Nota del editor: La Gran Época publica una serie de artículos que exponen el uso de la tortura por parte del régimen chino contra los grupos a los que persigue, así como el sufrimiento y el daño que causa a quienes la sufren.
Un médico del Comité Internacional de la Cruz Roja que visitó numerosos centros de detención en todo el mundo dice que la tortura psicológica puede tener efectos extremadamente negativos.
«La tortura durante el interrogatorio a menudo incluye métodos que no agreden físicamente al cuerpo ni causan dolor físico alguno, y que sin embargo, conllevan dolor y sufrimiento psicológico severo y perturban profundamente los sentidos y la personalidad», escribió el Dr. Hernán Reyes en un artículo titulado “Las peores cicatrices están en la mente: tortura psicológica”.
Según Amnistía Internacional, la privación de sueño y el confinamiento solitario son dos métodos de tortura psicológica que se utilizan habitualmente en China, pero hay muchos más, incluidas las amenazas contra miembros de la familia, los períodos de intenso interrogatorio e infundir miedo.
Entre las víctimas se encuentran los miembros de las minorías étnicas tibetana y uigur, sospechosos de “separatismo”, abogados de derechos humanos, disidentes políticos, practicantes de Falun Dafa, activistas por la democracia y miembros de iglesias clandestinas.
China tiene un enorme sistema de centros de reeducación, comúnmente llamados centros de lavado de cerebro. Posiblemente el mayor de estos centros –que fue descrito como un campo de concentración por grupos de derechos humanos- es el de la región de Xinjiang, donde al menos un millón de uigures y otros grupos musulmanes son retenidos y sometidos a adoctrinamiento psicológico, lo que incluye ser obligados a asistir a clases de reeducación política y a cantar canciones políticas.
Según el diario británico Independent, los musulmanes se vieron obligados a renunciar al Islam y a jurar lealtad al Partido Comunista Chino. En una audiencia de la Comisión Ejecutiva del Congreso de Estados Unidos sobre China el pasado mes de julio, se dijo que a menudo se mantiene a los detenidos aislados, sin comida ni agua, y se les impide dormir, así como también se les interroga sobre sus prácticas religiosas y sobre sus viajes al extranjero.
Un informe de la Campaña Internacional para el Tíbet reveló que el nivel de violencia dirigido a los prisioneros políticos tibetanos suele ser extremo y que los tibetanos quedan no solo con lesiones físicas permanentes sino también con graves traumas psicológicos. Un informe de 2018 del Centro Tibetano para los Derechos Humanos y la Democracia reveló que, desde 2012, los monjes y monjas expulsados de varios templos y monasterios permanecieron recluidos en centros de reeducación durante semanas o meses sin ningún tipo de acceso al debido proceso legal.
Durante años, los cristianos en China enfrentan en su conjunto una presión psicológica debido a que las autoridades arrestan a pastores, cierran iglesias y congregaciones, queman biblias y quitan cruces de las iglesias.
En esta último etapa, Mission Network News informa que hay planes en marcha para reescribir partes de la Biblia para hacerla más compatible con la ideología del estado comunista. Según The Christian Post, las autoridades también están presionando a más de 20.000 iglesias clandestinas para que cierren o se unan a la iglesia autorizada por el régimen mientras Beijing busca reforzar el control sobre los grupos religiosos.
La utilización de centros de lavado de cerebro para encarcelar a los practicantes de Falun Dafa está particularmente extendida en China. Según los observadores de derechos humanos, desde que el régimen chino anunció en 2013 la abolición del sistema de campos de trabajo forzado, los centros de lavado de cerebro se convirtieron en las principales instalaciones para perseguir a los practicantes de Falun Dafa. En estos centros, los practicantes son objeto de constantes abusos y amenazas verbales, así como también de torturas físicas. También son alimentados a la fuerza o inyectados con drogas que dañan el sistema nervioso para tratar de forzarlos a abandonar sus creencias.
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