Comentario
El domingo pasado, el Día de la Madre, me hizo pensar en cómo mi madre me advirtió cuando era un joven adolescente: «¡Trabaja duro! ¡O te congelarás en la oscuridad!».
A veces, la advertencia terminaba: «O te morirás de hambre en el frío».
Creció durante la depresión. Ella y sus amigos estaban sensiblemente preocupados de congelarse en la oscuridad.
El mensaje me asustó, y trabajé duro en la escuela.
Cuando conseguí mi primer trabajo, siempre ponía algo de dinero en una cuenta de ahorros, incluso cuando (estaba bien, fue hace mucho tiempo) ganaba solo 132 dólares a la semana. Temía un mal futuro, y quería asegurarme de poder mantenerme.
Esto no era del todo bueno. Probablemente he estado demasiado ansioso toda mi vida. Me perdí cosas. No contribuí a las organizaciones benéficas hasta que tuve 40 años.
Pero el miedo a «congelarme en la oscuridad» me hizo perseverar. Estudié cuando no quería hacerlo. Luego tomé un trabajo que me asustaba.
Soy tartamudo. La tartamudez es ahora una de las discapacidades contempladas en la Ley de Estadounidenses con Discapacidades (ADA por sus siglas en ingles).
Me pregunto, si la ADA hubiera sido ley cuando empecé en las noticias de la televisión, ¿habría luchado tanto para superar mi tartamudez? ¿Habría tenido la carrera quetuve? Probablemente no.
La estación de televisión no me habría contratado. Una vez que la ADA se estableció, mi tartamudeo me hace miembro de una «clase protegida». La televisora, lógicamente, me habría visto como un veneno potencial.
Eso es porque si me despidieran porque no funcionaba, podría demandar. Podría haberlos acusado de no «adaptar a los discapacitados», como lo exige la ley. Incluso si no ganaba, la demanda sería costosa. Es más seguro para los empleadores evitar a los miembros de las «clases protegidas».
¿Increíble? Mira las estadísticas:
Antes de que se aprobara la ADA, el 59 % de los hombres discapacitados tenían trabajo. Después de su aprobación, el número cayó al 48 %. Hoy en día, menos del 30 % tiene trabajo.
Una vez más, una ley que se suponía que ayudaría a la gente hizo lo contrario de lo que los políticos pretendían.
Pienso en eso cuando leo sobre los 600 dólares semanales de subsidios federales de desempleo por el coronavirus. Sumado a los pagos estatales promedio de 378 dólares, el desempleo ahora paga mejor que trabajar.
Los incentivos son importantes.
«No hemos visto una solicitud en semanas», dijo Steve Anthony, CEO del aserradero Anthony Timberlands en Arkansas. Está ofreciendo trabajos que pagan 800 dólares a la semana. Pero en Arkansas, los beneficios de desempleo federales y estatales llegan a 1051 dólares por semana.
Anthony le comentó a mi productor de TV Maxim Lott, «Si el Congreso elige extender este bono de desempleo de 600 dólares, simplemente apoyará un mayor nivel de desempleo».
Lott también entrevistó a Otis Mitchell Jr., quien dejó su trabajo de transporte de pacientes hospitalarios una vez que se enteró del aumento de los beneficios de desempleo.
«A mi pequeña le encanta», expresó Mitchell, porque tiene más tiempo para pasar con ella.
Pero es malo para los pacientes del hospital que necesitan transporte.
Es una vergüenza para el gobierno de EE.UU. hacer que el desempleo sea mejor que el trabajo.
Las personas que pierden sus trabajos porque el gobierno no les permite trabajar merecen ayuda. Doy más a las organizaciones benéficas por eso. Las organizaciones benéficas son capaces de discriminar, para discernir quién necesita realmente ayuda, mientras ignoran a los parásitos.
Pero el gobierno es un instrumento contundente. Sus cheques van a la gente, ya sea que traten o no de encontrar trabajo o superar las discapacidades.
Con el tiempo, como la gente depende de las limosnas, a menudo sienten que sus vidas ya no están bajo su control. Se vuelven pasivos. No se esfuerzan por superar los obstáculos. Esperan la ayuda del gobierno.
Los científicos sociales llaman a esto » indefensión aprendida».
Es la lucha por superar los obstáculos lo que trae la realización.
Cuando los programas del gobierno «nos cuidan», matan a algunos de los mejores de la vida y nos hacen mucho menos productivos. Ni siquiera hacen feliz a la gente.
Si seguimos dando al estado más poder sobre nuestras vidas, nos congelaremos en la oscuridad.
John Stossel es un galardonado corresponsal de noticias y autor de best-sellers. Su último libro es: «No, They Can’t: Why Government Fails—But Individuals Succeed”. (No, no pueden: Por qué el gobierno fracasa, pero los individuos tienen éxito».
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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