Opinión
Donald Trump se encaminaba a un triunfo electoral, sobre todo porque el presidente Biden no se encuentra en su mejor momento personal al grado que en medios demócratas se ha especulado con una posible sustitución de su candidatura.
En redes sociales gente identificada como liberales lamentaron que el tirador hubiera fallado en el atentado. Pero estas expresiones de odio son un fenómeno menor en la circunstancia de este atentado, pues el candidato republicano mostró sangre fría y hay fotografías que favorecen su imagen pública.
En alguna prensa estadounidense se especuló con la versión de auto atentado, lo que ante las evidencias del mismo esto se derrumbó como una tesis absurda. No hay ningún tirador que pudiera disparar a la cabeza de alguien, sólo para rozarla. Otro tiro fue en un costado, pero el chaleco antibalas de Donald Trump evitó que sufriera daños.
El tirador asesinó a un asistente al mitin y dejó heridos de gravedad a otros, antes de morir por la respuesta del Servicio Secreto. El móvil del asesino se desconoce todavía y se trata de un joven de veinte años sin antecedentes de enfermad mental alguna. Las sinrazones de su acción permanecen en el misterio y el FBI no da todavía un informe de esta delicada cuestión.
El hecho es que este atentado va a terminar de favorecer a la candidatura de Donald Trump y se considera por muchos analistas que el camino a una nueva presidencia del republicano está ya abierto.
Para México es importante analizar qué se puede esperar de un gobierno republicano presidido por Donald Trump. En primer término, el gobierno mexicano ha nombrado como canciller a Juan Ramón de la Fuente, quien tiene un mejor perfil para representar al país en esta circunstancia, que el de Marcelo Ebrard.
Ebrard, que primeramente fue identificado como pro chino, terminó provocando aquel señalamiento del propio Trump quien dijo que “nunca había visto doblarse a alguien tan rápido” al referirse a su amenaza de subir aranceles a productos mexicanos si no atendía México el tema de la emigración centroamericana.
Ahora México es de facto “Tercer país seguro” y se cumple así la política gubernamental estadounidense dirigida a los centroamericanos con el lema: “Quédate en México”. Al igual que Turquía México hace esa función, pero no cobra ninguna ayuda internacional como sucede con los turcos.
Trump ha mostrado liderazgo para defender los intereses de su país. México tiene que hacer lo mismo y hacer valer su condición de socio comercial. Se debe dejar atrás la política contradictoria mexicana: apoyar dictaduras como Venezuela, Nicaragua y Cuba, mientras en aspectos esenciales del país no se hace la tarea de buscar acuerdos de mutua conveniencia con Estados Unidos y, al contrario, se actúa «doblándose fácil».
Sería muy importante que el próximo gobierno actuara más allá de la falsa conciencia que representa la ideología y se considere que México es un país diverso, que no puede estar dividido en encono permanente y se debe representar los intereses nacionales y, por tanto, diseñar una política de Estado.
Es previsible que la próxima presión trumpiana se dará en el ámbito de la seguridad. Por eso el tema del crimen organizado en México es prioritariamente un asunto de seguridad nacional y la política estratégica necesariamente tiene que estar diseñada en la Casa Presidencial.
Un error grave del gobierno de Felipe Calderón consistió en tener una Oficina de Presidencia débil y ceder todo el poder a su secretario de seguridad, Genaro García Luna, quien hizo concesiones a la estrategia de la DEA de “golpear al Cártel más violento apoyando al que lo sea menos” en una réplica fuera de contexto de lo que hicieron en Colombia para acabar con el Cártel de Medellín apoyando al Cártel de Cali. Ahora García Luna está en la cárcel en Estados Unidos y la guerra del narco se convirtió en un desastre para la seguridad del país, como algunos denunciamos iba a suceder y sucedió.
Trump y la presidenta mexicana tienen divergencias esenciales en la visión política internacional y en lo que se refiere a valores y cultura. Trump anunció que eliminará de las escuelas y del apoyo gubernamental a la cultura de izquierda y LGBTT+, un punto divergente con la presidenta Claudia Sheinbaum.
Pero es posible que en lo estratégico, y reconociendo que México es diverso y no puede haber una ideología de supremacía “progresista”, defendiendo nuestros intereses nacionales como prioridad, será posible un necesario entendimiento con nuestro principal socio comercial y aliado estratégico geopolítico. Eso es lo que esperamos por el bien del país.
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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