Comentario
Si hay algo que he aprendido sobre el presidente Donald Trump en los últimos tres años, es que cuando dice cosas aparentemente escandalosas, a menudo tiene razón. Caso en cuestión: el 23 de agosto del año pasado, el presidente invocó una ley de 1977 para ordenar a las compañías estadounidenses que —como tuiteó— «inmediatamente comiencen a buscar una alternativa a China».
La ley citada es la Ley Internacional de Poderes Económicos de Emergencia, que existe para hacer frente a una «amenaza inusual o extraordinaria para la seguridad nacional, la política exterior o la economía de Estados Unidos». Después del tuit de Trump, el promedio Dow Jones cayó más de 600 puntos. El presidente no retrocedió. Luego criticó a General Motors por su enorme presencia en China y sugirió que considerara la posibilidad de trasladar las operaciones chinas a Estados Unidos.
Trump se convirtió en el primer presidente en invocar la ley —conocida como IEEPA— sobre lo que entonces era solo una disputa comercial, o «guerra comercial» como la llamaban los medios de comunicación. J.R. Reed, en CNBC, escribió que, si presionaba más, las compañías estadounidenses probablemente desafiarían la orden de Trump en la corte.
Es ilustrativo tener en cuenta que el artículo de Reed menciona algunos puntos muy interesantes —probablemente incluidos para mostrar qué Trump era un bufón por esta «orden», y lo perjudicial que sería deshacerse de China. Entre esos:
- China produce aproximadamente el 25 por ciento de todos los productos manufacturados en todo el mundo.
- Boeing no abandonaría a China (produciendo, de todas las cosas, 737 Max Jets allí), porque cedería terreno a su rival Airbus.
- Apple parece haber invertido totalmente en la fabricación china con prácticamente todos los iPhones construidos en 29 fábricas en la provincia central de Zhengzhou.
- El 50 por ciento de las ubicaciones de los proveedores de Apple se encuentran en China.
- Google planeaba trasladar la producción de la mayoría de sus productos a Vietnam, y solo el 3 por ciento de las compañías que planeaban reducir su escala en China estaban llevando la fabricación a Estados Unidos.
Los capitanes de la industria y otros estadounidenses deberían haber escuchado al presidente Trump. Su directiva inicial para deshacerse de China fue sobre el comercio y el robo de propiedad intelectual, pero con el advenimiento del coronavirus, ahora es una sabiduría de común acuerdo que tenemos que fabricar productos esenciales aquí.
¿Por qué no vimos esto entonces? ¿O incluso antes de que Trump lo mencionara?
Trump quería «hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande». Se comprometió a llevar la fabricación de vuelta a Estados Unidos, drenar el «Pantano» en Washington y construir un muro para ayudar a controlar nuestra frontera sur. Defendió la independencia energética de Estados Unidos y nos sacó de los acuerdos de la era Obama, como los Acuerdos Climáticos de París y el acuerdo nuclear de Irán, los cuales fueron malos para Estados Unidos.
Si este país hubiera respaldado al presidente Trump e implementado sus ideas —especialmente con respecto a China y la frontera— estaríamos en mucho mejor forma para combatir una pandemia. Pero cuando los tiempos son buenos y las ganancias están llegando, a veces los políticos y las empresas se vuelven complacientes.
Aquí es donde eso nos deja:
- China produce y controla más del 90 por ciento de nuestros antibióticos.
- China fabrica la mayoría de nuestros respiradores y máscaras quirúrgicas.
- China está bien posicionada para prohibir las exportaciones farmacéuticas a Estados Unidos.
Por un capricho, China podría dejar nuestros estantes de farmacia tan vacíos como nuestros estantes de papel higiénico. ¿Y adivina qué? China controla la mayor parte de la tecnología para la red de teléfonos celulares 5G. ¿Creías que hicimos eso aquí? En realidad, ninguna de las principales empresas estadounidenses fabrica el equipo para 5G. Todo viene de China.
La mayoría de las personas que piensan ahora entienden que esto tiene que cambiar.
Hágase esta pregunta:
¿Cómo pensamos que estaba bien dejar la fabricación de medicamentos esenciales, productos farmacéuticos, ventiladores, tecnología de computadoras y teléfonos celulares, y mucho más a un país represivo que nos considera su enemigo? Piense en eso cada vez que un político mima a China, o cuando celebridades como LeBron James y otros miembros de la Asociación Nacional de Baloncesto se inclinan para lamer las botas del Partido Comunista Chino para que puedan ganar dinero.
¿Qué pasa con las «restricciones de viaje» de Trump?
El 31 de enero, el presidente Trump instituyó restricciones de viaje —no una prohibición— para viajar entre Estados Unidos y China debido al coronavirus. Más tarde agregó Europa al edicto. Los viajes se restringieron a «ciudadanos extranjeros que habían estado en China en los últimos 14 días».
¿Por qué no una orden más estricta —una que impida que cualquiera que haya estado en un área infectada venga aquí hasta que den negativo? No me malinterpretes; esta orden ciertamente ayudó a frenar la propagación— y ciertamente ninguno de los demócratas que se postuló para la nominación lo habría hecho. La izquierda, actuando en su pensamiento grupal habitual, considera racista incluso referirse a la enfermedad como la gripe china o el virus de Wuhan. Aparentar que les importa es mucho más importante para ellos que salvar vidas.
Un pequeño artículo en NBC News puede contener la respuesta a por qué Trump no instituyó una prohibición total. El 27 de febrero de este año, cuando el coronavirus estaba en plena propagación en algunas partes del mundo, Trump amplió la prohibición de viajar a seis países africanos mayormente musulmanes. Ocho grupos de derechos civiles atacaron la política como racista.
Trump debe lidiar no solo con el régimen comunista chino y, obviamente, con sus mentiras y campaña de propaganda acusando a Estados Unidos de comenzar esta pandemia, sino que también debe luchar contra la corrección política, los que aparentan que les importa y contra un partido de oposición que se preocupa más por derrotarlo en lo que está haciendo, salvar vidas.
Lynn Woolley es escritor y podcaster con sede en Texas en PlanetLogic.us.
Las opiniones expresadas en este artículo son las opiniones del autor y no reflejan necesariamente las opiniones de The Epoch Times.
A continuación:
Residentes de Wuhan sienten desesperanza en medio del brote del virus del PCCh
»
Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
Cómo puede usted ayudarnos a seguir informando
¿Por qué necesitamos su ayuda para financiar nuestra cobertura informativa en Estados Unidos y en todo el mundo? Porque somos una organización de noticias independiente, libre de la influencia de cualquier gobierno, corporación o partido político. Desde el día que empezamos, hemos enfrentado presiones para silenciarnos, sobre todo del Partido Comunista Chino. Pero no nos doblegaremos. Dependemos de su generosa contribución para seguir ejerciendo un periodismo tradicional. Juntos, podemos seguir difundiendo la verdad.