Opinión
La sustracción forzada de órganos de practicantes vivos de Falun Gong con el propósito de trasplantar sus órganos a gran escala industrial no tiene precedentes en la historia. Nunca antes se persiguió a personas por sus creencias espirituales y después se les asesinó para fomentar un negocio lucrativo de tal manera. Durante 18 años, la comunidad internacional recibió noticias e información sobre esta práctica abominable en China a través de todo tipo de formatos, sin embargo no reconoce plenamente el horror. ¿Cómo llegamos a este punto?
El Partido Comunista Chino (PCCh) no llegó al poder por voto del pueblo chino. El PCCh tomó el poder en China cuando las condiciones lo permitieron. Técnicamente, el pueblo chino está siendo mantenido como rehén por el PCCh, un patrón típico en sociedades autoritarias: no votaron para entrar en una sociedad totalitaria, fueron sometidos. Así, al llegar al poder por fuerzas no naturales, el PCCh ahora tiene un miedo: ¿qué pasaría si el pueblo chino se da cuenta de que su libertad fue robada? En un estado de paranoia, el PCCh tomó todo tipo de acciones para prevenir que eso ocurra. El estado de partido único debe asegurarse de que cualquier otra opinión —opiniones que difieren del PCCh— nunca llegue a los oídos ni a los ojos del pueblo chino.
A través de la propaganda, o lo que podrías llamar un Ministerio de Desinformación, el PCCh tuvo que sofocar y borrar cualquier cosa que sonara a pensamiento independiente. En 2017, el Financial Times destacó que el presidente de la Corte Suprema China reconoció que el PCCh está por encima de la constitución china. Ni siquiera la constitución china es lo suficientemente importante como para ser tolerada por el PCCh. En resumen, el PCCh no tolera nada ni a nadie fuera de su propio dominio. El PCCh es intolerante hasta la médula. En lugar de cumplir con las regulaciones internacionales, el PCCh las está cambiando para satisfacer sus propios estándares. La tolerancia es el enemigo del PCCh. Desafortunadamente, el PCCh no encajó con el principio espiritual de Falun Gong de ser tolerante y paciente.
Para asegurar la opinión del partido único y erradicar cualquier otra opinión, el PCCh tuvo que recurrir a la fuerza y la opresión. El movimiento estudiantil por la democracia en China de 1989 es probablemente el ejemplo más famoso en la historia reciente que ilustra hasta qué punto el PCCh está dispuesto a reprimir «otra opinión»: la protesta del 4 de junio terminó en una masacre de 3000 estudiantes, el mismo número de personas asesinadas por las que Estados Unidos fue a la guerra tras el 11 de septiembre. El uso de la fuerza mortal contra su propio pueblo revela otra característica del PCCh: la brutalidad despiadada. Falun Gong, con su principio espiritual de ser compasivo y benevolente, no encajaba con esta naturaleza perversa del PCCh.
Un régimen totalitario aún depende de las personas que oprime. Necesita agricultores, trabajadores, policías, soldados y familias para el futuro del país. Pero si la gente se da cuenta de que está oprimida, o secuestrada, que las opiniones fuera de la línea del partido están prohibidas y que hay brutalidad sancionada por el estado, la sociedad se vuelve inestable. Se volvió primordial controlar las noticias y la información para que la verdad no llegara al pueblo. La masacre de Tiananmen de 1989 no se encuentra en los motores de búsqueda de internet en China.
Falun Gong, con su principio espiritual de ser verdadero y honesto, no encajaba con esta naturaleza del PCCh.
Falun Gong es objeto de una brutal persecución por parte del PCCh desde 1999, simplemente porque los practicantes de Falun Gong viven según principios espirituales que el PCCh teme. Desde la perspectiva del PCCh, los practicantes de Falun Gong eran enemigos del estado —probablemente los enemigos más pacíficos en la historia del mundo, ya que no se involucraron en los asuntos del PCCh. Pero el PCCh no sería el PCCh si no desplegara desinformación, mentiras y métodos brutales contra Falun Gong. A los ojos del PCCh, los practicantes de Falun Gong eran personas sin protección legal ni constitucional. Se convirtieron en una «masa de cuerpos» viva sometida a trabajo forzado y tortura. El trabajo forzado era rentable; la tortura y la muerte eran formas de erradicar a los «ciudadanos no deseados». ¿Por qué no combinar ambos enfoques? Matar a los no deseados y convertir los «cuerpos» en una fuente rentable de órganos para trasplante, era el pensamiento del PCCh.
En una sociedad comunista, cualquier crítica contra la sustracción forzada de órganos es imposible, ya que no se permite ninguna opinión alternativa; cualquier preocupación ética sobre la sustracción forzada de órganos es sofocada, ya que no hay espacio para la compasión; y cualquier informe sobre la sustracción forzada de órganos es silenciado o distorsionado, ya que la verdad es enemiga del partido comunista. La sustracción forzada de órganos es un fruto del comunismo; no es un abuso de trasplante limitado a China. Es un abuso de trasplante que podría ocurrir en cualquier sociedad comunista o autoritaria como método para erradicar cualquier cosa que pueda recordar a la gente —los rehenes— que hay bondad más allá del comunismo.
En julio, se introdujo el proyecto de ley S. 4914 en el Senado. El proyecto es un enfoque moderado para frenar la sustracción forzada de órganos en China. Si se aprueba antes de fin de año, dará esperanza a aquellos que ahora son tratados como biomasa desechable y rentable en China. Aprobar el S. 4914 sería otra voz, un contraste con el monopolio de opiniones del PCCh; expresaría cuidado y compasión por aquellos que no tienen voz para hablar por sí recollmismos; y afirmaría la verdad de que matar a personas por sus creencias es un crimen.
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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