Actualmente los jóvenes tienen una ventaja en la comprensión de la tecnología mejor que algunos de nosotros los abuelos, y son muy buenos para enseñarnos lo que saben.
Tengo 88 años ahora y sé que hay algunas cosas que una persona no entendería o pensaría si no las ha vivido a lo largo de su vida.
Estos son algunos de mis pensamientos y hallazgos de mi experiencia personal:
1. Respetar las opiniones de los demás, incluso si no está de acuerdo con ellas. Esto incluye especialmente a sus padres.
2. No juzgue a los demás (…) ese es el trabajo de Dios.
3. Siempre agradezca lo que los demás hacen por usted o le dan. No le deben nada a usted. Mostrar que está agradecido es una cualidad importante de un cristiano.
4. Tengan confianza en sí mismo, no sea arrogante. Una delgada línea los separa. Es una pendiente resbaladiza.
5. No trate de ser otra persona, ya están ocupadas. Usted es el mejor USTED. Siéntase orgulloso y bien por eso.
6. No trate de elevarse ante los demás. Si se siente cómodo consigo mismo, será humilde, compasivo y sabrá escuchar a los demás, ellos a su vez le elevarán en sus mentes.
7. Por último, si quiere sentirse bien, haga el bien a los demás. Por ejemplo, haga algo reflexivo, al azar, para alguien sin esperar algo a cambio.
Steve Osborn
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Llegué a la mayoría de edad en los años 40 y 50, y todos los adultos nos inculcaron la etiqueta: padres, abuelos, tíos, a veces incluso vecinos. Estas son algunas de las reglas que tuvimos que vivir:
– Los niños deben ser vistos y no escuchados.
– Siéntense derechos con los dos pies en el suelo.
– Siempre digan por favor y gracias.
– Siempre pida permiso con un «¿Puedo…?».
– En las comidas, siempre espere a que su anfitriona tome un utensilio antes de empezar a comer.
– Nunca empiece a comer antes que le hayan servido a todos.
– «Las damas (y las niñas) primero» en todas las cosas.
– Los caballeros abren y sostienen las puertas para las mujeres.
– Los caballeros caminan entre las mujeres y la calle en una acera (presumiblemente para protegerlas de las salpicaduras de los vehículos).
Había muchos más. Tales reglas de civismo y etiqueta parecen arcanas hoy en día en nuestro nuevo y valiente mundo de la liberación de la mujer, pero algo se ha perdido en ese movimiento. La grosería y la incivilidad abundan, y la anticuada deferencia a las mujeres es a menudo recibida con hostilidad. Se ha perdido junto con los buenos modales el discurso cortés, la cortesía común y el respeto por los demás. Sin ellas, la vida misma se vuelve más grosera y cruda, y la ira se vuelve más común. La gente se vuelve más egocéntrica y la comunidad está empezando a desmoronarse. La sociedad en su conjunto también comienza a derrumbarse y el conflicto político se está extendiendo.
Las generaciones más jóvenes deberían aprender y practicar buenos modales (aunque parezcan anticuados); respetar a todas las personas, especialmente a las mujeres y a los ancianos, mientras no demuestren que no merecen su respeto; hacer las cosas con moderación y evitar los extremos. Obedecer la Regla de Oro: «Haga a los demás lo que le gustaría que los demás le hicieran a usted». Viva según el lema de los Boy Scouts: «Esté preparado», y la Ley de los Boy Scouts: «Sea digno de confianza, leal, servicial, amigable, cortés, amable, obediente, alegre, ahorrativo, valiente, limpio y reverente». Sea autosuficiente en la medida de lo posible, pero acepte la ayuda ofrecida con generosidad cuando la necesite, y luego haga lo mismo con los demás.
El gran novelista occidental, Louis L’Amour, escribió en una ocasión que el honor de un hombre lo es todo, y que si lo perdía no tendría nada; ya no tendría amigos, no podría pedir dinero prestado y no podría encontrar un trabajo digno. El honor se compone de todas las cosas mencionadas anteriormente: la civilización, los modales, el respeto, la amabilidad, la moderación, pero sobre todo, la honestidad.
James Mulholland
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