Si experimenta picor, urticaria, niebla cerebral y fatiga sin poder identificar la causa, no está solo. El síndrome de activación de mastocitos (SACM), una reacción exagerada de las células inmunitarias que provoca inflamación y otros síntomas angustiosos, parece ir en aumento.
Antes de la pandemia de COVID-19, el SACM afectaba al 17 por ciento de la población general. Algunos especialistas creen que después de la pandemia de COVID, el SACM puede afectar hasta al 25 por ciento de la población general, con un aumento aún mayor entre las personas con enfermedades crónicas.
Pero a pesar de su prevalencia, el SACM sigue sin diagnosticarse o se diagnostica erróneamente, y a menudo se tarda entre 10 y 20 años en identificarlo con precisión.
Obstáculos para diagnosticar el SACM
La Dra. Jill Carnahan, que ejerce la medicina funcional en Louisville, Colorado, puso de relieve una importante laguna en la formación médica. La mayoría de los médicos conocen la mastocitosis, una enfermedad rara de los mastocitos, pero no el SMAC.
El Dr. Neil Nathan, una autoridad reconocida en la enfermedad de Lyme y MCAS y autor de » Guía de curación del paciente sensible «, dijo a The Epoch Times que no había oído hablar de MCAS hasta 2016. Explicó: «Una vez que entró en mi conciencia, empecé a darme cuenta de que lo había estado viendo durante años sin hacer el diagnóstico correcto».
Aunque muchos médicos de medicina integrativa y funcional entienden y tratan eficazmente el MCAS, los expertos no se ponen de acuerdo sobre cómo diagnosticarlo.
Cómo reconocer los síntomas del MCAS
Dado que los mastocitos están presentes en todos los sistemas, los síntomas pueden desarrollarse casi en cualquier lugar, lo que hace que el MCAS sea difícil de reconocer. Además, los síntomas pueden solaparse con los de otras enfermedades y variar mucho de una persona a otra.
Los síntomas relacionados con la histamina, como picor, urticaria, palpitaciones, niebla cerebral, fatiga, calambres abdominales e hinchazón, son un indicio del SACM, sobre todo cuando la reacción es instantánea y tal vez incoherente. El Dr. Nathan explicó a The Epoch Times que, a diferencia de las reacciones alérgicas, que suelen producirse de forma constante con cada exposición y tardan unos minutos en aparecer los síntomas, las reacciones mastocitarias dependen del estado de activación de los mastocitos. «Con la activación de los mastocitos, depende de lo reactivos que estén esos mastocitos en ese momento», añadió. Esto significa que los mastocitos pueden no reaccionar si el paciente no se encuentra en un brote. Lo importante es que, si se puede detener la activación, se pueden prevenir las reacciones posteriores.
Otros síntomas de la MCAS son los siguientes
— Irritación de ojos, nariz, boca o garganta.
— Dolores de cabeza, neuropatías y problemas cognitivos.
— Ansiedad y trastornos del estado de ánimo.
— Dolor óseo, articular y muscular.
— Laxitud o hipermovilidad articular.
— Sensibilidad a sustancias químicas y campos electromagnéticos (CEM).
La identificación precoz es vital para evitar la liberación continua de sustancias químicas inflamatorias de los mastocitos activados, que puede tener consecuencias graves y contribuir a la aparición de enfermedades crónicas.
2 pacientes, 2 trayectorias distintas
Las historias de Summer Carroll y Hannah Parker, cuyas vidas se han visto profundamente marcadas por el SACM, ofrecen una visión de la importancia del tratamiento precoz y de los retos a los que se enfrentan los médicos cuando no conocen el SACM.
Carroll, madre y pastora de jóvenes en activo, lleva una década luchando contra el SACM desde que sufrió una reacción anafiláctica tras una intervención quirúrgica.
Sus síntomas evolucionaron desde dolores articulares hasta convulsiones e incapacidad para tolerar la mayoría de los alimentos. En su libro «Canario en una burbuja» (publicado bajo su seudónimo, Summer Le’Dawn), documenta su extraordinario viaje y describe su vida en una «burbuja protectora» para evitar reacciones a elementos cotidianos como los perfumes.
A lo largo de su calvario, Carroll tuvo que enfrentarse a diagnósticos erróneos, despidos y gaslighting por parte de la comunidad médica. A lo largo de seis años, se sometió a numerosas pruebas que no explicaban su hipersensibilidad extrema. Un médico tachó sus síntomas de ansiedad y le recetó medicación para una enfermedad que no padecía.
Cuando le diagnosticaron dos enfermedades transmitidas por garrapatas -la fiebre maculosa de las Montañas Rocosas y el síndrome alfa-gal-, Carroll se enfrentó al escepticismo de un especialista en enfermedades infecciosas. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de EE.UU. se pusieron en contacto con ella y la remitieron a un especialista de la clínica de enfermedades infecciosas del mayor hospital universitario de su estado. Sin embargo, negó la presencia de la fiebre maculosa de las Montañas Rocosas en Alabama o en cualquier estado que Carroll hubiera visitado.
A pesar de eliminar la carne roja, la leche y los subproductos de mamíferos debido a su alergia al alfa-gal, la medicación que le habían recetado contenía subproductos de mamíferos, lo que agravó su enfermedad. A medida que se endurecían sus restricciones dietéticas, solo podía tolerar los tomates ecológicos, la harina y el agua de pozo. Carroll pesaba apenas 85 libras y sufría desnutrición extrema, por lo que dependía de una silla de ruedas eléctrica para desplazarse. El cirujano programado para insertarle un puerto de nutrición vital cuestionó la realidad de su estado y se negó a realizar la intervención. Carroll dijo: «Era Navidad y me mandaron a casa a morir».
La historia de Carroll pone de relieve las graves consecuencias del retraso en el diagnóstico y la falta de comprensión de enfermedades como el MCAS. Encontró ayuda a través de un grupo de apoyo en línea que le permitió obtener el diagnóstico de MCAS y el cannabis medicinal que calmó su sistema. Con la ayuda de su nutricionista, engordó siete kilos y pudo volver a caminar. Atribuye a su perseverancia, su fe y el apoyo médico adecuado el haberla sacado del borde de la muerte.
Hace seis años, la Sra. Parker, auxiliar de fisioterapia, se enfrentaba a desequilibrios hormonales, dolores articulares y trastornos del sueño. Buscando ayuda de un médico naturópata especializado en MCAS y la enfermedad de Lyme, sus resultados de laboratorio revelaron Lyme, Bartonella, estrógeno alto, y la progesterona baja, el impacto en el comportamiento de los mastocitos. Parker cree que dormir mal, la falta de ejercicio y el estrés de un trabajo exigente «la llevaron al límite».
Afortunadamente, el médico de Parker identificó y detuvo la activación de los mastocitos, trató la enfermedad de Lyme y reequilibró sus hormonas. Su mejoría contrasta fuertemente con el empeoramiento de la situación de Carroll, lo que pone de relieve la necesidad de una intervención temprana y una atención especializada de los MCAS para evitar daños irreversibles.
Aunque sus trayectorias fueron distintas, ambas historias ofrecen esperanza y subrayan la necesidad urgente de una mayor sensibilización entre los profesionales sanitarios.
Un enfoque de tratamiento multicapa y colaborativo
Según los doctores Carnahan y Nathan, el tratamiento del SACM requiere un enfoque multicapa, personalizado y colaborativo. Las posibles reacciones a los medicamentos o suplementos exigen una estrategia paso a paso, empezando por un elemento cada vez, utilizando dosis bajas y aumentando la dosis, y posiblemente recurriendo a una farmacia de compuestos para evitar reacciones a ingredientes inactivos. Nathan subrayó la importancia de restablecer los sistemas límbico y nervioso como parte del tratamiento.
Los cambios saludables en el estilo de vida también pueden marcar la diferencia. Carroll creó una burbuja de seguridad, mudándose al centro de 60 acres para evitar tener que salir de casa cuando sus vecinos fumigaban sus cultivos. Parker encontró un trabajo menos estresante con menos horas de trabajo. Al navegar por las complejidades del tratamiento de la MCAS, un paso fundamental para los pacientes es reducir o eliminar los desencadenantes.
Desencadenantes, toxinas y resiliencia
Al igual que los síntomas, los factores desencadenantes varían de una persona a otra. Tanto Carroll como Parker tenían infecciones subyacentes transmitidas por garrapatas. Pero otros factores desencadenantes -cirugía en el caso de Carroll y estrés prolongado y factores relacionados con el estilo de vida en el caso de Parker- terminaron por desencadenarles el MCAS.
Nathan, que también es experta en la toxicidad del moho, considera a las personas con SACM «los canarios en la mina de carbón», que nos advierten de la toxicidad de nuestro planeta.
Varios desencadenantes potenciales pueden incluir:
— Exposición al moho, a sustancias químicas o a metales pesados.
— Infecciones, especialmente la enfermedad de Lyme, Bartonella y COVID-19.
— Herbicidas y pesticidas, incluido el glifosato.
— Parabenos, ftalatos y per- y polifluoroalquilos (PFA).
— Alimentos, bebidas y aditivos alimentarios.
— campos electromagnéticos (CEM).
— Traumatismos y factores estresantes crónicos.
— Medicamentos y suplementos.
Nuestros cuerpos están diseñados para adaptarse y desintoxicarse, pero nuestra capacidad de recuperación tiene un límite y es diferente para cada persona. Dado que no podemos predecir cuándo nuestra resiliencia ha alcanzado su capacidad, minimizar las exposiciones tóxicas para reducir nuestra carga corporal es la mejor defensa. Incluso antes del diagnóstico, los pacientes pueden tomar medidas inmediatas para identificar y reducir los factores desencadenantes.
Aire limpio, agua limpia y alimentos limpios
El Dr. Carnahan hace hincapié en la necesidad de «aire limpio, agua limpia y alimentos limpios» para reducir la carga tóxica y mejorar la salud en general.
En cuanto al aire limpio, los purificadores de aire, las ventanas abiertas para ventilar y un filtro HEPA en la caldera pueden mejorar la calidad del aire interior.
Evitar el humo, elegir productos de limpieza no tóxicos y programar limpiezas periódicas de la casa para reducir al mínimo las partículas suspendidas en el aire ayudan a crear un entorno respiratorio más saludable.
Para obtener agua limpia, utilizar un filtro de agua fiable elimina los contaminantes, y consultar los informes locales sobre la calidad del agua sirve de guía para una filtración eficaz. El uso de botellas de agua de acero inoxidable o vidrio evita posibles filtraciones de plástico.
Una alimentación limpia da prioridad a los alimentos orgánicos e integrales y evita los altamente procesados con aditivos. El uso de utensilios de cocina de acero inoxidable o hierro fundido evita que los posibles contaminantes se filtren en las comidas. Una dieta antiinflamatoria puede ayudar a reducir la inflamación.
La importancia de la formación continua
La creciente prevalencia de las MCAS exige un reconocimiento en la formación médica. La formación continua podría capacitar a los proveedores para discernir patrones de síntomas, incluso en ausencia de pruebas concluyentes. Adoptando un enfoque holístico del diagnóstico y el tratamiento del SMAC, escuchando a los pacientes y validando sus experiencias, los profesionales pueden garantizar un diagnóstico y un tratamiento oportunos y, en última instancia, mejorar la calidad de vida de los pacientes.
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