). Las neuronas individuales disparan más rápido, a 500-1000 Hz. En el interior de las neuronas, los microtúbulos vibran mucho más rápido, en el rango de los megahercios. En la escala cuántica más diminuta, las frecuencias alcanzan niveles increíblemente altos, teóricamente de hasta 10^43 Hz.

Según el neurocientífico Hameroff y el premio Nobel Sir Roger Penrose, nuestros cerebros sirven como procesadores de información, recibiendo señales del universo y formándolas en conciencia. Los microtúbulos, las proteínas más abundantes en las neuronas, pueden actuar como un puente para recoger las ondas del mundo cuántico en nuestro cerebro. Una vez procesada en el cerebro, se genera la conciencia.

Otros científicos también utilizan teorías cuánticas alternativas para explicar las actividades mentales. Un estudio publicado en Physical Review E muestra que las vibraciones de las moléculas lipídicas de la vaina de mielina pueden crear pares de fotones entrelazados cuánticamente. Sugiere que este entrelazamiento cuántico puede ayudar a sincronizar la actividad cerebral, lo que permitiría comprender mejor la conciencia.

Una orquesta cuántica

«En lugar de una computadora de neuronas simples, el cerebro es una orquesta cuántica», explica Hameroff. «Porque hay resonancias, armonía y soluciones en distintas frecuencias, como en la música. Y [por eso] creo que la conciencia se parece más a la música que a una computadora».

La ciencia siempre está evolucionando. El estudio de la conciencia sigue siendo un área de investigación y debate activos en la neurociencia y la filosofía.

Sin embargo, cada nuevo descubrimiento abre nuevas posibilidades. Mientras seguimos explorando estos misterios, mantengamos la curiosidad y la mente abierta.


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