La mayoría de nosotros prestamos atención a nuestra apariencia.
Puede que llevemos sudaderas y sandalias en casa, pero nos ponemos un atuendo adecuado cuando salimos a trabajar al banco. En el restaurante, echamos un vistazo rápido en el espejo del baño para asegurarnos que los dientes no muestren un poco de ensalada. Hacemos ejercicio en el gimnasio para estar en forma, pero también para reducir esa barriga y ganarnos los cumplidos de los amigos. Nos gastamos una fortuna en maquillaje, cirugía plástica y otros cosméticos para mejorar nuestro aspecto.
Pero, ¿cuántos de nosotros prestamos la misma atención a la forma de conversar con los demás, sobre todo cuando los conocemos?
En una convención empresarial, por ejemplo, ¿hablamos sin parar con un desconocido? ¿Estamos tan obsesionados con nosotros mismos que no leemos las señales en su cara y en su lenguaje corporal de que está desesperado por encontrar una vía de escape? ¿Preguntamos y luego escuchamos sin prestar atención a las respuestas? ¿Interrumpimos cuando está hablando, como algunos presentadores de la radio? ¿Contamos chistes inapropiados y luego nos preguntamos por qué no se ríe?
En «El arte de la conversación civilizada», Margaret Shepherd y Sharon Hogan escriben: «La conversación, que es un oficio además de un arte, solo requiere un poco de talento y mucha práctica».
He aquí algunos consejos para ayudarle a dominar ese arte. Sigamos con el escenario convencional, en el que nuestro jefe nos ha presentado a Abigail, de contabilidad.
Recuerde los nombres. Un buen número de nosotros, incluido yo, a veces olvidamos el nombre de la persona a la que nos acaban de presentar en cuestión de minutos. No es bueno. En este caso, podemos ayudar a nuestra memoria repitiendo «Abigail» varias veces durante la conversación posterior. También podemos utilizar trucos del lenguaje. En mi lavandería local, cuando conocí a la encargada, me dijo: «Soy Marty. Rima con party«, y nunca he olvidado su nombre.
Mantenga una distancia apropiada con Abigail. Nadie quiere a un extraño de cerca. Manténgase al menos a un brazo de distancia.
Mantenga el contacto visual. Si mira al suelo o a lo lejos mientras habla, está mostrando desinterés. Céntrese en Abigail.
Por otro lado, evite mirar fijamente. Un hombre que conozco ladea la cabeza y me mira directamente a los ojos durante toda la conversación. Me siento como si estuviéramos en uno de esos concursos de «a ver quién parpadea primero» de la infancia.
Haga preguntas. Si descubre que Abigail creció en Elkin, Carolina del Norte, pero que ahora reside en Houston, acaba de recibir una cesta de preguntas. ¿Cómo es Elkin? ¿Cómo fue crecer allí? ¿Fue dura la transición a Houston?
Por otro lado, evite interrogarla. En lugar de hacer una pregunta tras otra, aporte sus propias experiencias a la discusión.
ESCUCHAR. Esta palabra merece mayúsculas porque escuchar es una parte vital de una buena conversación. Valoramos a las personas que poseen esta habilidad, que nos escuchan de verdad. Y no escuchamos solo con nuestros oídos. Nuestras expresiones faciales y nuestro lenguaje corporal envían el mensaje de que estamos concentrados en lo que dice Abigail.
Dejando de lado el primer consejo, estas herramientas mejoran cualquier conversación: una charla informal con un amigo en el parque, una discusión relacionada con el trabajo con los compañeros de trabajo, incluso una charla con los miembros de la familia.
Como comentan Shepherd y Hogan, «la conversación civilizada, como todo arte, lo conecta con lo mejor de los demás y de usted mismo».
Jeff Minick tiene cuatro hijos y un creciente pelotón de nietos. Durante 20 años, enseñó historia, literatura y latín a seminarios de alumnos que se educaban en casa en Asheville, N.C. Es autor de dos novelas, «Amanda Bell» y «Dust on Their Wings», y de dos obras de no ficción, «Learning as I Go» y «Movies Make the Man». Actualmente, vive y escribe en Front Royal, Va. Visite JeffMinick.com para seguir su blog.
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