Opinión
Después de la elección presidencial es natural proliferen las opiniones públicas, los análisis, incluso el debate en relación a lo que pasó. Al margen de ello, debe señalarse que los triunfadores se han mostrado llenos de soberbia y no se han visto generosos, salvo la presidenta electa, Claudia Sheinbaum, quien reconoció que más de 16 millones de mexicanos no votaron por ella; al ver las miserias de la oposición se puede decir incluso que votaron en contra de ella.
Pero Sheinbaum se definió correctamente como una presidenta de todos los mexicanos y despertó la esperanza de que la polarización, el odio, la descalificación de toda una clase social —la clase media—, ya no serán el discurso cotidiano del Ejecutivo. Sin embargo, no ha hecho un llamado a sus seguidores para que esto termine, porque hasta ahora evita una diferenciación respecto al presidente, su mentor. Entonces no sabemos.
Y hubo más de cuarenta millones de abstencionistas, cuyo voto negativo es contra todos. Pero lo observado hasta ahora es la burla de los miembros de Morena, el partido triunfante, en contra de sus adversarios. La humillación a quien no piensa como ellos. La ratificación del odio y el hincapié en el resentimiento social como políticas de Estado. La propaganda de la confrontación permanente.
Del lado opositor las cosas no están mejor. De nuevo se mira una total falta de autocrítica de los dirigentes de los tres partidos perdedores. Después de su también derrota apabullante en 2018 tampoco hicieron ninguna autocrítica. Sólo buscaron acomodarse a la nueva situación y difundieron la idea, para justificarse, de que “si al presidente le va bien, al país también”.
Luego de ser usados, los políticos opositores cambiaron su postura cuando desde el poder se fortaleció la campaña en su contra. Aunque nunca lograron —asesorados por publicistas, novatos y gente que no entiende—, tener un posicionamiento adecuado a las circunstancias.
Tampoco ha habido de parte de Xóchitl Gálvez, la candidata opositora, un asomo de autocrítica en relación a la mala campaña que encabezó. En las declaraciones que ha hecho, mandó la pelota al otro lado como si eso fuera suficiente. Sorprende lo que se ha publicado en la prensa acerca de las exorbitantes cantidades millonarias que cobraron sus asesores, Aldo Campuzano, Fito Covarrubias y Roberto Trad, entre otros.
Xóchitl tuvo la confianza de millones de mexicanos de buena fe, movilizados en una lucha contra la hegemonía de un partido. Era una batalla histórica. Debió prepararse con el equipo adecuado y no rodearse de asesores y publicistas que no tenían nivel para esto, tampoco dar puestos a sus hijos y tener de su lado a políticos muy desgastados, que no daban una buena señal. El balance ha terminado, lo que pudo ser no fue. Y no fue que la estrategia fuera equivocada, ni siquiera hubo estrategia.
¿Qué es lo que sigue ahora? La respuesta es muy sencilla, el tema estratégico de la pasada campaña electoral surge a pesar de la propaganda y el discurso gubernamental y de la incapacidad opositora de entenderlo como la base de su campaña contra el poder: se trata de la inseguridad. La idea del “bienestar” le ganó al tema de la “inseguridad y la estabilidad”. Pero ya vimos que a ello contribuyó la dispersión e incapacidad estratégica opositora.
La inseguridad pública no sólo es un problema, es una crisis. Y esta crisis tiene ya severas implicaciones de seguridad nacional: nos encaminamos hacia convertirnos tarde o temprano en un Estado fallido. Consecuencias graves, que de suceder van a afectar a generaciones de mexicanos.
Quiero ir rápido al meollo del asunto con un ejemplo. Los políticos en la pasada elección se llenaron la boca con el tema del nearshoring (relocalización). ¿A quién se le ocurre pensar que un país que ya no controla, según el Pentágono, el 35 por ciento de su territorio, lo cual sigue avanzando, es una opción viable para ubicar empresas?
Un país con 200 mil homicidios dolosos, más muertos que en la guerra de Ucrania, no parece muy atractivo para el desarrollo empresarial. Pero un tema es más grave en este último sentido: el Estado está dejando de controlar las carreteras federales y vecinales. Esto ya venía de gobiernos pasados, pero se está agudizando actualmente.
Se cobra derecho de piso en carreteras del norte, se roba en las carreteras a plena luz del día, se incendian trailers y se mata a choferes, hay retenes criminales que el propio presidente avala cuando presume que a él lo dejaban pasar sin problema al reconocerlo, en una carretera del sureste se detuvo a la candidata oficialista y su comitiva, por parte de un grupo de encapuchados, dueños de ese territorio. Si a esto se une el atraso en materia eléctrica, no hay muchos incentivos para este nearshoring, salvo la cercanía con Estados Unidos, lo que se está viendo afectado por el descontrol en las carreteras, o los saqueos de los ferrocarriles.
Se me dirá que ha habido un crecimiento de la inversión extranjera, pero la primera alerta de que esto va a cesar por la actual situación se dio con los recientes movimientos devaluatorios. El “super peso” comenzó a caer y sólo se considera un nerviosismo de los mercados ante el anuncio de la reforma judicial. ¿Qué sucederá cuando ya sea una determinación tomada en el Congreso dominado por Morena?
El presidente de la Asociación de Bancos de México (ABM), Julio Carranza, dijo que “el peso mexicano mantendrá la volatilidad debido a la reforma del poder judicial”, aunque contradictoriamente haya dicho también que existe “confianza y certidumbre”. La realidad es que la única certidumbre real por ahora es que al aprobarse dicha reforma, el peso va a volver a devaluarse con consecuencias en la estabilidad económica que ya sufre las presiones de una prevista crisis fiscal.
¿Por qué los mercados financieros están reaccionando así ante esta reforma? Es evidente que al perderse un contrapeso al poder ejecutivo, la certidumbre jurídica disminuye sensiblemente, pero también hay dos aspectos que determinan que aquello suceda: 1. La prioridad de Morena, del actual presidente y de quien viene, es aumentar el poder del Ejecutivo y no la atención a una problemática grave como la seguridad, además que es mala idea mandar a elecciones a los jueces en un país donde las bandas criminales ya están interviniendo en las elecciones. 2. La ganancia especulativa y una previsible fuga de capitales —a pesar de las altas tasas de interés han salido ya 349,000 millones de pesos— son incentivos para la reacción negativa de los mercados.
El hecho es que se trata de la crónica de una muerte anunciada. ¿De qué tamaño será la crisis que viene? Los datos duros la anuncian fuerte. ¿La intervención para “poner orden” por parte del Banco de México será suficiente para conjurarla? El cabildeo del secretario de Hacienda no pareciera estar teniendo éxito.
En México la realidad económica siempre ha castigado los abusos y excesos del Ejecutivo o los errores estratégicos o incompetencias. En la crisis que estalló durante el gobierno de Ernesto Zedillo, el desequilibrio en la balanza de pagos ya existía y el cuidado de la estabilidad económica era indispensable.
La conversión de los tesobonos de deuda en pesos a dólares se había convertido en un problema de seguridad nacional. El 19 de diciembre de 1994 el farsante Marcos anunció en rueda de prensa que sus tropas avanzarían en Chiapas hacia otros municipios. Eso bastó para que comenzara una corrida financiera y una imparable fuga de capitales. El secretario de Hacienda, Serra Puche, se desconectó ese día porque su mujer había parido, o por lo menos ese fue el pretexto que puso. El error de diciembre fue muy costoso para el país.
Todo indica que ahora nos encaminamos hacia el “error de septiembre”. ¿Se podrá conjurar? ¿O se cumplirá la sentencia griega: los dioses ciegan a los que quieren perder?
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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