Moscú, 31 ene (EFE).- Los partidarios de Alexei Navalny, mantuvieron hoy el pulso al presidente Vladímir Putin con protestas en toda Rusia para exigir la liberación del líder opositor y expresar su indignación con la situación económica y social en el país, y lo hicieron en medio de la represión y la detención de más de 4400 personas.
«Vine a defender mis derechos y los derechos de los presos políticos. Esto me importa y creo que debe importar a todos», dijo a Efe la estudiante Sofía, una estudiante que participó junto a otros miles de ciudadanos en la protesta de Moscú.
Las marchas en apoyo de Navalny tuvieron lugar en más de 140 ciudades, desde Vladivostok en el Lejano Oriente, a Novosibirsk en Siberia, Yekaterimburgo en los Urales, San Petersburgo en el mar Báltico o el centro del poder, en Moscú.
Y eso pese a que miles de policías fueron desplegados en todo el país para tratar de impedir que se repitan las imágenes del pasado día 23, cuando más de 110,000 personas asistieron a la primera convocatoria del líder opositor para desafiar al Kremlin.
En Moscú, las fuerzas de seguridad impidieron a los manifestantes el acceso a la plaza de Lubianka, donde se encuentra el Servicio Federal de Seguridad (FSB, antiguo KGB), por lo que se desviaron a otros puntos de la ciudad cada vez que aparecía la policía.
En San Petersburgo fue imposible llegar a la céntrica Avenida Nevski y los ciudadanos tuvieron que congregarse cerca del Teatro de Juventud, la plaza Sennaya y la Asamblea Legislativa.
Todas las medidas de seguridad en vano
Sin embargo, todos los intentos de las autoridades rusas de bloquear los accesos a los puntos de reunión con vallas, cordones policiales y el cierre de estaciones de metro fueron en vano, ya que decenas de miles de rusos volvieron a salir a protestar.
Y es que a la indignación por el caso Navalny se ha sumado el malestar de muchos rusos por la mala situación económica y social en el país, donde los ingresos reales cayeron un 3.5 por ciento en 2020 y donde 19.6 millones de personas vive por debajo del nivel de subsistencia.
Mientras, tienen que ver en un video publicado por Navalni —que tiene ya más de 104 millones de visionados— un palacio opulento a orillas del mar Negro que pertenece supuestamente a Putin y que el opositor considera el «mayor soborno de la historia».
De ahí no era raro ver hoy en Moscú a algunas mujeres con escobillas de baño en la mano en alusión a las de 700 euros que habría en el palacio, o escuchar gritos de «disco acuática» por una lujosa fuente con luces y música que se encontraría en el patio del complejo.
Uso de la fuerza y detenciones masivas
En todo el país se vieron este domingo de nuevo escenas de detenciones con un uso excesivo de la fuerza, a pesar del carácter pacífico de las protestas. Varias personas resultaron heridas.
Según el portal OVD-Info, que monitorea las detenciones, más de 4400 personas fueron arrestadas en todo el país, de las que más de 1400 fueron detenidas en Moscú y casi 1000 en San Petersburgo.
Allí, los agentes antidisturbios recurrieron a gas pimienta y descargas eléctricas, además de a sus porras para pegar y arrestar a los manifestantes pacíficos, según el portal independiente Meduza.
Entre los detenidos en Moscú se encontraba la esposa de Navalny, Yulia Navalnaya, quien ya fue arrestada una semana antes y quien marchaba con otros manifestantes hacia la prisión moscovita de Matrósskaya Tishiná, donde está encarcelado su marido.
«Uno para todos y todos para uno. Suéltalo, Libertad», gritaban los que sí lograron acercarse en columnas a la cárcel poco antes de que la policía empezara a bloquearles el paso y a detenerles.
«Putin a la prisión» y «Rusia será libre», «libertad para Alexei Navalny» o «Suéltalo», fueron algunos de los eslóganes más coreados.
Vista judicial decisiva
El que es considerado el mayor enemigo de Putin está en prisión preventiva tras ser detenido a su regreso a Rusia desde Alemania, donde se recuperaba del envenenamiento que sufrió en 2020 y del que culpa al presidente ruso.
Navalny está acusado de incumplir, cuando estaba convaleciente en Alemania, las condiciones de la libertad condicional de la que disfrutaba en el marco de una pena de prisión suspendida de 3.5 años que le fue impuesta en 2014 y que fue declarada arbitraria por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
El próximo martes se celebrará una vista judicial para determinar si Navalny debe permanecer en prisión para cumplir la condena de 3.5 años de prisión suspendida, una decisión que determinará su futuro político a pocos meses de que se celebren en septiembre las elecciones legislativas.
El líder opositor quiere aprovechar el malestar de muchos rusos y el hecho de que la popularidad de Putin haya caído al nivel más bajo en un año, con un 53 por ciento de apoyo, para movilizar a los votantes en contra del partido oficialista, Rusia Unida.
Por Céline Aemisegger
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