«No me interesan los detalles. Soy una persona con grandes perspectivas».
Las personas visionarias que hacen funcionar esta fórmula poseen la sabiduría necesaria para rodearse de subordinados o colegas competentes, hombres y mujeres que hacen realidad el sueño centrándose en los detalles concretos. Ya sea el director general de una gran empresa o el propietario de una pequeña compañía de venta de software, un buen jefe enseña y anima a sus empleados a prestar atención a las cosas pequeñas.
Poner la cabeza en las nubes sin tener los pies en el suelo es buscarse problemas. Por ejemplo, con la retirada en 2021 de las fuerzas estadounidenses de Afganistán, políticos y jefes militares lograron el objetivo de poner fin a la ocupación estadounidense en el país, pero costó la vida de 13 militares y se dejó atrás a amigos, aliados y miles de millones de dólares en armamento.
El viejo refrán dice que «el demonio está en los detalles», lo que significa que hay que poner atención a los detalles si se quiere que un plan sea exitoso. Ese dicho se puede aplicar a asuntos grandes y pequeños, tanto personales como públicos. El director de una sucursal bancaria que quiere elevar la moral de los demás empleados y convertirlos así en un equipo eficaz debe encontrar formas concretas de mejorar la jornada laboral: poner música para levantar el ánimo, celebrar los cumpleaños de los empleados, escuchar las quejas y resolver los problemas siempre que sea posible, y conocer a sus compañeros de trabajo.
Pasar por alto los pequeños detalles puede arruinar cualquier proyecto. Hace poco, un amigo que trabaja para una organización no lucrativa me contó una historia. Al atardecer, antes de una importante reunión al día siguiente con una multitud de donantes, un empleado intentó imprimir cientos de documentos necesarios para la reunión, pero se encontró con que la fotocopiadora se había quedado sin tinta. La alerta automática de la máquina, que tenía que avisar al proveedor cuando los suministros de tinta fueran escasos, había fallado, y las personas de la oficina que utilizaban la máquina a diario nunca comprobaban estos niveles manualmente.
El personal se apresuró a llevar el equipo a una tienda local de suministros de oficina, lo que les costó tiempo y dinero. Consiguieron las copias, pero ese pequeño fallo estuvo a punto de arruinar una presentación importante.
Tener una visión general de nuestra vida cotidiana implica también tener en cuenta los detalles. El marido que desea poner algo de emoción en su matrimonio prepara los detalles para alcanzar ese objetivo. Lleva flores a su mujer en momentos inesperados, organiza salidas de fin de semana y se acuerda de decirle «te quiero» antes de salir por la mañana. Los abuelos que quieren que una reunión familiar salga a la perfección hacen una lista detallada de la compra, decoran la mesa y sacan los juguetes para entretener a los más pequeños.
En su obra de 1758 «Poor Richard’s Almanack», Ben Franklin publicó este refrán, titulado «Un poco de negligencia puede engendrar un gran daño»:
A falta de un clavo, se perdió la herradura.
A falta de herradura, se perdió el caballo.
A falta de caballo, se perdió el jinete.
A falta de jinete, se perdió la batalla.
A falta de batalla, se perdió el reino,
Y todo por la falta de un clavo en la herradura.
Durante la Segunda Guerra Mundial, una copia enmarcada de esas palabras colgaba de la pared de un importante almacén de suministros militares en Londres, recordando a todo el ejército que la victoria significaba prestar atención a asuntos que parecían triviales. Un equipo defectuoso o dañado podía costar vidas y provocar la derrota en el campo de batalla.
Las grandes visiones pueden convertirse en realidades, siempre que nos acordemos de ordenar todos esos engorrosos detalles.
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