Generalmente en las mañanas soy un modelo de productividad. Me levanto temprano, me preparo un café y estoy frente al computador a las 5:30 a.m. Hago el trabajo importante, hago una lista de tareas para el día y hago ejercicio antes que mis hijos se levanten. Tomo un desayuno saludable, llevo a los niños al colegio y regreso al trabajo. En otras palabras, tengo una buena rutina matutina.
Sin embargo, cuando se pone el sol, las cosas suelen empezar a estropearse. Para cuando los niños se acuestan, suelo estar agotado y me dedico a beber cerveza y ver Netflix. A menudo, completo la trifecta glotona con un pasabocas salado. Es bastante obvio: mi rutina nocturna, si se le quiere llamar así, es deficiente.
Por supuesto, no soy el único que toma decisiones poco óptimas, especialmente a última hora del día. Y eso es en gran parte el resultado de tener que tomar tantas decisiones durante el día.
Por ejemplo, un estudio descubrió que en solo un día tomamos un promedio de 217 decisiones relacionadas con la comida. ¿Acaso sorprende que por la noche busque papas fritas en lugar de una manzana?
Cada decisión que tomamos durante el día agota progresivamente nuestra capacidad de tomar buenas decisiones. Esto se llama «fatiga de decisión». Nos quedamos sin energía mental. Mientras más decisiones tomemos a lo largo del día, más difícil será cada una para nuestro cerebro. Así que empezamos a tomar decisiones fáciles y cómodas, lo que ayuda a explicar por qué mi rutina matutina es sólida pero la vespertina es deficiente.
Decisiones que se toman una sola vez
El antídoto contra la fatiga de las decisiones: Tomar una decisión una sola vez, para no tener que volver a tomarla otra vez.
A continuación, un pequeño ejemplo de cómo funciona la toma de decisiones de una sola vez.
En octubre, decidí publicar contenidos en LinkedIn todos los días. LinkedIn es la plataforma más importante para que nuestra agencia de marketing desarrolle nuevos negocios, así que para mí es importante ser visible para nuestra audiencia allí.
Si hubiera decidido publicar en LinkedIn «más a menudo» o «tres veces a la semana», cada día me habría enfrentado a la decisión de publicar o no. Eso habría facilitado la decisión de que mañana sería mejor o que no tenía nada interesante que decir.
Al tomar la decisión una vez, no tuve que enfrentarme a ella todos los días. No tengo que depender de la fuerza de voluntad. Lo hago habitualmente. Es automático.
Sin duda, hay personas que tienen más fuerza de voluntad y disciplina que yo y para las que no es necesario tomar un enfoque de una sola vez. Pero para mí, y quizás para usted también, si dejo la puerta abierta aunque sea una rendija, encontraré la forma de hacer una excepción a pesar de mis mejores intenciones. Me resulta mucho más fácil cerrar la puerta por completo, de modo que no me quede más remedio que emprender alguna buena acción.
Elimino la variable de mi fatigada toma de decisiones.
Este principio se puede aplicar a las cosas grandes y pequeñas de la vida, desde el ejercicio y la inversión, hasta el refrigerio y la navegación por páginas web.
Veamos cómo:
Examine las decisiones con las que lucha habitualmente.
Sistematice el mayor número posible tomando una gran decisión, no muchas pequeñas.
Siga buscando formas de simplificar su vida hasta el punto de que las decisiones que tenga que tomar estén relacionadas con cosas que realmente le importen.
Nadie es perfecto. La fuerza de voluntad sube y baja. No hay forma de evitar que la fatiga de las decisiones provoque atracones de Netflix y una cerveza de más. Pero es posible dar algunos pequeños pasos positivos hacia adelante eliminando más decisiones de la mesa. «Uno y listo» es un enfoque que puede ayudarte a tomar menos decisiones y, por lo tanto, a tomarlas mejor.
Jay Harrington es un escritor y abogado convertido en empresario que dirige una marca inspirada en el estilo de vida del norte de Michigan llamada Life and Whim. Vive con su esposa y sus tres hijas en un pequeño pueblo y escribe sobre cómo vivir una vida con propósito y orientada al aire libre.
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