¿Qué resultado tendrán las protestas en Hong Kong? La situación allí sigue siendo cambiante e impredecible.
¿Deberían los dos millones de manifestantes considerar como una victoria el aplazamiento del debate de la ley de extradición respaldado por Beijing e irse a casa?
El proyecto de ley de extradición es el Artículo 23 de la Ley de Seguridad Nacional impuesta por Beijing, y habría permitido al Partido Comunista Chino (PCCh) capturar sospechosos y llevarlos a Beijing para ser enjuiciados. Pero ahora que los manifestantes ganaron esta batalla, ¿qué sigue?
¿Podrían los manifestantes cortar el ímpetu del movimiento si quisieran hacerlo? Tal vez. Pero incluso si pudieran, alcanzado este punto parece poco probable que suceda.
La protesta está evolucionando
Entrando a la séptima semana de protestas, la violencia está aumentando y los manifestantes están pidiendo el «fin de la brutalidad policial», con carteles pidiendo «Investigación independiente sobre el Estado de Derecho»
Eso es loable, pero es probable que no tengan el apoyo del gobierno. La jefa ejecutiva de Hong Kong, Carrie Lam, se doblegó públicamente ante Beijing cuando describió a los manifestantes como «niños tercos«.
Eso no es buen signo para el futuro cercano. Tampoco lo es la reciente presencia de la policía antidisturbios, junto con atacantes violentos de camisetas blancas y garrotes que agreden a los manifestantes. Se dice que estos últimos son parte de una mafia asiática conocida como la Tríada, son pro-China y actúan como agentes del PCCh.
Un cambio en la naturaleza de la protesta misma está en camino, y ahora su impacto es de una escala mucho mayor. Detrás del enojo de los manifestantes hay un rechazo por el PCCh y sus intentos de eliminar las libertades políticas y de expresión que Hong Kong ha disfrutado por más de un siglo. Los manifestantes, en sus palabras y acciones, plantean una amenaza directa para el PCCh y el régimen, así como para la autoridad de Xi Jinping.
Un gran problema para Beijing
Xi Jinping tiene varios intereses que balancear. Entre ellos, mantener el control político dentro del PCCh, combatir la guerra comercial con Estados Unidos y apuntalar una economía en contracción, y al mismo tiempo cumplir su promesa al mundo de abrir más el mercado de China. Mientras tanto, debe mantener a Hong Kong a raya, para que una apariencia de debilidad no provoque la erupción de protestas en otros lugares.
El periódico oficial de China, el Diario del Pueblo, publicó un comentario titulado «La autoridad central no puede ser desafiada«, catalogando las protestas como «intolerables». Eso parece estar advirtiendo a los manifestantes y, tal vez, incluso a Carrie Lam.
Por otro lado, según un informante perteneciente al PCCh que habló con La Gran Época, Xi emitió tres reglas en relación a la situación de Hong Kong, prohibiendo:
- El derramamiento de sangre
- El uso de armas
- El poder militar
¿Se atendrá Xi a este mandato?
Reportes de que Beijing dijo a Estados Unidos que sus fuerzas militares desplegadas en Hong Kong no tomarán acción parece validar lo que dijo el informante, al igual que la utilización de intermediarios y de armas antidisturbios no letales por parte de la policía.
¿La Plaza de Tiananmen de Xi?
No obstante, se realizan comparaciones con la Plaza de Tiananmen. ¿Es eso realista?
Durante seis semanas en la primavera de 1989, estudiantes que se manifestaban a favor de la democracia se reunieron en la ahora infame plaza para denunciar la corrupción del Partido y reclamar mayores libertades económicas y políticas. Su objetivo era derrumbar el comunismo chino y reemplazarlo con democracia.
Los líderes del PCCh sabían que tenía que apagar las aspiraciones de libertad de la juventud de clase media y alta emergente en China, o el Partido estaría acabado. Pero también sabían que tenían que darle algo a la gente a cambio de aplastar el movimiento de libertad.
La oferta fue clara: el PCCh permitiría mayores libertades económicas y oportunidades a cambio de quitar la libertad política de la mesa de negociaciones.
Hong Kong es similar a la revuelta en la Plaza de Tiananmen de algunas maneras muy obvias. Protestar contra la opresión del PCCh es el denominador común. Pero en 1989, los estudiantes intentaron liberarse del yugo de la dictadura. En Hong Kong, se resisten a que se lo pongan.
¿El fin de «un país, dos sistemas»?
Sin embargo, Xi insiste en que ambos deben reconocer las exigencias de «seguridad nacional» de Beijing. Parece estar ofreciéndoles un rol más grande en las relaciones de China con el mundo, pero para lograr eso, primero deben someterse a su autoridad absoluta. Macao está mucho más en este camino que Hong Kong.
No queda claro que alguien en Hong Kong le tome la palabra a Xi. Excepto, tal vez, la jefa ejecutiva Lam. Ella seguro entiende que las protestas ponen a su carrera política en peligro. Además, su propia credibilidad no es muy alta en Hong Kong.
Lo que parece más evidente es que el concepto «un país, dos sistemas»puede estar llegando a su inevitable punto de inflexión. Los manifestantes se dan cuenta de que llegaron a un punto sin retorno en materia legal, y están luchando por conservar sus derechos.
No hay dudas de que Xi también entiende esto. Pero también sabe que si no puede controlar Hong Kong, entonces no tiene completamente el control de China. El ataque de los manifestantes en la Oficina de Enlace de Beijing en Hong Kong el pasado 21 de julio –símbolo y propiedad del PCCh– subrayó ese punto.
Pero en vez asumir el movimiento de protesta de frente, Xi decidió echarle la culpa a la interferencia americana. Ese es el procedimiento estándar cuando el PCCh está en conflicto, incluso si es incapaz de explicar cómo y por qué Estados Unidos haría eso:
No obstante, hay puntos positivos en el drama de Hong Kong. Por un lado, Xi Jinping se encuentra en una situación en la que solo puede perder. Adoptar una postura firme dañará aún más su economía frágil, sin mencionar su prestigio en el mundo. Pero una postura más suave transmite debilidad, lo que también le hace daño. Cualquiera de las dos opciones puede dañar su posición dentro del Partido.
También hay una luz particularmente bienvenida en este escenario potencialmente muy oscuro. Los taiwaneses conocen muy bien la brutalidad de régimen que los manifestantes de Hong Kong podrían enfrentar pronto y valientemente les ofrecieron asilo político.
Puede que lo necesiten antes de lo esperado.
James Gorrie es un escritor radicado en Texas. Es autor de «La crisis de China”.
Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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