He visto en estos días desesperados clamores de amigos en Cuba solicitando medicinas en Facebook. “Mi esposo está grave por complicaciones del COVID. Necesitamos vitamina C, ámpulas de aminofilina y de magnesio para terminar el tratamiento”, leo afligido. Me contraria no poder ayudar, y me indigna saber que el responsable de tanto martirio no se siente aludido.
Los cubanos están atormentados desde hace meses (mucho antes de la epidemia de COVID) por no encontrar un simple calmante para el dolor. No hay aspirinas. No se encuentra un paracetamol. Muestran en medio de la penuria lo más hermoso de la hermandad entre vecinos, compartiendo “una pastillita” o partiéndola a la mitad. El gobierno que desgobierna la isla no es capaz de suministrar los medicamentos esenciales para los cubanos, y lo reconoce.
“120 medicamentos básicos están en falta”, admitieron en la Mesa Redonda de televisión nacional hace unos meses. “Son 120 medicamentos que no tenemos suministros y materias primas para producir”, dijo Tania Urquiza Rodríguez, vicepresidenta de BioCubaFarma, mirando a la cámara con la frialdad que solo puede mostrar el que no carece.
La mesa más que Redonda parece “re tonta”. Los panelistas no cuestionan. Son cómplices del absurdo. No escudriñan a la funcionaria de una compañía que ingresa a las arcas del gobierno más de mil millones de dólares anuales por concepto de exportación de medicamentos.
Como bien reza en el libreto original del cual no pueden cambiar ni una línea, hay que culpar a alguien. ¿Adivinan a quién? Al criminal bloqueo imperialista.
Pero ese caprichoso bloqueo sabe ser benevolente. Elige bien sus víctimas y deja sin medicinas y avituallamientos a los hospitales donde el cubano de a pie se atiende, pero no llega a lugares exclusivos como el CIMEQ o la clínica Cira García. Allí se atiende a la jerarquía cubana y los turistas de salud que pagan en moneda dura. Es un bloqueo selectivo.
La situación de los hospitales y el sistema de salud cubano se viene deteriorando desde hace décadas. Las denuncias de penosas condiciones en las instituciones de salud están documentadas. Pacientes que tienen que llevar de casa todo lo necesario para permanecer hospitalizados, terrible higiene y carencias de todo tipo no han estado ocultas a quien se interese por saber la verdad.
El mito de la salud en Cuba se ha sustentado por personajes como Michael Moore, que en el 2007 como parte de su película Sicko, llevó a Cuba a socorristas que participaron en salvamentos el 11 de septiembre en Nueva York. “Los socorristas del 11 de septiembre pasaron 10 días en el piso 19 del hospital insignia de Cuba con vista al mar Caribe, un fuerte contraste con muchos hospitales cubanos que se están desmoronando, mal iluminados y que carecen de equipos y medicamentos” reportaba la agencia de noticias Reuters desde la isla.
Mientras los cubanos han visto evaporarse lo que en algún momento fue un sistema de salud, el gobierno dictatorial recibe cientos de millones de dólares en pagos por los servicios de las brigadas médicas cubanas. Se estima que, en la última década como promedio, 11,000 millones de dólares anuales ha recibido el gobierno comunista por concepto de «exportación de servicios profesionales» en las brigadas médicas. Esta cifra puede haber disminuido a 8000 millones luego de la cancelación del programa en Brasil, pero, aun así, produce más que las divisas recaudadas por el turismo.
Es un bien pensado esquema de exportación revolucionaria (organizaciones de derechos humanos han denunciado que los médicos cubanos cumplen tareas de propaganda política allí donde se instalan) y explotación esclavista moderna. El gobierno percibe hasta el 85% del pago que otros países hacen por los servicios de estas brigadas médicas.
¿A dónde va todo ese capital?
¿Se lo preguntan los revolucionarios convocados por el gobierno a dar palos en defensa de una revolución que dejó de serlo hace mucho?
¿Se lo cuestionan algunos de mis amigos comunistas con los que debato en mensajes privados?
¿Se lo preguntan los militantes del partido que en desesperación claman medicamentos en las redes para salvar a un familiar?
¿Tienen idea los miembros de la policía, boinas negras y brigadas de respuesta rápida que reprimen a quienes se manifiestan, a dónde van a parar estos fondos?
Todos están viendo a sus familiares y amigos “caer como moscas” por la indolencia de un gobierno inepto y corrupto, pero lo más seguro es que no se hagan preguntas. No saben o no quieren saber que sus dirigentes son ineptos y corruptos. En la Mesa Redonda de la televisión están prohibidos los cuestionamientos. En la mente de un buen revolucionario también están denegados. Si te haces preguntas, dejas de serlo.
Hace solo unos días se ha conocido de un nuevo escándalo, que involucra a militares cubanos y sudafricanos en la compra de más de 17 millones dólares en medicamentos producidos en la isla contra el Covid-19.
El país africano quiere detener el pago de más de 12 millones de dólares pendientes, pues dichos fármacos no están aprobados allí. Cuba exporta medicamentos cuando carecen de ellos sus ciudadanos.
Mientras el país está prácticamente paralizado, la construcción de lujosos hoteles no se ha detenido un solo minuto. Los proyectos en varios polos turísticos siguen a buen ritmo, y contrario a lo que muchos afirman, varios de ellos se están edificando con capital cubano. El monopolio empresarial militar cubano conocido como GAESA (una empresa off-shore creada por las Fuerzas Armadas cubanas en Panamá) sabe muy bien de todo esto.
La actual pandemia ha puesto a prueba muchas cosas. Ha confrontado la capacidad de respuesta de los gobiernos, y enseñado lo mejor de la solidaridad y compasión de los humanos.
En el caso de Cuba, también ha develado la falacia que oculta un lema que Fidel Castro estampó: “somos una potencia médica mundial”. Muchos lo suscribieron y todavía algunos lo creen.
Me abruma saber que muchos de mis familiares y amigos ya no van a vivir para conocer el final de esta pesadilla llamada COVID. Me consume comprobar que aun con todas las evidencias de calamidad, brutales carencias y muerte ante sus ojos, todavía se escuchan aclamas populares de: “Pa’ lo que sea Canel, pa’ lo que sea”.
Cuba está enferma. Esta “partía” como mi corazón*, y no hay tiritas (curitas) para sanarnos.
*Alejandro Sanz, autor de Corazón Partío, pulverizó al régimen cubano en un reciente Tuit con 16 definiciones sobre la “revolución” cubana.
Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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