Acabo de encontrar un discurso que di en un evento de campaña hace 4 años y medio sobre los males del socialismo. Necesito repetirlo, ya que encaja en el presente. Viví el socialismo de Hitler y Stalin y a menudo me pregunto cómo me sostuve. Incluso cuando era muy joven en los años 30, sabía que mi amada patria estaba cambiando drásticamente. Mis recuerdos de ese período son escalofriantes, especialmente cuando correlaciono muchos de los acontecimientos que presencié con los que se está ocurriendo en Estados Unidos.
Durante los años 30, mi padre era un administrador de ferrocarriles, un puesto muy respetado en ese momento, y lo presionaban para que se uniera al «partido». Pero al darse cuenta que, como representantes del partido, incluían a matones con camisas pardas que rompían ventanas y destrozaban negocios (¿Black Lives Matter?), él se negó.
Finalmente, le ordenaron participar durante dos meses de «reeducación». Regresó a casa en una ambulancia, sin poder recuperarse nunca de las palizas y torturas que había sufrido a manos de los agentes del partido. Murió poco después. Sus últimas palabras para mí fueron: «No te rindas. Nunca te rindas».
Recuerdo que tenía 14 años y necesitaba un tratamiento dental. Después de una dolorosa cirugía, subí a un tranvía con gasas en la boca. Un cobarde agente de la Schutzstaffel (SS) me dio un puñetazo en la cara, dejándome sin dientes. Me oyó hablar de la muerte de mi padre y denigrar al «partido», así que me hizo pagar el precio de mi discurso. Nadie se libró del abuso físico de las SS o de las camisas pardas—jóvenes o viejos, hombres o mujeres, todos estaban en igualdad de condiciones para el abuso.
En los años siguientes, mi maravillosa patria fue presa del venenoso socialismo que se escondió bajo el nombre de National Socialistische Arbeiter Partei Deutschlands o Nacional Socialismo. (Italia lo llamó Fascismo.) Los miembros del partido entraban en las escuelas alemanas (incluso privadas o religiosas) y le decían a los profesores que adoptaran un plan de estudios nacional universal (¿Núcleo Común?).
Mi hermano fue reclutado en el ejército a la edad de 15 años. Me obligaron a salir de la universidad para entrar en servicio, para dirigir y rastrear trenes de municiones con destino a Rusia (Tenían que usar chicas jóvenes para esta tarea ya que todos los hombres estaban en el «Frente Ruso»). Pude ver a Rusia bajo la dictadura del asesino Stalin y lo que el socialismo le hizo a ese país. Vi cuerpos colgando de postes de luz a lo largo de las orillas del río Dniepr (Ucrania), no de sogas sino de ganchos en sus cuellos. Eran disidentes del régimen (marrón o rojo) y los dejaban colgados… Vi muchos, muchos trenes llenos de judíos y disidentes que eran enviados a campos de reeducación, que habían sido convertidos en campos de concentración en 1940 con el propósito de «limpiar la población». Es para esas pobres almas que comparto la historia de mi vida, para siempre recordar y tal vez despertar a otros de los peligros del socialismo y sus derivados.
No teníamos libertad y tampoco medios de comunicación. Tenían que publicar lo que les decían, como el número de aviones aliados que los alemanes supuestamente derribaban a diario (en sus sueños) y, lo ¡bien que le fue en la guerra en Rusia!
Un día, un vecino desesperado vino en su bicicleta a nuestra casa anunciando que tenía un estadounidense en su granero y que no podía comunicarse con él. ¿Podría por favor venir y ayudar? Resulta que su avión fue derribado por la artillería alemana. Tardo siete semanas en regresar a Gran Bretaña. Nos mantuvimos en contacto, él volvió, nos casamos, ¡y aquí estoy! Me convertí en ciudadana estadounidense, abracé mi nuevo país, mi himno, mi bandera, mi Constitución. ¡Cuando voté por primera vez lloré de alegría! Amo a mi país por toda su gloria con todas sus imperfecciones.
Es por muchas de estas razones que soy firme en lo que la “Mayoría Silenciosa” no se calle más, y que las generaciones más jóvenes se eduquen, aprendan del pasado, ¡y aprecien su país dado por Dios!
Margarete Fallat
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Aquí hay algunos pilares dignos: El perdón. La generosidad. La risa. Recuerdos.
Mantener registros breves de cuando alguien te hace daño. Te hará más saludable. Una cita favorita dice: «Errar es humano, perdonar es divino». Es más bendito dar que recibir. Encuentra un refugio para los desamparados o una familia local para ayudar. Escribe una nota de aliento a una viuda. La risa (incluso los profesionales médicos están de acuerdo) es medicinal. De hecho, ¡aprende a reírte de ti misma! No desperdicies tu risa en un «je je”. ¡Practica una risa de vientre!
Cuando un ser querido muere, su memoria no muere con él. Llorar, sí. En su duelo, ensaye esos recuerdos divertidos y conmovedores. Ahora ve a hacer tus propios recuerdos. Por favor, no pienses que cuesta mucho dinero hacer un recuerdo. Nunca olvidaré la primera vez que mi esposo llevó a nuestros hijos (de 7 y 9) a pescar. Se fueron todo el día y hasta la noche. Esperaba que fotografiaran docenas de peces. Llegaron, sudorosos y sonriendo de oreja a oreja. Con un solo pez. Un día haciendo recuerdos.
Marlene Daniels
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Querida siguiente generación:
«Los abuelos esparcen polvo de estrellas sobre las vidas de los niños pequeños». -Alex Haley
Recuperé estos profundos pensamientos de una columna del rabino Gellman. Uno de sus lectores le preguntó: «¿Qué dirías en tus últimos momentos?». Aunque es raro que los jóvenes piensen en sus momentos finales, hay una valiosa lección en esta historia.
En un bar mitzvah que se llevó a cabo en la sinagoga de Rabbi Gellman, era, y sigue siendo costumbre, que el rabino llame a los padres y abuelos para bendecir al niño con sus propias palabras. El menudo abuelo, un sobreviviente del Holocausto, se levantó de su asiento, se acercó a su nieto, miró al alto niño de 13 años y dijo en su marcado acento yiddish: «En esta vida vas a conocer a gente que necesita ayuda. Si puedes ayudarles, ayúdales».
Entonces, según el rabino Gellman, él se sentó y lloró.
Imagina una cultura donde los rasgos de carácter dominantes son el cuidado, la compasión, la bondad, la gentileza y el autocontrol. Si quieres cambiar el mundo, recuerda las palabras de Séneca: «Es culpa de otro si no está agradecido; pero es mía si no doy».
James L. Casale
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¿Qué consejo le gustaría dar a las generaciones más jóvenes?
Pedimos a todos nuestros lectores que compartan los valores eternos que definen al bien y al mal, y que pasen la antorcha, si quieren, a través de su sabiduría y su experiencia duramente adquirida. Creemos que la transmisión de esta sabiduría ha disminuido con el tiempo, y que solo con una fuerte base moral puede ayudar ha prosperar a las generaciones futuras.
Envía tu consejo, junto con tu nombre completo, estado e información de contacto a [email protected] o envíalo por correo a: Next Generation, The Epoch Times, 229 W. 28th St., Floor 7, New York, NY 10001
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El nazismo, el fascismo y el socialismo tienen sus raíces en el comunismo
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