Artículo de opinión
Mientras Estados Unidos se enfrenta a la pandemia del coronavirus, es fundamental que aprendamos las lecciones tanto de Taiwán como de Italia. Al principio del brote de COVID-19, mientras Wuhan se estaba viendo asolado por el virus, los epidemiólogos pensaron que Taiwán estaba en un alto riesgo de ser el próximo punto crítico fuera de China para el mortal contagio.
Esa fue una conclusión totalmente razonable. Con la proximidad de la nación isleña, a solo 80 millas, y los profundos lazos económicos con China, era el escenario perfecto para infectar a la población de la isla.
Además, con cientos de miles de taiwaneses trabajando en China y viajando de ida y vuelta entre Taiwán y el continente, una infección generalizada difícilmente podría evitarse.
Pero la epidemia nunca ocurrió en Taiwán.
El 14 de marzo, las cifras de infección que tenía Taiwán eran sorprendentemente bajas. Con una población de 23.78 millones de habitantes, el número total de casos del país parece haberse estabilizado en solo 53. Aún más impresionante es que de los 53 casos de infección de Taiwán, solo se ha informado de una muerte. Además, se han dado de alta a 20 personas de la cuarentena y se informa que los restantes infectados se encuentran en condiciones estables, aunque siguen en aislamiento hospitalario.
Una enorme diferencia en los resultados
Por el contrario, las estadísticas de Italia son horribles, a pesar de que está a más de 4700 millas de China. Con una población de 65,550,000 habitantes, que es 2.78 veces el tamaño de Taiwán, Italia es el país más afectado de Europa, con una tasa de mortalidad por infección de COVID-19 que solo puede describirse como asombrosa.
Solo en las últimas 24 horas, Italia notificó 349 nuevas muertes elevando el número de contagios verificados a 27,980 casos y las víctimas fatales a 2158. Esa es una tasa de infección 527 veces mayor que la de Taiwán. La tasa de mortalidad de Italia por la enfermedad es también 2158 veces mayor que la de Taiwán. Aún así ambos países tienen importantes e incluso extensos lazos económicos con China.
La diferencia en los resultados entre los dos países es cruda y crítica de entender.
Pensamiento racional como primera línea de defensa
Una vez que Taiwán comprendió que una nueva epidemia estaba presente en China, actuó con rapidez y decisión en varios frentes al mismo tiempo. La decisión de emplear procesos de pensamiento racional, por lo tanto, fue la primera línea de defensa del país.
La decisión lógica del gobierno de Taiwán de actuar rápido y audazmente solo fue posible porque no estaba agobiado por el estigma y el impacto de la corrección política. A diferencia de los gobiernos occidentales, los taiwaneses no solo tienen experiencia en el reciente tratamiento del virus de origen chino durante la epidemia de SARS entre 2002 y 2003, sino que también están acostumbrados a tratar con los chinos en general.
Tampoco Taiwán tuvo que hacer frente a la deslealtad que proviene de las profundas divisiones políticas internas desde dentro. Las autoridades de Taiwán conocían bien el historial de China en cuanto a tergiversar la verdad —o esconderla por completo— con respecto a los hechos sobre cuándo, dónde y cómo comenzó la epidemia de SARS, sus factores de riesgo y otros datos críticos. En otras palabras, esta vez, ninguna persona sensata en Taipei creyó una palabra de lo que Beijing dijo sobre lo que entonces se llamaba el coronavirus de Wuhan.
A su vez, a diferencia de muchos gobiernos occidentales, los taiwaneses no temen en absoluto herir los sentimientos de Beijing. Tal vez porque Beijing ha bloqueado repetidamente la solicitud de Taiwán para unirse a la Organización Mundial de la Salud (OMS), un movimiento que ciertamente socava la credibilidad tanto de la OMS como de Beijing. Pero la perenne amenaza de invasión de China también podría tener algo que ver con la indiferencia de Taiwán por ofender las sensibilidades de Beijing.
Control fronterizo y cuarentenas sensatas
Es precisamente por eso que Taiwán casi inmediatamente tomó el control estricto de sus fronteras, deteniendo todos los viajes hacia y desde China. Contrariamente a los asesores científicos y de epidemias aquí en América, los taiwaneses razonaron que no permitir más personas potencialmente infectadas del país anfitrión del virus, no era una medida menor de seguridad.
En su lugar, las autoridades de Taiwán pensaron que tales restricciones disminuirían las posibilidades de que la enfermedad se extendiera a toda la población. En efecto, así fue.
El siguiente paso que se dio simultáneamente, fue hacer cumplir una cuarentena obligatoria de dos semanas a todas las personas que habían entrado recientemente en Taiwán. Esto se hizo a través de la vigilancia policial de los teléfonos inteligentes de los viajeros para verificar su cumplimiento de la cuarentena o el autoaislamiento. Esta avanzada tecnología puede no ser posible en todos los países, pero sí debería serlo para quienes controlan hoteles y otras instalaciones para imponer el aislamiento de los viajeros que llegan al país.
Mantener los suministros médicos en el país
Otra medida estratégica que adoptó Taiwán fue prohibir la exportación de suministros médicos clave, en particular las máscaras médicas antivirales, pese a que algunos expertos de Estados Unidos han dicho que las personas sanas no necesitan una mascarilla.
Los taiwaneses, sin embargo, se aseguraron de tener suficientes disponibles. De lo contrario, ¿cómo se podría evitar inhalar el virus de un portador asintomático y sin máscara?
Un punto obvio aquí es la completa locura que implica para cualquier país permitirse confiar en una nación adversaria para sus suministros médicos y farmacéuticos críticos. Taiwán no lo ha hecho, mientras que los Estados Unidos sí.
¿No hay cierres?
Curiosamente, Taiwán no sigue las pruebas masivas que se están haciendo en otros lugares. Simplemente no están analizando muestras de la población en cantidades masivas. Hasta ahora, solo están revisando o examinando a unas 800 personas al día. Lo que es más, no todos los que están en cuarentena o se auto-aíslan están siendo examinados para detectar infecciones.
Tampoco Taiwán está poniendo a toda la nación bajo llave. Sorprendentemente, las tiendas, cafeterías y otros lugares públicos han permanecido abiertos al público. Se revisa a los clientes para ver si tienen fiebre y se les rocía un desinfectante en las manos antes de entrar, pero ciertamente no hay el estancamiento social y económico que estamos viendo en Occidente.
Hasta ahora, el protocolo COVID-19 de Taiwán parece funcionar, al igual que su economía. ¿Pueden otros países aplicarlo con la misma eficacia?
Es difícil de decir. Como se ha señalado, no todas las naciones tienen la capacidad de aprovechar los teléfonos inteligentes para hacer cumplir las cuarentenas. Además, muchas naciones son mucho más grandes tanto en geografía como en población, así como mucho más diversas, lo que hace más difícil actuar de manera unificada y coordinada a nivel nacional. Pero puede tener sentido aplicar el protocolo de Taiwán a nivel estatal o provincial.
¿Ha visto Taiwán lo último de la pandemia?
Probablemente no.
Es posible que la transmisión en la comunidad continúe en algún nivel. Pero dado el éxito del país en la gestión del brote, su futuro próximo parece más brillante y saludable que el de Italia, así como el de otros países.
James Gorrie es un escritor y conferencista con base en el sur de California. Es el autor de «La crisis de China».
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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