Tempus fugit—»el tiempo vuela». Puede que hoy en día no piense así, pero es realmente cierto, especialmente para su generación.
Fuimos la generación más afortunada de todas… ¡todas! Nuestros padres habían sobrevivido a la Gran Depresión y a la Segunda Guerra Mundial. Mi padre era instructor de artillería de la Marina, y mi madre era enfermera titulada durante la guerra. Nunca perdieron el amor a Dios, a la patria y a la familia. El juramento de lealtad a nuestro país, con la mano sobre el corazón, y las oraciones en nuestras iglesias, nos unieron a todos en esta gran experiencia: ¡nuestra república constitucional!
Mis abuelos vinieron de Irlanda y criaron a seis hijos; mi abuelo trabajó durante años mientras se convertía en médico y muchas veces se llevaba gallinas y huevos como pago. El trabajo duro, el amor a la comunidad, la religión y la dedicación mutua fueron siempre el eje de sus vidas.
Al crecer, mis padres nos inculcaron el amor por la educación —la educación de verdad, aquella en la que estudiabas mucho y traías a casa excelentes notas— y, gracias a esta sólida educación, nos dijeron la verdad: que podíamos ser lo que quisiéramos. En aquella época, las mujeres podían ser enfermeras o maestras. Yo me hice maestra, y en los últimos 60 años de trabajo ejerciendo nueve profesiones diferentes, he enseñado en cada una de ellas en algún nivel.
Vivíamos en la hermosa ciudad de Detroit, un centro de fabricación de automóviles del país, y quizá del mundo: ¡era glorioso! O trabajabas para las empresas automovilísticas o las abastecías. Mi padre tenía dos plantas de estampación y era proveedor. Era la época del optimismo y el crecimiento.
A lo largo de la carrera laboral de los baby boomers, nos levantamos cada día y creamos algo de la nada: ¡riqueza! Por primera vez en la historia, nuestra generación fue la más emprendedora.
Para nuestra generación, la honradez, el apretón de manos y la palabra empeñada eran pautas serias: dime cuáles fueron tus cinco mejores amigos y adónde ibas. Respete a la autoridad: está ahí para proteger y servir. Proteja a los ancianos; cuide a los niños. Tenga hijos. Son el futuro de nuestro país. Busque la alegría en todo lo que haga. Rodéese de personas que le conviertan en un «10»: ese es su regalo y su amistad es el regalo que usted les hace a ellos. A quien mucho se le ha dado, mucho se le espera. Tenga fe en el futuro: participará en gran medida en su creación; ¡hágalo lo mejor que pueda!
Recuerde siempre: temppus fugit, así que úselo sabiamente.
Elaine Pierce, California
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