Opinión
El presidente Joe Biden declaró solemnemente esta semana que está con Israel contra los terroristas. Estupendo. Pero sus acciones en la Casa Blanca han facilitado estos ataques homicidas financiando a nuestros enemigos. Esto era tan previsible y evitable.
La guerra de Biden contra la energía estadounidense empezó el primer día. Su primer acto como presidente fue acabar con el oleoducto Keystone XL, y la reversión sistemática de las políticas energéticas proestadounidenses del expresidente Donald Trump ha empeorado mes tras mes.
El Instituto para la Investigación Energética enumera decenas de políticas de Biden contra los combustibles fósiles que incluyen, en las últimas semanas, la retirada de la producción de millones de acres de tierras de primera calidad para la extracción de petróleo y gas, desde Alaska hasta el Golfo de México. Las normas medioambientales de Biden y el aumento de los impuestos a la industria parecen diseñados intencionadamente para llevarla a la bancarrota, tal y como prometió que haría si era elegido presidente.
Como consecuencia, el último informe sobre energía del Comité para Liberar la Prosperidad concluye que la producción de petróleo de Estados Unidos está aproximadamente 2 millones de barriles al día por debajo de la línea de tendencia de la política de Trump. Al precio actual de 85-90 dólares el barril, esto significa que Estados Unidos está perdiendo unos 175 millones de dólares al día en producción energética. ¿Qué le parece pagar entre 4 y 5 dólares por galón en el surtidor?
No se trata solo de una herida económica autoinfligida, sino también de una creciente amenaza a la seguridad nacional.
Sabemos desde hace 50 años que organizaciones terroristas como Hamás se financian principalmente con petrodólares. También sabemos, desde los tiempos de los embargos de petróleo de la OPEP en la década de 1970, que la nación que tiene el control de los mercados petrolíferos ejerce una gran influencia geopolítica en todo el mundo. Es una verdad de Perogrullo que en los enfrentamientos mundiales del siglo XXI, el poderío económico es primordial para defenderse de los enemigos.
¿Quién se ha beneficiado más de las políticas energéticas «verdes» contra los combustibles fósiles de esta administración? Empecemos por Rusia. El presidente Biden ha ayudado a la maquinaria bélica de Vladimir Putin en Ucrania encareciendo el petróleo y el gas rusos en los mercados mundiales. También ha enriquecido a los países productores de petróleo de Oriente Medio, como Irán.
Por supuesto, lo que aumenta la vulnerabilidad de Estados Unidos y nuestra capacidad para responder a estos ataques terroristas contra Israel es que la reserva estratégica de petróleo de Estados Unidos casi se ha agotado bajo la presidencia de Biden. Estamos comenzando este conflicto detrás de la bola ocho.
No ayuda que unos 10,000 millones de dólares de nuestro presupuesto de defensa nacional se desvíen ahora a programas de energía verde que no contribuyen en nada a mejorar la seguridad nacional.
Para ganar esta nueva guerra contra el terrorismo, un primer paso obvio es que Estados Unidos recupere su dominio energético, una posición que logramos con Trump. Eso significa producir toda nuestra energía. Nuestro petróleo, nuestro gas, nuestro carbón, nuestra energía nuclear y, cuando sea apropiado y rentable, nuestra energía eólica y solar.
Si, en cambio, el presidente Biden sigue doblegándose ante los ecologistas radicales, haremos a Estados Unidos más débil y a nuestros enemigos más fuertes, y el mundo será un lugar mucho más peligroso en los próximos años.
Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista de The Epoch Times.
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