Sabiduría atemporal: George Washington consideraba esenciales la religión y la moral para la prosperidad política

Por JOSHUA CHARLES
08 de abril de 2021 6:04 PM Actualizado: 08 de abril de 2021 6:05 PM

George Washington dijo algo que a muchos estadounidenses modernos les parecería un disparate, y no lo hizo en un documento privado, sino en la que quizá sea la declaración más pública de su carrera, su Discurso de Despedida, publicado justo antes de terminar su presidencia.

Dijo lo siguiente:

«La religión y la moral son apoyos necesarios para fomentar las disposiciones y costumbres que conducen a la prosperidad de los estados. En vano se llamaría patriota al que intente derribar esos dos grandes pilares de la felicidad humana, donde tienen sostén los deberes del hombre y del ciudadano. (…) Un tomo entero no podría incluir todas las conexiones que tienen la felicidad privada y pública».

Según Washington, era imposible que un estadounidense se declarara patriota si «trabajaba para derribar estos grandes pilares de la felicidad humana», es decir, la religión y la moral.

Él aportó dos razones para su afirmación. Primero: «¿Dónde hallar la seguridad de los bienes, de la reputación, de la vida, si el sentido de la obligación religiosa abandona los juramentos prestados que son los instrumentos de investigación en los tribunales de justicia?».

Washington se refería a los juramentos prestados por los ciudadanos en los tribunales de justicia, o cuando asumían diversos cargos públicos. Tales juramentos invocaban a Dios como testigo de la veracidad de la afirmación que se hacía, ya fuera con respecto a las pruebas y el testimonio, o a la rectitud de las intenciones de uno al asumir un cargo público. Ningún testimonio de ningún tipo se podía aceptar en un tribunal sin un juramento, ya que si el testigo o el experto mentía, también estaba llamando a Dios mentiroso, y por lo tanto aseguraba que sería maldecido en la otra vida —algo inimaginable para la persona genuinamente religiosa.

Un retrato de George Washington por Gilbert Stuart, 1795. (Dominio Público)

Una anécdota de «La democracia en América» de Alexis de Tocqueville —un francés que visitó Estados Unidos en la década de 1830— arroja algo de luz:

«Durante mi estancia en América, un testigo acudió a un tribunal del condado de Chester (estado de Nueva York) y declaró su incredulidad de la existencia de Dios y la inmortalidad del alma. El juez se negó a aceptar su juramento dado que el testigo había destruido de antemano cualquier confianza en su testimonio. Los periódicos informaron del hecho sin comentarios».

¿Por qué un juez estadounidense considera que la creencia en Dios es esencial para un juramento? Por las mismas razones citadas por William Blackstone, el jurista inglés más citado por los Fundadores:

«La creencia de un estado futuro de recompensas y castigos, el tener ideas justas de los atributos morales del ser supremo, y una firme persuasión de que él supervisa y finalmente compensará cada acción en la vida humana (todo lo cual está claramente revelado en las doctrinas, y forzosamente inculcado por los preceptos, de nuestro salvador Cristo) son el gran fundamento de todos los juramentos judiciales; que llaman a Dios a ser testigo de la verdad de esos hechos, que tal vez solo sean conocidos por él y por la parte que da fe: por lo tanto, toda la evidencia moral, toda la confianza en la veracidad humana, debe ser debilitada por lo irreligioso, y derribada por la infidelidad total».

Esto estaba estrechamente relacionado con la segunda razón que Washington ofreció en su Discurso de Despedida para apoyar su posición: «Permitamos con una gran cautela suponer que la moralidad puede mantenerse sin la religión. Independientemente de la influencia de la educación refinada en las mentes de estructura particular, la razón y la experiencia nos impiden confiar que la moralidad nacional pueda prevalecer eliminando los principios de la religión».

Como he observado frecuentemente, los Fundadores se encontraban entre las generaciones más cultas de la historia. Entre los temas con los que estaban más familiarizados era la historia, especialmente la griega y la romana.

Historiadores griegos como Polibio atribuyeron el auge del Estado romano (entre otras razones) a la gravedad con la que trataban los juramentos (judiciales y de otro tipo) como obligaciones divinas. Estadistas romanos como Cicerón hicieron la misma observación siglos después. Estas creencias mantuvieron unido al Estado romano y reforzaron la confianza mutua de sus ciudadanos.

Asimismo, varios historiadores y estadistas de la antigüedad atribuyeron la caída de la República Romana al declive de las creencias religiosas y a la concomitante desintegración de la moral. Incluso en la época precristiana, consideraban que la religión y la moral estaban indisolublemente unidas debido a la realidad de una vida posterior de recompensas y castigos por las acciones en esta vida. Se puede eludir la justicia del hombre, pero nunca se podrá eludir la justicia de Dios, y esto sirve como una poderosa brida para las peores pasiones humanas.

La creencia en Dios, y en lo que los Fundadores solían denominar un «estado futuro» en el que Él repartiría «premios y castigos» por la conducta de cada uno en la vida, era la piedra angular de sus creencias sobre la necesidad de la religión para una sociedad libre, tanto para los que eran muy religiosos (como Benjamin Rush) como para los menos religiosos (como Thomas Jefferson). Todos ellos estaban de acuerdo en este punto.

Todos decían, con John Adams, de alguna manera lo siguiente:

«Considero que la religión es esencial para la moral. Nunca he leído sobre un personaje irreligioso en la historia griega o romana, ni en ninguna otra historia, ni he conocido a ninguno en la vida, que no fuera un bribón. Nombre uno si puede, vivo o muerto».

Por lo tanto, como afirmaba Washington con tanta contundencia, eliminar estas grandes verdades de la religión y la moral nunca podría ser compatible con el patriotismo.

Joshua Charles es un antiguo redactor de discursos de la Casa Blanca para el vicepresidente Mike Pence, autor del bestseller del New York Times número 1, historiador, guionista/escritor de fantasía y orador público. Ha sido asesor histórico de varios documentales y ha publicado libros sobre temas que van desde los Padres Fundadores, hasta Israel, pasando por el papel de la fe en la historia de Estados Unidos y el impacto de la Biblia en la civilización humana. Fue el editor principal y desarrollador del concepto de la «Biblia de Impacto Global», publicada por el Museo de la Biblia con sede en Washington en 2017, y es un académico afiliado al Centro de Descubrimiento de la Fe y la Libertad en Filadelfia. Es becario de Tikvah y Philos y ha dado conferencias por todo el país sobre temas como historia, política, la fe y la visión del mundo. Es concertista de piano y tiene un máster en Gobierno y una licenciatura en Derecho. Sígalo en Twitter @JoshuaTCharles o consulte JoshuaTCharles.com.


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