Precaución: Algunas fotos y audios que verán en el siguiente artículo podrían resultar perturbadores.
“La primera llamada que recibimos fue a inicios de 2021, como a las 23:00 horas. Dos personas nos pidieron que los sacáramos del desierto. Cuando les pregunté quién les dio mi número me dijeron que solo marcaron al azar porque no aguantaban el frío”.
Esta fue la primera vez que unos migrantes pidieron ayuda a Óscar Andrade, un pastor de una iglesia en Tucson, Arizona. Óscar y su esposa Lupita marcaron al 911, enlazaron la llamada y los migrantes fueron rescatados.
“Casi a las dos semanas, entró otra llamada en la madrugada. Era una señora pidiendo ayuda por su hijo que estaba en el desierto. Hicimos lo mismo”, dijo a The Epoch Times.
Óscar y su esposa ya visitaban prisiones, hospitales y albergues de su comunidad, pero nunca se imaginaron que el destino los llevaría a ayudar a los migrantes que quedaban desahuciados en el desierto de Arizona. “Al inicio no sabíamos cómo trabajar con los migrantes, qué teníamos que hacer, cuáles eran los riesgos al entrar al desierto; ignorábamos tanto peligros como los animales y los coyotes”.
La pareja empezó a tomar cursos con la Cruz Roja, los bomberos y FEMA, para poder manejar emergencias, y para marzo de 2021, fundaron Capellanes del Desierto, que actualmente cuenta con cerca de 26 voluntarios en la brigada.
Óscar recuerda que no tuvieron tantas llamadas pidiendo ayuda en 2021, pero al año siguiente, el trabajo empezó aumentar. Para 2023, las llamadas se triplicaron, llegando a recibir hasta 72 pedidos de ayuda por día. Las llamadas normalmente son de los migrantes que los coyotes abandonan en el desierto o de un familiar, dice el pastor.
“Les pedimos que nos digan lo más necesario–nombre completo, fecha de nacimiento, foto reciente, la última vez que tuvo contacto con la persona y qué prendas estaba usando–porque si encontramos sus restos o encontramos ropa, podemos identificar a la persona y dar esa información al consulado, a migraciones y a los forenses”.
Y es que desde las más de 1000 llamadas de emergencia que recibieron en todo el 2023, menos de la mitad logran indicarles coordenadas exactas donde se encuentra el migrante. Y de esas llamadas, aproximadamente 300 son casos en donde los migrantes son encontrados muertos–como un reciente caso de una joven guatemalteca.
“El esposo de una muchacha de Guatemala de 22 años nos contactó y nos dijo que el coyote le había dicho que ella ya no podía caminar, entonces les dieron una coordenada. Pero nosotros ya sabemos que los coyotes nunca dan la coordenada exacta, así que empezamos a buscar hasta dos millas antes de la ubicación que nos dieron, y encontramos los restos de la muchacha”, relató.
“Ya tenía seis semanas en el desierto y cuando llegamos, solo encontramos su credencial y una cobija. Tenía cuatro fracturas en el cráneo. Nosotros no somos médicos forenses, pero al no encontrar ninguna prenda y al ser mujer, pensamos que fue víctima de violación. Llegó el sheriff, se llevó la prenda y la semana pasada nos dijo que en la cobija encontraron semen de diferentes personas”, recordó Óscar.
Y es que los niños y mujeres migrantes son las víctimas número uno de los coyotes. Si la mujer se resiste a una violación, pueden asesinarla, y si los niños no caminan lo suficientemente rápido, son dejados en el desierto.
“A la mayoría que no puede caminar, ya sea hombre o mujer, les dan unas pastillas que se usan para tratar el cáncer. Los enfermos de cáncer consumen diez miligramos, pero los coyotes les dan a los migrantes dos o tres pastillas de 100 miligramos para que aguanten el paso”, dijo. “Cuando pasa el efecto, la persona ya viene reventada por dentro y empieza a tener alucinaciones, convulsiones, o a salirles espuma por la boca. La persona queda agonizando en el desierto y los coyotes la dejan ahí”.
Para el fundador de Capellanes del Desierto, el migrante corre peligro desde que sale de su casa. Los cárteles suelen cobrar entre USD 15,000 a 20,000 por persona para cruzar la frontera. El migrante paga los primeros USD 5000 para salir del país, y desde allí empieza el calvario.
“Cuando el migrante llega a la frontera, el coyote lo vende a otro cártel, y ese cártel se contacta con el familiar, y allí empieza la extorsión”, dijo. “Les quitan los celulares, sus pertenencias, y no les dejan tener contacto alguno con sus familiares. Otros son seleccionados por los mismos cárteles para ser usados como traficantes de drogas y los utilizan para 3, 4, 5 viajes. Y cuando ven que ellos ya no pueden, los dejan a la suerte ahí en el desierto, o simplemente les dan un tiro de gracia”.
“Y las mujeres, dependiendo de qué nacionalidad sean, también tienen un valor”, continuó. “Si vienen de Colombia o Brasil, tienen más valor que las de El Salvador, Paraguay, Guatemala o México. Los coyotes las separan del grupo, las venden a cárteles, ya sea para uso de los mismos jefes o para ponerlas a trabajar en algún antro o en las calles. Ese es otro peligro que enfrentan las mujeres”.
“A los niños también los seleccionan–si están bien de salud o si tienen bonitos ojos–ya sea para abuso infantil, prostitución infantil o venta de órganos. Y al hombre, de igual manera, lo seleccionan para mulas o para ponerlos a trabajar como sicarios y obligarlos a hacer lo que ellos hacen en la frontera”.
Quienes logran hacer la travesía también enfrentan otro peligro–el caminar de 3 a 5 días del lado mexicano para llegar a la frontera de Estados Unidos. Muchos llegan a la línea fronteriza sin agua, cansados o enfermos, y deben cruzar el muro. De ahí, pueden tardar de uno a cinco días antes de llegar al punto de recojo del bus, denominado “punto de levantón”, pero no todos tienen la suerte de salir con vida.
Si el migrante muere en su travesía, los coyotes siguen lucrando con la situación. En un audio grabado por Capellanes del Desierto, se puede escuchar a un extorsionador pidiendo dinero a la madre de Jazmín, una migrante salvadoreña que desapareció en Sonora, para supuestamente ayudarla a cruzar hasta Estados Unidos.
“Los extorsionadores siempre van a pedir a la familia dinero para poder hacer una videollamada o una llamada con el migrante, pero es una mentira. Luego que pagan ya no vuelven a saber de ellos. La mayoría de las llamadas las hacen desde las prisiones. Ellos tienen la información porque los mismos coyotes, la mafia, les da la información, pero es cuando el migrante ya está sin vida”, dijo Óscar.
“Puede pasar uno, dos, tres meses y la mafia sigue extorsionando, porque no hay evidencia de que se encontró un cuerpo”, dijo. En el caso de Jazmín, el rescatista señaló que nunca llegó a cruzar la frontera, y la última vez fue vista en Reynosa, Tamaulipas, trabajando en una discoteca.
Óscar recuerda una conversación que tuvo con un coyote en Arizona, donde el contrabandista le explicó por qué los cárteles veían en los migrantes el negocio más lucrativo. “Me dijo que el migrante es el que más dinero le deja a la mafia, porque si el gobierno les confisca un kilo de cocaína o fentanilo, ese dinero se pierde. En cambio, el migrante ya pagó USD 15,000 para cruzar, y si lo agarra migración, vuelve a cruzar y les vuelven a pagar, y si queda en el desierto los cárteles pueden sacarle hasta USD 50,000 por las extorsiones”, añadió.
A inicios de diciembre, el gobierno de Joe Biden tuvo que cerrar el puerto de entrada de Lukeville, Arizona, debido al flujo descontrolado de migrantes que cruzaron la frontera entre noviembre y diciembre. Según datos de la CBP, se registraron entre 2000 a 2500 detenciones diarias de inmigrantes ilegales en el sector de Tucson–el doble de los arrestos de hace unos meses. Los agentes fronterizos han tenido que reubicarse para poder procesar a los inmigrantes ilegales recién llegados.
Según el brigadista, ahora ha observado que la mafia están cobrando USD 12,000 a los migrantes solo para saltar el muro y luego los deja a su suerte sin indicarles por dónde caminar, haciendo que las condiciones hostiles del desierto y las temperaturas altas sigan amenazando la vida del migrante.
“Los oficiales están trabajando triple turno, hay mucho trabajo. Y cuando entran las llamadas de emergencia ellos ya no pueden actuar inmediatamente porque están ocupados. Nosotros también estamos haciendo lo que podemos para apoyarlos y apoyar a nuestros hermanos migrantes, pero ahora mismo ya no hay un control”.
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