Comentario
El rechazo es una realidad de la vida.
Este es un hecho inoportuno que no perdona a nadie, incluida la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Ellos han estado llamando a las puertas de los países como decididos vendedores de enciclopedias, ofreciendo las ventajas del instrumento pandémico y del Reglamento Sanitario Internacional (RSI).
Sin embargo, aunque algunas puertas se han abierto más anchas que las proverbiales fauces de un cocodrilo insaciable, otras se han cerrado de golpe.
La saga del rechazo se desarrolla en algunos países como una trágica ópera.
Primero en los paisajes de Eslovaquia, donde la petición de solidaridad de la OMS ha tenido una fría acogida.
El 17 de noviembre, el primer ministro Robert Fico declaró en un discurso que Eslovaquia «no apoyará el fortalecimiento de los poderes de la OMS a expensas de los Estados soberanos en la gestión de la lucha contra las pandemias».
De viaje hacia el sur, al reino famoso por los hobbits y los orcos, el gobierno de Nueva Zelanda se ha enzarzado ingeniosamente en una delicada danza, reservándose su postura contra determinadas enmiendas al RSI.
Este rechazo matizado, reminiscencia de un minué diplomático, se ha desarrollado en medio de complejidades burocráticas, con el gobierno afirmando que era necesaria una «prueba de interés nacional» antes de que Nueva Zelanda aceptara cualquier acuerdo de la Organización de las Naciones Unidas, o de sus agencias, «que limiten la toma de decisiones nacional, y reconfirmen que la legislación nacional de Nueva Zelanda tiene primacía sobre cualquier acuerdo internacional».
En los pasillos del poder de Estonia, 11 diputados han orquestado una sinfonía de rechazo, articulando su desacuerdo mediante una carta en la que denuncian las enmiendas del RSI y los instrumentos propuestos. Es un rechazo meticulosamente compuesto, pronunciado con la precisión de un soneto político.
Además, en la Unión Europea, otros 11 miembros del europarlamento se han unido al coro de rechazo, poniendo de relieve los defectos de procedimiento de las enmiendas del RSI.
En Sudáfrica, dos diputados se han erigido como defensores del proyecto de ley de retirada de la OMS, blandiéndolo como una espada legislativa con el telón de fondo de un paisaje asolado por la pandemia (pdf). El rechazo adopta la forma de desafío legislativo, una narrativa de retirada soberana.
En Filipinas, un proyecto de ley parlamentario ha cobrado impulso, insinuando un posible rechazo que pone a prueba la resistencia de la OMS a medida que cambian las corrientes legislativas en el archipiélago.
Japón ha estado presenciando cómo algunos parlamentarios se oponen a las enmiendas del RSI con una precisión que recuerda a los delicados trazos de un pincel de caligrafía.
En Australia, se observa que diversos grupos se han unido en torno a la bandera del rechazo, presentando a la OMS una «carta popular» colectiva en la que denuncian las enmiendas propuestas en el RSI. Se trata de un rechazo, no individual, sino de la voz colectiva del pueblo.
Mientras que el gobierno laborista australiano apoya plenamente a la OMS, varios senadores australianos desean retirarse del organismo.
«Australia debería rechazar el tratado sobre la pandemia. Debería rechazar estas enmiendas al reglamento sanitario internacional, y Australia debería retirarse inmediatamente de la Organización Mundial de la Salud», señaló el senador liberal por Australia del Sur, Alex Antic.
Por último, en el otro lado del Pacífico, el congresista estadounidense Andy Biggs presentó el proyecto de ley HR79, un himno legislativo que pide la desfinanciación y la salida de la OMS.
Así pues, somos testigos de la danza universal del rechazo, incluso en los sagrados salones de la OMS.
¿Cómo gestionará la OMS el rechazo?
En todo el mundo está resonando una sinfonía de disensiones, cada rechazo es una nota matizada en la compleja composición de la diplomacia sanitaria mundial.
Pero, ¿qué significan los rechazos para el mundo?
En primer lugar, estos rechazos socavan la credibilidad de la OMS.
La OMS funciona según un modelo de colaboración y consenso, por lo que un rechazo trastoca el marco establecido.
¿Las consecuencias?
Esto introduce complejidades en la ejecución del instrumento pandémico y el RSI, lo que hace que el proceso sea notablemente difícil.
Ahora, en el ámbito de las complejidades diplomáticas, este rechazo introduce una aspereza. La OMS, ante el desafío, podría arremangarse para seguir discutiendo, negociando y revisando.
Es un tango diplomático, una danza de matices en la que la OMS trata de abordar las preocupaciones y encontrar ese punto dulce del consenso.
Pero, y esto es lo más importante, la OMS también puede decidir dar un paso audaz sin esperar a que todos los miembros den su aprobación.
Se trata de una apuesta arriesgada en la que la urgencia de la situación sanitaria mundial puede llevar a la OMS a actuar unilateralmente, aunque no todos estén de acuerdo.
En esencia, el rechazo no es solo un rechazo. Este es un acontecimiento sísmico con repercusiones que resuenan en los pasillos de la gobernanza sanitaria mundial. La credibilidad de la OMS se resiente, y el camino que queda por recorrer implica navegar por el laberinto diplomático con delicadeza.
Así pues, marquen sus calendarios —la sexta reunión del Grupo de Trabajo sobre Enmiendas al Reglamento Sanitario Internacional (2005) se celebrará los días 7 y 8 de diciembre.
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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