Un gobierno mexicano bajo presión y ante el abismo

Por Gerardo De la Concha
28 de diciembre de 2024 4:32 PM Actualizado: 28 de diciembre de 2024 5:00 PM

Opinión

Llegamos al final de un año y en México la situación es tortuosa en lo político, con grandes riesgos en lo económico y con incertidumbre en lo social.

El panorama es incierto en lo general porque la agenda política del país se modifica ante la presión prevista que va a ejercer Donald Trump en dos ámbitos donde el actual régimen mexicano es muy débil: el migratorio y el narcotráfico.

El cambio de gobierno en México no lo es tal. Se trata de un continuismo político que remite al callismo como figura del Maximato, aunque con una peculiaridad morenista: no es constructivo para controlar los efectos de una crisis histórica como fue la Revolución mexicana, sino se trata de una crisis provocada para restaurar lo viejo y destruir la modernización de treinta años del sistema.

No es por ello lo que vivimos ahora la continuidad de un sistema como se instauró a partir del cardenismo, que creó un péndulo institucional, sino de la réplica gubernamental del caudillismo callista en una encarnación obradorista con un signo peculiar: no hay visión de Estado sino la construcción de una hegemonía facciosa y no sistémica, como finalmente fue el viejo priismo.

En lugar de que la sucesión presidencial haya creado un péndulo en un nuevo equilibrio, lo que se observa es una presidencia débil sin agenda propia sino ejecutora de lo heredado, como una reforma judicial que representa el fin de la división de poderes, y un gran culto a la personalidad del presidente López Obrador

Desde la actual presidencia se fomenta de manera paradójica este culto, una circunstancia inédita en la historia mexicana, pues ni siquiera en el Maximato callista sucedió algo así.

La presidente Claudia Sheimbaum ha decepcionado en el tiempo que lleva en el poder a quienes creían que su arribo iba a moderar lo que distintos grupos consideran los excesos del obradorismo.

Es el caso como se señala u observa de la destrucción del andamiaje republicano, la falta de planeación en la construcción de infraestructura, el alineamiento con dictaduras, la simulación en el control migratorio y en el combate al narcotráfico, la improvisación gubernamental y la demagogia.

Hasta ahora todo indica que la presidente eligió ser la ejecutora transexenal de las políticas obradoristas. Todos los días se refiere al anterior presidente como su fuente de inspiración y refuerza la idea así de que él mismo permanece al mando. Respecto a su papel en el Partido y en el Congreso hay quienes la observan casi como una figura decorativa y así la tratan e igual se difunde en perjuicio de su imagen política.

Otra herencia peligrosa del anterior gobierno radica en el riesgo económico. Al mayor endeudamiento público de los treinta últimos años se une el enorme subsidio que significa mantener vivos los proyectos fallidos del sexenio obradorista: el Tren Maya, la refinería Dos Bocas, el AIFA y la Aerolínea Mexicana.

El déficit fiscal del tres por ciento del PIB, que ya es una gran carga, puede crecer todavía más por dos factores: la inestabilidad económica por un debilitamiento mexicano en el tratado de libre comercio y por la inestabilidad política que pueden representar los monstruos en la sala que son la frontera sur porosa y el que los Cárteles y grupos criminales controlen un treinta y cinco por ciento del territorio mexicano, según declaró el Pentágono en el Congreso de Estados Unidos.

El presidente López Obrador promovió los abrazos a los criminales, pero con ello no pacificó al país. El pacifismo obradorista incentivó delitos como la extorsión, el secuestro de mujeres, los asesinatos de civiles y entre bandas, el control criminal de carreteras y el apoderamiento de gobiernos locales por parte de los Cárteles.

Los golpes aislados y que quieren ser propagandísticos por parte del nuevo secretario de seguridad Omar García Harfuch, no dan muestras de constituir una estrategia de seguridad integral.

No se tiene un programa para restaurar el tejido social en distintas regiones del país donde se vive el predominio criminal; tampoco se observa un ataque a las estructuras criminales ni se avanza en la protección a los civiles; muchas de las carreteras del país siguen estando en manos de los criminales.

Y no se está haciendo nada en Chiapas en la frontera sur disputada por los Cárteles ante la indiferencia, pasividad y complicidad de facto de parte de los gobiernos estatal y federal.

Este último punto constituye un problema en la futura negociación con el presidente Trump. Cuando éste amenazó con subir aranceles por el problema migratorio el presidente López Obrador mandó al Ejército a controlar la frontera sur.

Llegó al poder en Estados Unidos el presidente Joe Biden y se regresó a lo mismo, al descontrol fronterizo. Y lo peor, México se convirtió en Tercer País de facto por negociaciones del anterior canciller Marcelo Ebrard.

Hoy, ante las amenazas de deportaciones masivas como castigo al descontrol fronterizo se responde aceptando las mismas prometiendo empleos y ayudas. Y la frontera sur sigue igual, es decir, peor. Alguien no está haciendo su trabajo.

Quizás lo más crítico ni siquiera está en lo político o económico, sino en lo social. A la aparente aceptación mayoritaria de un régimen autoritario, a la indiferencia respecto a la corrupción contemporánea por condenar la del pasado, sucede una disminución de recursos hasta del 31 por ciento en el sector salud; el sistema educativo se ha desplomado con un 97 por ciento de las escuelas básicas con carencias de infraestructura, según informes del Instituto Nacional de Estadística de México (INEGI) del 2023, y con libros de texto hechos por Marx Arriaga, un comunista que contrató a un venezolano que trabajó en el gobierno de Nicolás Maduro.

Ya no se enseña matemáticas ni lenguaje a los niños mexicanos. Y el conformismo respecto a todo esto por parte de los padres de familia es correlativo a becas y ayudas económicas directas.

La sociedad mexicana, donde cada vez la oposición está más borrada, vive un proceso de descomposición de valores culturales y políticos. La gente está contenta proclaman los políticos del régimen, lo exponen las encuestas y es notorio en general.

Esto se entiende como una carta de impunidad concedida a quienes gobiernan. Las presiones de Trump sirven de pretexto a la oposición para manifestar su unidad con el gobierno, mientras la presidente pinta su raya de todos modos acusando a los opositores de ser émulos según ella de aquellos que fueron a Francia para pedir apoyo contra los liberales pro yanquis.

La única novedad importante es la del empresario Ricardo Salinas Pliego, quien expulsó al lenguaje inclusivo de su televisora. Y es el primer personaje público en México que se define abiertamente en lucha para «ganar la batalla ideológica a los corruptos comunistas y socialistas».

Mientras tanto la presidente Sheimbaum, de abierta ideología woke —hizo una reforma constitucional con apoyo de la oposición para que se le diga «presidenta»— se propone al parecer jugar doble al entrevistarse con el embajador chino quien declara que su gobierno «defenderá a México». Mientras tanto el gobierno mexicano hace un decomiso aislado de contrabando chino y termina atacando de manera abierta a Salinas Pliego exhibiendo ilegalmente información de un confuso proceso fiscal de sus empresas.

La conclusión de este artículo es que al comienzo del nuevo gobierno la presidente se mira débil, los Cárteles son fuertes, hay sólidas amenazas externas e internas a la estabilidad del país, la oposición es inexistente, surge una nueva voz pública con Salinas Pliego y, por su parte, la sociedad mexicana por ahora es, de manera general, indiferente acerca de su destino colectivo.


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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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