Como suscriptor de The Epoch Times, leo con interés sus cartas publicadas de lectores que ofrecen sus consejos o experiencias a la generación más joven. Esto me trajo a la memoria un incidente en el que estuve involucrado durante el periodo de entrenamiento básico, en julio de 1966, en Fort Leonard Wood, Missouri, que puede ser de interés para sus lectores.
Con la guerra de Vietnam en pleno apogeo, me puse en la situación de ser reclutado abandonando la universidad para salvar a mi país contra la expansión del comunismo en el sudeste asiático. Jugando a las cartas sobre un baúl cubierto de mantas y vestido solo con mis calzoncillos y mis placas de identificación, me di cuenta que un compañero de reclutamiento se fijaba en mis placas. En aquella época, la religión del soldado se estampaba en la placa junto con el nombre, el número de serie y el grupo sanguíneo. En mi placa de identificación estaba estampada la religión judía.
Cuando le pregunté qué estaba mirando, me dijo: «¿Usted es judío?». En ese momento un pensamiento pasó por mi cerebro: «Genial, mi segunda semana de entrenamiento básico y ahora tengo un problema por ser judío». Le dije que efectivamente era judío y por qué le sorprendía tanto. Entonces me contó que su padre le había dicho que «todos los judíos tenían cuernos en la cabeza y una nariz ganchuda». En ese momento supe que, independientemente de los resultados, tenía que corregir esta idea errónea sobre nuestra raza y, con cierto temor pero con determinación, le dije: «Su papá estaba equivocado. Está viendo a un judío y yo no tengo cuernos en la cabeza ni nariz aguileña».
Era obvio para todos los que estaban sentados alrededor del armario que esta pobre alma perdida que continuaba mirando mi rostro estaba en conflicto con lo que su padre le había dicho. Pude ver la confusión en su mirada porque sabía que estaba pensando que si lo que su padre le dijo sobre los judíos era incorrecto, entonces ¿qué otras cosas le dijo su padre que también eran incorrectas?
Le dije que todos somos iguales ante Dios y que el encontrarnos aquí en Ford Leonard Wood, tomando el estandarte para prestar servicio a nuestro país aceptando ocupar un puesto para derrotar al comunismo nos hace verdaderamente hermanos.
No sé si este hombre fue enviado a Vietnam o si, Dios no lo quiera, su nombre está escrito en el muro de Washington, pero sí sé que en ese momento hubo un individuo del que puedo dar fe que dejó de ser un intolerante ignorante para convertirse en mi hermano.
Steve Lurie, Illinois
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