Hay una canción llamada «Dear Younger Me» de un popular grupo cristiano, Mercy Me. Al escucharla un día, empecé a pensar que mi yo más joven debería haber escrito «Dear Older Me» para imaginar qué tipo de persona habría deseado ser. Por eso, cuando leí la propuesta de The Epoch Times de escribir una carta de sabiduría a la juventud, pensé en retar a los jóvenes de nuestro mundo a que hicieran precisamente eso, a que se escribieran a sí mismos una carta.
Les animo a que escriban tres cartas y metan cada una en una cápsula del tiempo, que se abrirá dentro de 10, 20 y 30 años. No escriban tanto lo que desean hacer en la vida, sino más bien en quién desean convertirse. Porque, independientemente de que uno sea rico o pobre, tenga éxito o no tanto, lo que uno haga no importa realmente si carece de carácter y de relaciones. Así que en quién te conviertes es mucho más importante que en qué te conviertes. Esperemos que una cosa de tu lista sea ser y tener un buen amigo.
La verdadera amistad no se encuentra en las redes sociales. Los verdaderos amigos están lo suficientemente cerca como para tomarte de la mano, abrazarte y decirte con palabras que salen de sus bocas cuánto les importas. Aparecerán en persona cuando los necesites y estarán a una llamada de distancia. Las amistades de las redes sociales son falsas. Nadie, absolutamente nadie, vive el 100% de su vida tal y como la presenta públicamente. Es en nuestros pensamientos y momentos más privados donde comprendemos quiénes somos realmente y quiénes son nuestros amigos, y en general todos somos imperfectos en todos los sentidos. Lo falso es enemigo de lo genuino. Las noticias falsas, los cuerpos falsos y la comida falsa son venenosos para lo auténtico. Ser genuino es ser verdadero, puro y libre de cualquier cosa falsa o falsificada (diccionario Webster 1828). ¿No es eso lo que todos deseamos en nuestras relaciones? ¿No sería lógico que también quisiéramos ser auténticos?
Así que les pregunto, ¿qué clase de persona aspiran a ser, hoy y en las próximas décadas? No el cómo, sino el quién serás dentro de 10 años. ¿En 10 años más? ¿Y dentro de 10 años aún más? Tú decides en quién te conviertes. Las decisiones que tomen hoy determinarán quién serán mañana. Sus amigos, aquellos a quienes siguen, aquellos a quienes dirigen y aquellos con quienes pasan el tiempo influyen en esas decisiones. Lo que alimentes a tu mente y a tu cuerpo responderá a esas preguntas.
Cuando tenga 30, 40 o 50 años, ¿qué querrá decir al recordar su juventud? ¿Se arrepentirá? ¿Estará agradecido? ¿Estará orgulloso de las decisiones que tomó y de las relaciones que cultivó? ¿Mirará hacia atrás a las redes sociales en las que estuvo involucrado (sí, todo queda registrado, aunque las «borre») y se sentirá orgulloso de lo que dijo e hizo? ¿Se alegrará de las decisiones que tomó, aunque en su momento fueran desafiantes y difíciles? ¿Incluso si esas decisiones significaban que tenía que quedarse solo? ¿Le agradecerá su cuerpo cómo lo alimentó y los cuidados que le dispensó? ¿Tendrá los pensamientos sanos y la mente despierta? ¿Tendrá el alma pura? ¿Habrá aprendido de los errores y aciertos de los demás, o se habrá adentrado ciegamente en el futuro sin pensar en las consecuencias de sus decisiones? ¿Habrá escuchado a los mayores y más sabios que usted?
¿Qué dirá su yo más viejo de su yo más joven? Responda a esta pregunta y habrá trazado el camino hacia el verdadero éxito en la vida. No importa en qué se convierta, solo importa quién es su auténtico yo y en quién se convertirá. Así que trace un plan y pídale a su yo más viejo que lo revise. Pida ayuda a quienes de verdad le quieren y se preocupan por usted. Acepte el consejo de quienes han vivido tanto su yo joven como su yo viejo, porque ellos tienen una perspectiva que su yo joven nunca podrá tener. Seguro que estarían agradecidos de ayudarle en su viaje, de ayudarle a evitar los errores que incluso ellos cometieron. Proverbios 19:20 en el Buen Libro dice: «Escucha el consejo y acepta la disciplina, para que seas sabio el resto de tus días».
Se requiere sabiduría para discernir la diferencia entre lo falso y lo real. Y en este mundo, lo falso crece cada día. Espero que ustedes, jóvenes, se propongan ser personas genuinas. Así que empiecen su carta: «Querido yo mayor».
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