Comentario
Hace más de dos años, escribí una columna titulada «Todo lo que la izquierda toca, lo arruina». Hice una lista de ocho ejemplos:
- Las universidades.
- Las artes: música, arte y arquitectura.
- Los deportes.
- El judaísmo, el protestantismo y el catolicismo convencional.
- Las relaciones entre razas.
- La felicidad de las mujeres.
- La inocencia de los niños.
- Y, quizás lo más inquietante, el compromiso de Estados Unidos con la libertad de expresión.
Ahora hay que añadir a las ciencias.
La pandemia de COVID-19 aceleró la ruina de la ciencia por la izquierda. Esto ya había empezado con los ataques de la izquierda sobre la «objetividad», el valor más esencial de la ciencia, lo que hace posible a la ciencia. La izquierda declaró a la objetividad, que ahora coloca entre comillas, una característica de la supremacía blanca.
Un ejemplo es que los departamentos de ciencia de las universidades a lo largo de Estados Unidos declararon su intención de contratar a físicos, biólogos y otros científicos, basándose en su género y raza, no en sus conocimientos científicos. Hace unos años, los cinco candidatos en la corta lista de solicitudes para el departamento de Física de la Universidad de California en San Diego eran mujeres, «lo que llevó a un candidato masculino con una especialidad en física extragaláctica a preguntarse por qué la escuela había incluso solicitado postulaciones de hombres asiáticos y blancos», informó Heather Mac Donald.
Mac Donald actualizó sus hallazgos en una artículo publicado esta semana: «El decano de la Escuela de Ingeniería Jacobs de la Universidad de California, San Diego, se declaró como ‘absolutamente dedicado’ a convertir la escuela de ingeniería en una «organización antirracista'».
Un ejemplo reciente fue la declaración de más de 1000 médicos y otros profesionales de la salud, que a pesar de sus advertencias previas contra las reuniones públicas como riesgos para la salud, dijeron: «Como defensores de la salud pública, nosotros no condenamos estas reuniones (protestas masivas contra el racismo) como riesgosas para la transmisión de COVID-19. Las apoyamos como vitales para la salud pública nacional».
Otro ejemplo más del izquierdismo aplastando a la ciencia médica, es la negación por parte de la profesión médica de los beneficios de la hidroxicloroquina y el zinc en los primeros días de una infección de COVID-19. El hecho de que los médicos, incluida la Administración de Alimentos y Medicamentos, etiqueten como un fármaco peligroso algo que ha sido utilizado sin riesgo por más de medio siglo, y por muchos miles (como quienes padecen artritis reumatoidea o lupus) todos los días por décadas, es un escándalo médico y moral. La profesión médica colocó la política no solo por delante de la ciencia sino también por delante de salvar vidas. La profesión médica, la FDA y los CDC perdieron la confianza de la mitad de los estadounidenses y, con el tiempo, perderán la confianza de la mayoría de los estadounidenses. Es difícil imaginar que la profesión médica recupere su credibilidad en esta época.
Una de las revistas médicas y científicas más prestigiosas del mundo, The Lancet de Reino Unido, retiró un artículo que descartaba la eficacia de la hidroxicloroquina en el tratamiento de los pacientes de COVID-19. El artículo contenía datos inventados. Como reportó The New York Times, el Dr. Richard Horton, editor en jefe de The Lancet, calificó al artículo de su revista como una «mentira» y «un fraude monumental».
La revista publicó el estudio fraudulento sobre los supuestos peligros de la hidroxicloroquina debido a la presión de las empresas farmaceúticas, que no tienen nada que ganar económicamente con el uso generalizado de la hidroxicloriquina, un fármaco barato y genérico, y porque la revista detesta al presidente Donald Trump, quien, cuando aparecieron los primeros informes sobre el éxito del tratamiento con hidroxicloroquina, había anunciado que el uso del fármaco podría salvar vidas. Horton etiquetó al retiro de Estados Unidos de la Organización Mundial de la Salud por parte de Trump como «un crimen contra la humanidad», después de la politización del coronavirus por parte de la OMS, incluyendo su comportamiento como títere del Partido Comunista Chino cuando condenó la prohibición de Trump del 31 de enero de viajar desde China.
El número de estadounidenses asesinados por las juntas médicas, las juntas farmacéuticas, la FDA y los CDC, por no permitir que los médicos prescriban hidroxicloroquina en los primeros días después del diagnóstico de un paciente con COVID-19 y fuera del ámbito hospitalario, y el número de asesinados por los médicos que podían pero no querían prescribir hidroxicloroquina, es probable que sea de decenas de miles. En mi programa de radio, el epidemiólogo de la Universidad de Yale, el Dr. Harvey Risch, dijo: «Debido a que se nos impidió usarla (hidroxicloroquina) en Estados Unidos hasta el presente, probablemente murieron al menos 100,000 personas».
Basado en el estudio retirado de The Lancet, The Washington Post tituló «La droga hidroxicloroquina promovida por Trump como un ‘gran cambio’ en el coronavirus está cada vez más vinculada a muertes». Y los sitios de redes sociales como Facebook y Twitter eliminan inmediatamente cualquier cita de un científico que promueva la hidroxicloroquina.
Un cuarto ejemplo es la Asociación Americana de Psicología, o la APA, que elige al izquierdismo por encima de la psicología al declarar que «40 años de investigación (muestran que) la masculinidad tradicional es psicológicamente dañina y que la socialización de los chicos para suprimir sus emociones causa un daño que tiene eco tanto en el interior como en el exterior».
Lo único bueno de la patologización de la masculinidad de la APA es que las personas que buscan un psicoterapeuta competente para sí mismos o para su hijo tienen ahora un método fácil para identificar a los incompetentes: simplemente preguntar al futuro terapeuta si está de acuerdo con la declaración de la APA. Si lo están, o si simplemente dudan en distanciarse de ello, sabe que quiere otro terapeuta.
Las próximas columnas tratarán de más áreas de la vida arruinadas por la izquierda, incluyendo, la más preocupante de todas, Estados Unidos en sí mismo.
Como se vio en la forma de tratar las estatuas de George Washington y Thomas Jefferson, la izquierda puede derribar, pero no puede construir.
Dennis Prager es columnista y presentador de programas de radio sindicalizada a nivel nacional.
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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