El New York Times acaba de informar que el cantante de pop británico, Sir Elton John:
«lamentó el ‘creciente oleaje de ira y homofobia’ en Estados Unidos y calificó de ‘vergonzosas’ varias leyes aprobadas recientemente en Florida que recortan los derechos de los L.G.B.T.Q.».
¿Cuáles son esas leyes «vergonzosas» de Florida? Según la oficina del gobernador DeSantis:
«Proyecto de Ley de la Cámara (HB) 1557, Derechos de los Padres en la Educación, que refuerza los derechos fundamentales de los padres a tomar decisiones sobre la crianza de sus hijos. El proyecto de ley prohíbe la instrucción en el aula sobre la orientación sexual o identidad de género en el jardín de infantes hasta el 3er grado y prohíbe la instrucción que no es apropiada para la edad de los estudiantes y requiere que los distritos escolares adopten procedimientos para notificar a los padres si hay un cambio en los servicios de la escuela con respecto a la salud mental, emocional o física o el bienestar de un niño. El proyecto de ley se basa en la Declaración de Derechos de los Padres, que se convirtió en ley en Florida el año pasado, y es parte del enfoque del Año de los Padres del gobernador DeSantis sobre la protección de los derechos de los padres en la educación».
¿Qué hay de objetable en prohibir la instrucción en el aula sobre orientación sexual o identidad de género a los niños entre el jardín de infancia y el tercer grado? ¿Por qué querría un adulto en su sano juicio instruir a niños de 5 a 8 años sobre cuestiones sexuales?
Aquellos que tuvieron la suerte de disfrutar de una infancia feliz —antes de la llegada de la pubertad y la confusión, ansiedad y anhelos que conlleva— pueden tener algún recuerdo de ese encantador periodo entre los 5 y los 12 años. Durante esa época de la vida, podías pasarte fácilmente un día entero jugando y explorando el mundo sin que un solo pensamiento sobre el sexo se inmiscuyera en tu conciencia.
La llegada del verano aquí en Texas me recuerda largos días de natación, pesca y juegos en el arroyo. Si, durante uno de estos días despreocupados, se me hubiera acercado un adulto y me hubiera empezado a hablar de sexo, le habría tomado por loco.
Lo único que sabía de sexo era que era algo que parecía interesar a los adultos, y yo sabía que no era un adulto. Por lo tanto, estoy bastante seguro de que habría pensado: «¿Por qué este viejo raro intenta hablarme de esto? ¿No ve que soy un niño?».
¿Qué ha pasado con nuestro concepto de la inocencia infantil? Hubo un tiempo, no hace tanto, en que la celebrábamos. Poetas y novelistas la consagraron en la literatura. Mi libro favorito cuando era niño era «La isla del tesoro» de Stevenson, en el que Jim Hawkins está completamente absorto en su aventura de intentar encontrar el tesoro. Su experiencia con los piratas forajidos es un rito de paso a la edad adulta, simbolizado por la muerte de su padre, pero incluso entonces, el sexo no tiene nada que ver.
Más tarde, cuando leí «Tom Sawyer» por primera vez, recuerdo que no entendía por qué Tom estaba tan interesado en Becky Thatcher. Solo lo entendí más tarde, con la llegada de la pubertad.
Años más tarde, también llegué a comprender que nuestra conciencia de la sexualidad también está estrechamente relacionada con nuestra aguda conciencia de envejecer y perder nuestro aspecto y vitalidad. Este último trauma es otra dura realidad de la vida de la que, en gran medida, los niños pueden librarse antes del inicio de la pubertad.
Aparte de los adultos que tienen un interés sexual en los niños, ¿QUIÉN podría estar interesado en privar a los niños de este período encantador de sus vidas?
En Estados Unidos, los adultos son libres de llevar la vida sexual que deseen con otros adultos. Como todos los adultos razonables que han conservado el sentido común y la decencia, pedimos a todos aquellos que quieren expoliar la inocencia infantil que se ocupen de sus asuntos de adultos y dejen en paz a los niños.
Republicado del Substack de John Leake
Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista de The Epoch Times.
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