“Es curioso que el coraje físico sea tan común en el mundo y el coraje moral tan raro”, escribió Mark Twain hace más de un siglo.
Si el valor moral significa saber lo que es correcto y hacerlo y defenderlo a pesar del miedo o las barreras, ¿diría que hemos mejorado con los años? Mi corazón quiere decir que sí, pero mi cabeza me dice que no. Cada día parece traer malas noticias sobre el declive de la valentía moral.
Cuando vemos actos de coraje moral debemos reconocer y aplaudir a quienes lo demuestran. Deberíamos sentirnos animados a practicarlos más nosotros mismos.
Aquí hay un ejemplo. Sucedió hace tres años, pero todavía está presente y en el centro de mi mente. La historia proviene de Kansas City, Missouri. Una madre afroamericana, soltera y luchadora, de nombre Shetara Sims, que perdió su trabajo al comienzo de la pandemia y a su hija debido a la violencia callejera en 2012, hizo algo increíble. Solo disponía de siete dólares, pero cuando encontró un billete de un dólar en el suelo, compró un billete de lotería y ganó 100 dólares. Sorprendentemente, donó todas sus ganancias para ayudar a un oficial de policía que había recibido un disparo en la cabeza unos días antes. (Lea sobre esto aquí).
Shetara no tenía la obligación de hacer esa donación y seguramente tenía facturas propias que pagar. No habría estado mal de ninguna manera si hubiera gastado las ganancias en sí misma. Estaba agradecida por la forma en que la policía manejó la muerte de su hija en 2012 y, en cierta medida, este obsequio le permitió expresar esa gratitud. La policía de Kansas City respondió creando una página de GoFundMe con el objetivo de recaudar 10,000 dólares para Shetara. En pocos meses generó más 167,000 dólares.
Con el dinero que esos policías recaudaron para ella, Shetara fundó una empresa en 2021 llamada Prestige Hauling & Delivery. Desde entonces ha ayudado a varias decenas de personas a obtener licencias de conducir comerciales y tener un nuevo comienzo en la vida.
Aquí hay otra historia, una que tiene unos 30 años que he contado y vuelto a contar cien veces. Puede leer sobre esto en el libro de Ted Engstrom, «Integridad«. El escenario fue la pequeña ciudad de Conyers, Georgia, una ciudad llena de ciudadanos patriotas, autosuficientes y llenos de sal de la tierra.
Cuando los funcionarios de la escuela descubrieron que uno de sus jugadores de baloncesto que había jugado 45 segundos en el primero de los cinco juegos de postemporada de la escuela, en realidad no había sido elegible escolásticamente, le devolvieron el trofeo del campeonato estatal que el equipo acababa de ganar unas semanas antes. Si simplemente se hubieran quedado callados, probablemente nadie más lo hubiera sabido y podrían haber retenido el trofeo.
Para su eterno crédito, el equipo y el pueblo, aunque estaban abatidos, respaldaron la decisión de la escuela. El entrenador dijo: “No sabíamos que no eras elegible en ese momento… pero tienes que hacer lo que es honesto y correcto y lo que dicen las reglas. Le dije a mi equipo que la gente olvida los puntajes de los juegos; nunca olvidan de qué estás hecho”.
En la mente de la mayoría, no importaba que se perdiera el título del campeonato. El entrenador y el equipo seguían siendo campeones, en más de un sentido. Apuesto a que esos estudiantes aprendieron una lección de coraje moral que nunca olvidaron.
Todos deberíamos inspirarnos en tales historias. Más de ellos pueden ser justo lo que necesitamos para levantar tanto nuestro espíritu como nuestro carácter. Si está de acuerdo, eche un vistazo a “¿Somos lo suficientemente buenos para la libertad?” y anime a sus amigos y familiares a leerlo también. ¡Gracias!
Este artículo fue publicado originalmente en FEE.org
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