Es oficial: la COVID-19 nos ha dejado enfermos de preocupación y cada vez más abatidos, y nuestros jóvenes —entre 18 y 29 años— son los que más lo sienten. California proporciona una imagen de lo que la mayor parte de la nación está experimentando. Las encuestas semanales realizadas por la Oficina del Censo de Estados Unidos desde fines de abril hasta fines de julio ofrecen una visión sombría de las consecuencias de la pandemia en la salud mental de la nación. A finales de julio, más del 44 por ciento de los adultos de California que respondieron reportaron niveles de ansiedad y pesimismo asociados en su mayoría con los diagnósticos de trastorno de ansiedad generalizada o trastorno depresivo mayor, una cifra impresionante que aumentó durante los meses de verano a la par de la amenazante propagación de COVID-19.
Estados Unidos en general han seguido un patrón similar, dado que cerca del 41 por ciento de los adultos encuestados en todo el país registraron síntomas de ansiedad o depresión clínica durante la tercera semana de julio. En comparación, solo el 11 por ciento de los adultos de EE. UU. registraron esos síntomas en una encuesta similar realizada a principios de 2019.
Las respuestas de julio mostraron una marcada variación geográfica, los residentes de los estados del oeste y del sur, donde el virus sigue manteniendo su agresividad, registraron en promedio una mayor angustia mental.
Las conclusiones reflejan un sentimiento generalizado de desesperanza ante la gravedad de la crisis mundial. La mayoría de los adultos han estado amarrados en sus casas en un estancamiento forzado, muchos en relativo aislamiento. La tasa de desempleo alcanzó su nivel más alto desde la Gran Depresión de los años 30. Miles de familias en toda California y decenas de miles en EE.UU. han perdido a personas por el virus. No hay una indicación clara de cuándo, o incluso si la vida volverá a la normalidad.
«La pandemia es la primera ola de este tsunami, y la segunda y tercera ola van a ser realmente esta pieza de salud mental», dijo Jessica Cruz, directora ejecutiva de la Alianza Nacional de Enfermedades Mentales de California.
Las encuestas fueron parte de una novedosa asociación entre el Centro Nacional de Estadísticas de Salud y la Oficina del Censo para proporcionar estadísticas relevantes sobre el impacto del coronavirus. En encuestas semanales en línea durante tres meses, la Oficina del Censo hizo preguntas a unos 900,000 estadounidenses para cuantificar sus niveles de ansiedad o depresión. Las cuatro preguntas de la encuesta corresponden a una versión modificada de una herramienta de detección común que los médicos utilizan para diagnosticar enfermedades mentales.
A los encuestados se les preguntó con qué frecuencia durante los últimos siete días: se habían angustiado por sentirse sin esperanza o deprimidos; se les dio un puntaje basado en la frecuencia con la que habían experimentado esos síntomas durante la semana anterior, que iba desde nunca hasta casi todos los días. Las puntuaciones altas en las preguntas sobre la ansiedad indicaban síntomas asociados con el trastorno de ansiedad generalizada. Las puntuaciones altas en las preguntas sobre la depresión indicaban síntomas de un trastorno depresivo grave.
Tanto en California como en todo Estado Unidos, los síntomas de depresión y ansiedad fueron más pronunciados entre los jóvenes, y generalmente disminuían con la edad. Por ejemplo, casi tres de cada cuatro encuestados de California entre los 18 y los 29 años de edad informaron de que «no habían podido dejar de preocuparse o controlar la preocupación» durante varios de los siete días anteriores. Y el 71 por ciento registró sentirse «deprimido o desesperado» durante ese tiempo.
Curiosamente, los encuestados de 80 años o más —un grupo de edad con muchas más probabilidades de sufrir y morir a causa de COVID-19— no registraron por lejos los mismos niveles de angustia. Solo el 40% informó sentirse deprimido o desesperado durante al menos varios días en la semana anterior, y el 42% registró una preocupación incontrolable.
Cruz dijo que eso se puede deber a que los jóvenes se sienten más cómodos expresando su preocupación y tristeza que sus padres y abuelos, y añadió que el hecho que lo exterioricen es algo bueno. Sin embargo, incluso antes de la pandemia, los índices de suicidio entre adolescentes y los jóvenes estaba en ascenso durante todo el año en todo el país, y las salas de emergencia de California habían registrado un fuerte incremento en la cantidad de jóvenes que buscaban atención para crisis de salud mental.
Algunos investigadores han mencionado el alcance omnipresente de los medios de comunicación en las redes sociales —y con eso un mayor sentido de inferioridad y asilamiento— como factores del aumento de las luchas por la salud mental entre las generaciones más jóvenes. La COVID-19 podría estar exacerbando esos sentimientos de aislamiento, dijo Cruz.
Las encuestas del censo también encontraron mayores índices de depresión y ansiedad entre los que han perdido sus trabajos durante la pandemia. Los jóvenes del sector servicios se han visto especialmente afectados por los cierres económicos a gran escala. En julio, la tasa de desempleo entre los trabajadores estadounidenses de 20 a 24 años fue del 18 por ciento, comparado con el 9 por ciento entre los trabajadores de 25 a 54 años, según la Oficina de Estadísticas Laborales de Estados Unidos.
Otros señalaron que muchos otros adultos jóvenes que normalmente estarían inmersos en la vida universitaria están atascados en el sofá de la casa de sus padres, viendo a un profesor en internet, con poca vida social y sin trabajo remunerado después de las clases.
«Algunas de las cosas que generalmente ayudan a mejorar el estado de ánimo han sido más difíciles y más desafiantes ahora», dijo Paul Kim, director de los servicios de consejería de la Universidad de California-Davis. «Así que creo que el trabajo de algunos de nuestros consejeros es ayudarles a pensar: ‘¿Cómo es que, por ejemplo, se mantiene conectado socialmente mientras está socialmente distante?'».
Los californianos con menores ingresos también reportaron mayores niveles de ansiedad o depresión. Alrededor del 72 por ciento de los encuestados de California con ingresos familiares inferiores a 35,000 dólares registraron «poco interés o placer en hacer las cosas» durante al menos varios de los siete días anteriores, según un promedio de los resultados de la encuesta del 2 al 21 de julio.
«La gente ha tenido muchos problemas para acceder a los beneficios de desempleo, lo que no ha sido un camino fácil», dijo Jo Campbell, terapeuta y directora de operaciones integradas de la Clínica Comunitaria de Hill Country, que ofrece servicios a clientes, muchos de ellos económicamente desfavorecidos, en el condado de Shasta.
Algunos expertos dijeron que les preocupa que la caída hacia la depresión y la ansiedad pueda durar más tiempo que la pandemia misma, particularmente si la economía cae en una recesión prolongada.
«La pandemia probablemente tendrá implicaciones a corto y largo plazo en la salud mental y el uso de sustancias», dijo Laura Pancake, vicepresidenta de Pacific Clinics, uno de los mayores proveedores de servicios de salud mental al sur de California. La pandemia «solo ha incrementado los desafíos existentes que muchos enfrentan, incluyendo el desempleo, la mala salud y otras barreras», agregó.
Phillip Reese es un especialista en reporte de datos y profesor asistente de periodismo en la Universidad Estatal de California-Sacramento. Esta historia de KHN se publicó por primera vez en California Healthline, un servicio de la Fundación para el Cuidado de la Salud de California.
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