Salvar la libertad un niño a la vez

Por JEFF MINICK
21 de abril de 2021 4:06 PM Actualizado: 21 de abril de 2021 4:06 PM

Esopo contó hace tiempo la historia del lobo y el perro.

El lobo estaba hambriento, delgado como un rayo, cuando se encontró con un perro fuerte y bien alimentado. Cuando el perro se entera que el lobo apenas sobrevive, lo invita a ir a vivir con él en la granja. «Tendrás mucha comida y golosinas de todo tipo», le dice el perro. «Y todo lo que tienes que hacer es ladrarle a los extraños y hacer un escándalo con los dueños y los niños de la granja. Es una vida fácil».

El lobo saliva ante esta perspectiva cuando nota el collar del perro. «¿Qué llevas en el cuello?»

«Ah, eso», responde el perro. «No es nada. Solo se usa cuando me encadenan».

«¿Tienes que llevar una cadena? ¿No eres libre de hacer lo que quieras o de ir donde te plazca?»

«No todo el tiempo», dice el perro. «¿Pero a quién le importa?»

«Muchas gracias», dice el lobo, «¡pero mantendré mi libertad!».

Y con eso, se da la vuelta y sale huyendo hacia el bosque.

El campo de batalla hoy

La fábula de Esopo es una excelente metáfora de la agitación política actual. Algunos estadounidenses quieren preservar sus libertades tradicionales y vivir lo más posible sin que el gobierno se inmiscuya en sus asuntos. Otros, como el perro de Esopo, están dispuestos a llevar un collar si sus amos se preocupan por ellos. Esta diferencia de valores está en el centro de las batallas políticas actuales.

No se puede dudar que el colectivismo ha ganado adeptos entre los estadounidenses del siglo XXI. Una encuesta de Gallup de 2019, por ejemplo, muestra un incremento de personas con opiniones positivas sobre el socialismo, pero reportó también que las opiniones de los estadounidenses sobre el socialismo son «complejas» y «matizadas y multifacéticas».

Sospecho que una de las razones por las que esas opiniones son «complejas» y «matizadas» proviene de la ignorancia, en particular entre nuestros ciudadanos más jóvenes. Según el grupo Víctimas del Comunismo, un tercio de los millennials cree que se asesinó a más gente bajo George Bush que bajo Joseph Stalin. Casi la mitad de los miembros mayores de la Generación Z, los nacidos en 1997 y después, afirman que votarían por un socialista, y 1 de cada 5 votaría por un comunista. De ser cierto, debemos asumir que estos jóvenes no saben absolutamente nada de los oscuros trasfondos de los movimientos colectivistas de los últimos 100 años, los asesinatos de millones de personas en todo el mundo, el encarcelamiento de otros millones y la supresión de las libertades más básicas.

Pero las opiniones positivas sobre el socialismo o el comunismo no provienen solo del lavado de cerebro o de la ignorancia de la historia del colectivismo. Estos mismos jóvenes también desconocen el capitalismo, la Constitución y las libertades tradicionales estadounidenses.

Nuestro perdido amor a la patria

En su libro de 1995 «El fin de la educación» —el título es una espada de doble filo— Neil Postman examina un informe en el que se evaluaban los objetivos educativos de la Junta de Regentes de Nueva York. El informe incluía 41 objetivos orientados a «lo que los niños deben ser, saber y ser capaces de hacer». Postman observa a continuación que uno de los objetivos —»adquirir y/o profundizar en el amor a la patria»— está ausente en el informe. Luego escribe que esta omisión no es inusual, pero que esta «reticencia a incluir el patriotismo como un ‘valor'» es típica de los sistemas escolares de todo el país.

Y eso fue hace 26 años.

Muchos estadounidenses de todas las tendencias políticas están enfadados por la cultura de la cancelación, la corrección política y la mentalidad colectivista de nuestros periodistas, nuestros académicos y algunos de nuestros políticos, pero olvidamos que estas personas solo hacen eco de lo que otros les han enseñado. Al parecer, nunca aprendieron las virtudes de Estados Unidos, la belleza del sueño americano y los logros e ideas que hicieron de esta nación una tierra de oportunidades. La prueba de que muchos todavía ven a Estados Unidos como una tierra de oportunidades se puede ver en nuestra frontera sur, donde masas de inmigrantes piden la entrada. Nadie está golpeando las puertas para entrar en Corea del Norte, Cuba o China.

Nos situamos en la brecha

Entonces, ¿qué podemos hacer como individuos para frustrar este giro hacia el socialismo y promover el amor por América y la libre empresa entre nuestros conciudadanos?

Podemos empezar, como con tantas cosas buenas, en nuestros hogares y con nuestras familias, especialmente con nuestros hijos y nietos. En esas ciudadelas, podemos enseñar y practicar la independencia, la responsabilidad, la libre empresa y el patriotismo.

Independencia

Debemos amar —y amar con pasión— las libertades que se encuentran en nuestra Carta de Derechos y las demás libertades otorgadas por la ley natural. El derecho a nuestros propios pensamientos, las libertades de expresión y de reunión pacífica, el derecho a poseer armas de fuego y todos los demás dones de la naturaleza: No son dispensas otorgadas por ningún gobierno, sino que son derechos de la persona humana otorgados por Dios.

Los estadounidenses han muerto, sangrado y sufrido por el mantenimiento de estos derechos. Renunciar a ellos casualmente a cualquier gobierno o movimiento político es escupir el pasado, traer la ruina al presente y poner en peligro nuestro futuro. En cambio, debemos atesorar esa libertad y enseñar estos principios a nuestros hijos.

Responsabilidad

La libertad conlleva responsabilidad.

La responsabilidad significa cargar con el peso, bueno y malo, de nuestras acciones. Cuando tomamos el mando de nuestras circunstancias, estamos obligados a tomar también el mando de nosotros mismos.

Podemos enseñarle a nuestros hijos la responsabilidad no tanto con palabras como con nuestros actos. Cuando nos ven aceptar las repercusiones de las decisiones que hemos tomado en lugar de señalar con el dedo al destino o a otras personas, los estamos guiando un paso más hacia la edad adulta.

Permítanme poner como ejemplo a mis propios hijos. Han crecido viéndonos a mi esposa y a mí trabajar duro: gestionando un establecimiento de alojamiento y desayuno y una librería, llevando libros por todo el sureste para venderlos en ferias de libros de educación en casa, y trabajando fuera de casa en varios empleos a tiempo parcial para subsistir. Confieso que a Kris y a mí se nos daban fatal los negocios y las finanzas personales, pero eso no fue lo que vieron mis cuatro hijos. Fueron testigos de cómo sus padres trabajaban duro y de forma independiente, y todos ellos han copiado ese ejemplo con, me enorgullece decir, mucho más éxito del que yo he conseguido.

Libre empresa

El capitalismo y la libre empresa, no el colectivismo, han enriquecido el mundo. En los años inmediatamente anteriores a que la pandemia ocasionara cierres y quiebras de empresas, la pobreza en el mundo estaba disminuyendo, y el desempleo en Estados Unidos también estaba disminuyendo, con importantes avances en el mercado laboral entre los negros y los hispanos.

Debemos enseñarle a nuestros hijos el enorme beneficio que la libre empresa aporta al mundo y al espíritu humano. Debemos mostrarles también que los gobiernos colectivistas como los de Venezuela, Cuba y Corea del Norte tienen como resultado la miseria y la pobreza para los ciudadanos de esos países.

No necesitamos un aula ni libros de texto para transmitir estas lecciones. La mesa de nuestro comedor puede servir de aula, y las discusiones durante una comida pueden ser las lecciones del día.

Patriotismo

A pesar de todos los ataques contra Estados Unidos desde dentro y desde fuera en las últimas décadas, el hecho es que nuestro país ha hecho más bien por sus ciudadanos y por el mundo en general que cualquier otra nación en la historia.

¿Somos perfectos? En absoluto. ¿Hemos cometido errores? Por supuesto.

Pero la prosperidad de nuestros ciudadanos a lo largo del tiempo y la ayuda exterior que hemos distribuido por todo el mundo prueban los frutos de nuestros ideales y valores. En lugar de denigrar a Estados Unidos, deberíamos enseñar a nuestros hijos a honrar a este país por sus muchos éxitos y a comprender sus fracasos.

En «Tierra de esperanza: una invitación a la gran historia americana», un libro que le recomiendo a todos, Wilfred McClay escribe: «Uno de los peores pecados del presente —no solo del nuestro, sino de cualquier presente— es la tendencia a condescender con el pasado, lo cual es mucho más fácil de hacer cuando uno no se molesta en conocer el contexto completo de ese pasado o en tratar de comprender la naturaleza de sus desafíos tal y como se presentaron en su momento».

Con demasiada frecuencia, a nuestros alumnos les enseñan lo negativo del pasado de nuestro país. Nuestros libros de texto y nuestros profesores deberían, en cambio, ofrecer una visión equilibrada de nuestra historia. Podemos ayudar en esta tarea presentándole a nuestros hijos libros como «Tierra de Esperanza» («Land of Hope”) y a través de discusiones familiares.

El colectivismo: Una visión positiva

Por supuesto, no podemos ser Robinson Crusoe, viviendo en una isla desierta y velando sólo por nosotros mismos. Vivimos en comunidades y en un país con una larga historia de voluntarios y asociaciones para promover el bien público. La mayoría creemos en la educación de nuestros jóvenes, en ayudar a los pobres y a los ancianos, en la seguridad de nuestras calles y ciudades, en la defensa de nuestras costas frente a los invasores extranjeros y en el trabajo conjunto para construir una sociedad mejor.

Esto también es colectivismo. La diferencia es que entramos en estos esfuerzos a través de las elecciones y la libre elección. Hasta hace poco, el gobierno no imponía su voluntad a los estadounidenses. Los que trabajaban para el gobierno —políticos y burócratas— eran considerados servidores del pueblo. Ahora se ha dado la vuelta a esa idea.

Es hora de cambiar, y podemos empezar de nuevo enseñando a nuestros hijos los peligros de un gobierno que actúa como un dictador.

Recordando quiénes somos

El 19 de abril de 1775, comerciantes y agricultores estadounidenses dispararon los primeros tiros de la Guerra de la Independencia en las batallas de Lexington Green y Concord. Luchando como individuos y como fuerza colectiva contra las tropas británicas, estaban luchando contra la opresión y los «impuestos sin representación». Con el tiempo, lucharían por la libertad.

Mantengamos vivo el recuerdo de esos patriotas mientras nosotros también luchamos por mantener nuestras libertades. Recordemos a todos los hombres y mujeres cuyos sacrificios y sueños ayudaron a construir este país, y aseguremos que nuestros hijos conozcan también sus nombres y sus actos. Recordemos que seguimos siendo la «tierra de los libres y el hogar de los valientes». Recordemos que somos los herederos y amantes de la libertad.

Recordemos que somos estadounidenses.

Jeff Minick tiene cuatro hijos y un creciente pelotón de nietos. Durante 20 años, enseñó historia, literatura y latín a seminarios de estudiantes educados en casa en Asheville, N.C. Es autor de dos novelas, «Amanda Bell» y «Dust on Their Wings», y de dos obras de no ficción, «Learning as I Go» y «Movies Make the Man». Actualmente, vive y escribe en Front Royal, Va. Visite JeffMinick.com para seguir su blog.


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