Un corazón humilde crea ondas que se extienden por todas partes

He aquí algunas formas sencillas de fomentar la humildad en nosotros mismos y promover la apertura para aprender, dar y crecer

Por Barbara Danza
28 de febrero de 2023 11:07 PM Actualizado: 28 de febrero de 2023 11:07 PM

Merriam─Webster define la humildad como «ausencia de orgullo o arrogancia», y parece que la humildad ha pasado de moda. La sociedad moderna parece fomentar rasgos de carácter que van en contra de la humildad, como el narcisismo, la prepotencia y el egocentrismo.

Estamos rodeados de expertos y gurús que afirman tener todas las respuestas; discutir parece haberse convertido en un pasatiempo nacional, lo que contribuye a crear un ambiente de discordia y combatividad; y la arrogancia es habitual y se malinterpreta como confianza. Como resultado, las relaciones se han visto privadas de calidez y de una conexión profunda.

Nuestros antepasados consideraban fundamental la humildad. En Oriente, Confucio llamaba a la humildad «la base sólida de todas las virtudes». En Occidente, la Biblia tiene mucho que decir sobre la humildad: por ejemplo, «No hagáis nada por ambición egoísta o vanagloria, sino considerad humildemente a los demás como superiores a vosotros mismos.» (Filipenses 2:3)

Las muestras evidentes de arrogancia son fáciles de detectar, pero la falta de humildad no siempre es evidente. A todos nos puede faltar humildad a veces. Es algo que merece la pena controlar ─solo por lo alto que hemos llegado─ y es bueno recordar que todos somos imperfectos.

Cuando perdemos de vista la humildad, nos cerramos a la conexión con los demás, a las nuevas ideas, a nuestro verdadero yo y a nuestro mayor potencial. Cuando no fomentamos la humildad en nuestro carácter, nos volvemos poco sinceros, intentando mostrar al mundo una versión artificial de nosotros mismos de la que preferiríamos presumir. Nos convertimos en sabelotodos, repartiendo consejos no solicitados, alardeando de nuestra propia genialidad y dejando de lado cualquier idea contraria.

Cuando mantenemos la humildad, podemos conservar la autenticidad y la conciencia de nosotros mismos, y estamos abiertos a aprender, a relacionarnos, a dar y crecer. He aquí algunas formas sencillas de fomentar la humildad en nosotros mismos.

Abrazar la modestia

Sócrates dijo célebremente que «la única sabiduría verdadera consiste en saber que no sabes nada». Si es cierto, ¿qué hay de arrogante? Podemos recordarnos a nosotros mismos que es muy poco lo que realmente sabemos y muy poco lo que realmente podemos controlar. Podemos simplemente reconocer que la vida es, en su mayor parte, un misterio y que todos hacemos lo mejor que podemos con lo que tenemos.

En lugar de sentir remordimiento por nuestra ignorancia e ineptitud, o de envanecernos por nuestros logros o bendiciones, podemos simplemente maravillarnos de todo ello.

Preocuparse menos por la reputación

¿Con qué frecuencia ajustamos nuestras acciones y decisiones en función de lo que imaginamos que pensarán o dirán los demás? Si vivimos para mantener una imagen, actuamos con la esperanza de recibir palmaditas en la espalda y estrellas doradas, y evitamos las críticas a toda costa, no estamos siendo sinceros.

Deberíamos intentar hacer lo mejor posible lo que sabemos que debemos hacer, y dejar que las opiniones de los demás caigan donde caigan.

Abrazar la autenticidad

La falta de humildad puede llevarnos a fingir mucho. Si estamos constantemente presumiendo, creyendo que estamos por encima de los demás o que somos los mejores, hemos perdido de vista la verdad (o la estamos evitando intencionadamente).

Nadie lo tiene todo controlado. Nadie lo tiene todo resuelto. Nadie tiene una vida perfecta. Todos cometemos errores. Todos tenemos defectos y carencias. Todos nos encontramos con desgracias y sufrimientos. Pero nos permitimos relacionarnos y conectar con los demás si podemos admitir nuestros defectos y no tenemos que presumir de nuestros puntos fuertes. Somos libres de vivir y actuar con autenticidad si podemos mantener un sentido de la humildad.

Elegir la empatía

Cuando escuchamos a nuestros amigos, familiares o colegas, podemos intentar ponernos en su lugar y comprender sus puntos de vista. (Biba Kayewich)

La humildad puede malinterpretarse como un bajo nivel de confianza. Al contrario, como dijo una vez Rick Warren, «La humildad no es pensar menos de ti mismo, es pensar menos en ti mismo».

Una forma sencilla de practicar la humildad es tratar de comprender a los demás y relacionarnos con ellos genuinamente. Al hablar con nuestros familiares, amigos y colegas, podemos intentar escucharles atentamente, ponernos en su lugar y comprender de dónde vienen. No tenemos por qué insistir siempre en que se adopten nuestras ideas o en que nuestros métodos sean los correctos. Podemos anteponer las necesidades y los deseos de los demás a los nuestros.

Practicar la gratitud

James E. Faust dijo: «Un corazón agradecido es el principio de la grandeza. Es una expresión de humildad. Es una base para el desarrollo de virtudes como la oración, la fe, el valor, la satisfacción, la felicidad, el amor y el bienestar.»

Es muy fácil incorporar una práctica de gratitud a nuestra vida cotidiana. Antes de acostarnos, podemos pensar mentalmente en un puñado de cosas por las que estamos agradecidos. En un diario, podemos anotar un número determinado de cosas por las que estamos agradecidos cada día. Podemos hablar de las cosas por las que estamos agradecidos con nuestra familia durante la cena. Podemos aprovechar nuestro paseo diario o nuestro tiempo de ejercicio para recordar las muchas cosas por las que estamos agradecidos. Podemos dedicarnos a observar las innumerables bendiciones de nuestra vida y fundirnos en un corazón agradecido.

Observar la naturaleza

«Al introducir la naturaleza en nuestras vidas, invitamos a la humildad», dice el escritor Richard Louv.

La naturaleza nos recuerda lo pequeños que somos. Estamos ante grandes cordilleras, miramos al vasto océano o contemplamos el cielo infinito de estrellas y no podemos evitar sentirnos humildes ante todo ello.

Cuanto más observamos y reflexionamos sobre la naturaleza y su perfecto diseño, ese espíritu de asombro es precisamente lo que sentirá un corazón humilde.

Ser curioso

Cuando nos falta humildad, solemos estar demasiado ensimismados. Si somos capaces de mostrar interés y curiosidad por las diferentes perspectivas, historias y cualidades de los demás, podemos experimentar la humildad. Permitir que los demás nos impresionen, nos sorprendan y nos inspiren es un regalo para nosotros mismos y para ellos, y genera conexiones más profundas.

Escuchar

Dios nos dio dos orejas y una boca por una razón, como suele decirse. Si escuchamos más de lo que hablamos y reconocemos que aún nos queda mucho por aprender y que los demás pueden tener algo valioso que compartir, estamos practicando la humildad.

Juzgar menos

Cuando juzgamos a los demás, es un signo inequívoco de que nos vendría bien mejorar nuestra humildad. Rara vez tenemos suficiente información para emitir un juicio fundado sobre el carácter o la situación de otra persona. El simple hecho de reconocer nuestra incapacidad para juzgar con precisión, así como nuestras propias insuficiencias, puede hacernos adoptar una postura más abierta y un corazón más compasivo.

Actuar

Podemos dejarnos llevar por opiniones infundadas sobre cómo salvar el mundo, arreglar el país o mejorar la sociedad, pero con la misma facilidad podemos perder de vista la importancia de hacernos la cama cada día o desempeñar bien los papeles que nos tocan en la vida.

En lugar de proponernos salvar el mundo y mirar con arrogancia a quien no comparta tan elevado objetivo, podríamos echar un vistazo a nuestra vida inmediata. ¿Cómo va? ¿Nos ocupamos de lo que debemos? ¿Hay cosas que estamos evitando? ¿Hay cosas que podrían ir mejor? ¿Tenemos realmente las respuestas a cuestiones globales complejas pero no la capacidad de manejar nuestras responsabilidades locales?

Con un corazón humilde, desviando nuestra atención hacia los asuntos locales, puede que solo descubramos que las consecuencias de hacer muy bien lo que deberíamos hacer conducen igualmente a una mejora global.

 


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