Cuando mi hijo tenía 4 años, le encantaba todo lo relacionado con la «construcción» y se sintió en la gloria cuando recibió un camión amarillo de plástico para su cumpleaños. Saltando de alegría, me rogó que lo llevara al parque de inmediato. En el arenero, sus ojos brillaban de alegría mientras hacía ruidos de «broom broom» y «bip bip», llenando y vaciando su camión de arena. Estaba en un estado de felicidad absoluta y podría haber jugado con su camión durante horas. Pero, de pronto, vio algo detrás mío y su cara se nubló. Me giré y vi a otro niño que llegaba al parque. Llevaba en la mano un camión volcador: era grande, rojo y tenía luces y sonidos intermitentes. El regocijo que mi hijo había experimentado hace unos momentos fue sustituido por la decepción, mientras miraba su camión más pequeño y «básico». Muy pronto, pidió volver a casa.
Todos vamos a recibir diferentes regalos a lo largo de la vida: un talento para la música, o un mejor amigo que nos entienda de verdad, o vivir en un barrio seguro y acogedor. Cuando percibimos, apreciamos y disfrutamos plenamente de las cosas buenas que ya tenemos, experimentamos satisfacción. Estamos satisfechos con lo que tenemos y nos sentimos agradecidos.
En cambio, cuando comparamos lo que tenemos o lo que hacemos con los demás, perdemos a menudo esa sensación de satisfacción y felicidad. Cada vez que comparamos, nos sentimos superiores o inferiores a otro, y esa es una forma garantizada de sentirnos descontentos e infelices.
En esta era de la tecnología, la comparación es especialmente desenfrenada en las redes sociales. Puede parecer que todos tus compañeros se van de vacaciones fabulosas, o que muestran con frecuencia de cosas brillantes y caras. Puede ser difícil recordar que todos hemos sido bendecidos, de diferentes maneras, y que una foto escenificada y filtrada en Internet no siempre representa la verdadera historia de una persona.
Manténgase en un estado de satisfacción recordando cada día las cosas por las que está agradecido. Afirmaciones como «Me encanta ir a pescar con mi familia» o «Mi nuevo suéter rosa es tan suave y acogedor», nos transportan instantáneamente a un lugar de agradecimiento y alegría. Puede ser un desafío elegir la satisfacción en lugar de la comparación, pero su vida se beneficiará enormemente si mantiene los ojos en su propia suerte.
Melanie Ely, Ontario
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Querida siguiente generación:
Una de las conversaciones más ofensivas que tuve todavía resuena en mi mente. Trabajaba para una empresa de herramientas, como representante de servicio al cliente. Básicamente, ayudaba a los clientes con sus compras de herramientas. Un día el jefe me llamó a su oficina y me hizo una pregunta. Respondí a la pregunta y entonces dijo lo siguiente: «¿Con quién estás hablando? Mírame cuando me hablas». Yo tenía 20 años cuando esto ocurrió y tengo que admitir con vergüenza que me sentía avergonzado. Mis sentimientos estaban heridos y no me gustaba que me hablara así. En aquel momento no me di cuenta de lo baja que era mi autoestima y de lo pésimas que eran mis habilidades comunicativas.
Jóvenes, en esta era de la tecnología en la que todo el mundo se comunica por teléfono, enviando mensajes de texto, publicando e incluso saliendo con alguien, el arte fundamental de la comunicación honesta se está quedando en el camino. Tan difícil como lo fue para mí en aquel entonces, es aún más difícil ahora. He hablado con muchas personas a lo largo de los años, y muchas de ellas no te miran a los ojos cuando te hablan.
El consejo que me dio mi jefe aquel día cambió mi vida y mi confianza. Las conversaciones son vitales. Cuando Jesús convocó a sus discípulos, caminaron juntos y hablaron juntos. Hay un dicho popular, bueno, al menos solía ser popular, que dice: «Mantén la realidad». Cuando se comunica tras la protección de un teléfono o una computadora, no es real. Las citas en Internet no son reales. Mire a la gente a los ojos y hable con ellos. Si nunca ha hecho esto, como yo no lo hice hace muchos años, será difícil al principio, pero créame, ¡puede hacerlo!
Mark Augustine, California
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