6 principios para poner en práctica en la búsqueda de una masculinidad saludable

Mi hermana recientemente organizó en la iglesia, un evento solo para niños—con la finalidad de fomentar la convivencia  practicando deportes y que al mismo tiempo, aprendieran verdades importantes de los hombres mayores. Dejó fuera a las niñas a propósito, para darles su espacio a los niños en el que no tuvieran que competir con el sexo opuesto por el tiempo y la atención.

Al observar a distancia la atenta participación y el interés que mostraban los niños, me di cuenta que mi hermana tenía toda la razón. Una madre soltera que estaba sentada junto a mi lo confirmó, exclamando varias veces lo bueno que era para sus hijos tener una interacción masculina como la que estábamos viendo.

Es cada vez más evidente que Estados Unidos se enfrenta a una crisis de masculinidad. Los hombres jóvenes y los niños reconocen que están a la deriva, señaló Christine Emba en un artículo reciente para The Washington Post, pero este reconocimiento les lleva a veces a modelos de masculinidad poco ejemplares, como la personalidad de los medios Andrew Tate, que parece mezclar buenos consejos -«trabaja duro»—con malos— «las mujeres son propiedad». De hecho, parece que estamos envueltos en otra batalla cultural más, en la que algunos intentan empujar a los hombres a ser más femeninos, mientras que otros intentan llevarlos hacia una forma de masculinidad poco saludable y abusiva.

En medio de esta confusión, me topé con «Manhood’s Morning , un libro de 1903 de Joseph Alfred Conwell. En su capítulo «Lo que los hombres jóvenes deben ser», Conwell ofrece un plan sorprendentemente equilibrado y atemporal para una masculinidad sana, fomentando en sus lectores que «ser algo es un preliminar esencial para hacer algo» y que «el mejor amigo de la libertad es aquel que se gobierna a sí mismo». Por ello, Conwell ofrece las siguientes seis acciones que los hombres deberían emprender en su búsqueda de una masculinidad sana.

Apuntar alto

«En la actualidad hay un exceso abrumador de incompetencia y una hambruna de hombres disponibles y deseables», escribe Conwell. Esto no se debe a que la falta de privilegios y fortuna haya impedido a los hombres alcanzar el éxito y la competencia; más bien, se debe a que no han sacado lo mejor de lo que se les ha dado». Por ello, Conwell anima a los jóvenes a afrontar la vida con entusiasmo, superando las dificultades y los contratiempos con un carácter noble que busque arrancar de raíz nuestros defectos desde lo más profundo de su ser.

De hecho, el espécimen de calidad de la hombría, sugiere Conwell, es aquel «que cree en lo que ahora se duda, que construye lo que ahora se descuida, que cultiva y guarda lo que ahora se desperdicia; que deposita en los altares del deber y la lealtad lo que ahora se sacrifica en el santuario de las indulgencias y la codicia egoísta».

Si los jóvenes de hoy no se esfuerzan para mejorarse a sí mismos —sus hábitos, tendencias, creencias y pecados— entonces no hay esperanza para nuestra nación en general, explica Conwell.

«La nobleza de carácter ha sido siempre el pilar de las naciones. La historia requiere que el hombre se desarrolle a la par con el progreso y la prosperidad».

Diligente en los negocios

«Ser diligentes es algo más que simple laboriosidad», escribe Conwell. «Significa trabajar con fuerza; poner toda la energía, corazón y vida en lo que hacemos».

La diligencia en los negocios tiene que ver con las pequeñas cosas, explica Conwell. El hombre que quiere serlo de verdad administrará cuidadosamente sus finanzas, llevando un registro exacto de sus cuentas, incluso de las más pequeñas. No «malgastará» sus «ingresos», porque si lo hace convertirá la pobreza en un hábito. En cambio, un hombre que de verdad ahorra y practica el «autocontrol y moderación», está creando un buen patrón a seguir para el resto de su vida.

Luchar por lo correcto

Luchar por lo correcto significa luchar por los demás, más que por uno mismo.

«Lo que más necesitan los jóvenes es enamorarse de la humanidad», escribe Conwell, mostrando «amor y simpatía» por los que les rodean.

«Los hombres jóvenes, más que cualquier otras personas, deberían comprometerse y esforzarse en corregir los males que acarrea el comportamiento desafiante y desordenado, la falta de templanza y la delincuencia», continúa, instándoles a que sean ellos quienes encabecen la lucha por lo  hacer lo correcto, en lugar de sentarse al margen esperando a que alguien más reúna a los jóvenes para emprender esta acción.

Seguir el camino de la pureza

En esta era de pornografía y sexo fácil, los que defienden la pureza a menudo pueden ser tachados de mojigatos, un tipo de hombre frágil y que no demuestra rasgos masculinos. Esa imagen es la opuesta a la que Conwell ofrece de la verdadera masculinidad.

Los verdaderos hombres «aprecian sus cuerpos, y especialmente su naturaleza sexual», escribe Conwell. Pero tienen reverencia por ellos, usándolos de la manera correcta y por las razones correctas. «Las pasiones no deben ser despreciadas ni arruinadas por el pecado, sino tenidas y apreciadas como una posesión sagrada y como la expresión más atractiva, noble y magnética de la virilidad». Y es que de ellas surge uno de los pilares más fundamentales de la sociedad: la familia.

«La pureza de vida es la protectora de la felicidad terrenal; es el pilar de la religión y la piedra angular de la sociedad», escribe Conwell. En otras palabras, los hombres que mantienen la pureza de su vida sexual no solo se benefician a sí mismos, sino que también llevan a la sociedad por un buen camino.

Sé amable con el sexo femenino

En el actual rechazo al feminismo, a veces parece que los que buscan un renacimiento de la masculinidad exageran, tratando a las mujeres con dureza e indecencia para demostrar lo hombres fuertes que son. Si bien tal reacción puede ser comprensible,  ciertamente no es verdadera masculinidad, ya que «todo verdadero hombre debe considerar sagrada la condición de ser mujer», escribe Conwell. «La auténtica galantería entusiasma a todas las mujeres».

El verdadero hombre reconocerá que las mujeres pueden traer gran felicidad a la vida, y como tal, los hombres deben tratar de ganar el don de una mujer teniendo un corazón puro y viviendo una vida limpia y sin engaños, explica Conwell.

Practique actividades espirituales

«De todos los temas que los jóvenes deben considerar, la religión es de primera importancia», escribe Conwell, señalando que el abandono y la indiferencia hacia los asuntos espirituales es «el enemigo en la América de hoy». Conwell contradice la idea de que la religión es solo un sentimiento emocional; más bien, «es una fuerza moral y espiritual que sacia las necesidades más elevadas del hombre».

Por ello, Conwell recomienda tres actividades espirituales  para que las practiquen los jóvenes. La primera es leer la Biblia, pues «hilos de fuerza y vigor varoniles recorren sus páginas».

En segundo lugar, refiere que asistir a la iglesia es «esencial para todo joven», ya que «no solo enseña verdades espirituales, sino también patriotismo, ética moral, refinamiento y cultura». Conwell también señala que la iglesia proporciona un espacio para cultivar  las tan necesarias amistades sanas, no solo entre personas del mismo sexo, sino también con las personas del sexo opuesto, proporcionando «a los jóvenes y señoritas el terreno más seguro y deseable en el que conocerse, disfrutar de la compañía del otro, enamorarse y casarse».

Por último, Conwell anima a los hombres a observar el sábado, señalando que «fue hecho para el hombre» y que éste lo necesita. Tomar este descanso permite a los hombres «trabajar más y mejor» en lugar de continuar en una «labor incesante».

No es difícil darse cuenta de que los hombres de hoy están en crisis. Lo que es más difícil, sin embargo, es averiguar cómo encaminarlos por la senda correcta. Pero tal vez, al final, la receta para una masculinidad sana esté delante de nosotros, en las páginas del pasado.

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