El Dicasterio para la Doctrina de la Fe (DDF) del Vaticano declaró esta semana al arzobispo Carlo Maria Viganò culpable del delito de cisma, por lo que ordenó su excomunión.
En un comunicado emitido por la Santa Sede, el DDF reveló que su Congreso se reunió el 4 de julio para concluir el proceso penal extrajudicial previsto en el canon 1720 CIC contra Viganò.
«Son conocidas sus declaraciones públicas que muestran la negativa a reconocer y someterse al Sumo Pontífice, a la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos y a la legitimidad y autoridad magisterial del Concilio Ecuménico Vaticano II», informó el documento.
Como resultado del juicio, Viganò fue declarado culpable del delito de cisma y el DDF declaró la excomunión del arzobispo.
«El levantamiento de la censura en estos casos está reservado a la Sede Apostólica», señaló la Santa Sede agregando que la decisión fue comunicada a Viganò el 5 de julio de 2024.
De acuerdo con los términos de la última edición del Derecho Canónico, a quien sea excomulgado se le prohíbe ofrecer y recibir los sacramentos, no recibirá remuneración alguna en virtud de un título eclesiástico y es legalmente incapaz de adquirir cargos o títulos honoríficos.
Sin embargo, el castigo de la excomunión «se trata de un castigo medicinal que invita al arrepentimiento, por lo que siempre se espera que la persona vuelva a la comunión», según explicó el medio estatal del Vaticano.
El pasado 20 de junio, Viganò reveló que el DDF había iniciado un «proceso penal extrajudicial» contra él.
Más tarde el 28 de junio, Viganò respondió a la acusación de cisma del DDF, afirmando que no reconocía la autoridad del tribunal que inició el juicio ni la de su prefecto.
«Esta decisión mía, ciertamente dolorosa, no es fruto de la precipitación ni de un espíritu de rebelión, sino dictada por la necesidad moral que, como Obispo y Sucesor de los Apóstoles, me obliga en conciencia a dar testimonio de la Verdad, es decir, de Dios mismo, de Nuestro Señor Jesucristo» afirmó.
El monseñor además consideró que no tenía razones para sentirse separado de su comunión con la Santa Iglesia y con el Papado al que siempre sirvió con «devoción y fidelidad».
«No podría concebir un solo momento de mi vida fuera de esta única arca de salvación, que la providencia ha constituido como cuerpo místico de Cristo, en sumisión a su Cabeza divina y a su Vicario en la tierra», externó.
Asimismo, Viganò argumentó que la masonería se infiltró en la jerarquía de la iglesia para conseguir que esta depusiera las armas espirituales de las que disponía y abrir las puertas al enemigo «en nombre del diálogo y de la fraternidad universal».
«Pero la Iglesia, siguiendo el ejemplo de su divino Fundador, no dialoga con Satanás: lo combate», aseguró.
«Nos encontramos en la situación surrealista en la que una Jerarquía se define como católica y por ello exige obediencia del cuerpo eclesial, al tiempo que profesa doctrinas que la Iglesia había condenado antes del Concilio; y que condena como heréticas, doctrinas que hasta entonces habían sido enseñadas por todos los Papas», argumentó.
El arzobispo fue más allá y señaló que el uso subversivo de la autoridad en la Iglesia constituyó «un elemento suficiente para anular la autoridad de este nuevo sujeto que se impuso maliciosamente a la Iglesia de Cristo, usurpando su poder», dijo en referencia al Papa Francisco.
Más tarde, en respuesta a la carta que confirmó su condena, Viganò solo se limitó a decir que la culpa que se le atribuyó quedó registrada, confirmando la fe católica que profesa plenamente.
«Les digo a mis hermanos obispos: «Si calláis, las piedras gritarán»», escribió en X, el 5 de julio, citando un verso del evangelio.
El arzobispo ha sido un férreo crítico del Papa Francisco por sus inusuales decisiones, como el acuerdo entre el Vaticano y Beijing, que le dio al régimen chino autoridad para nombrar obispos y concedía al Papa el derecho a vetar sus nombramientos, calificándolo como un «pacto con el Diablo».
El régimen chino es conocido por su persecución de los cristianos clandestinos, la sustracción forzada de órganos, la supresión de la iglesia católica clandestina, la supresión y la tortura de Falun Gong, entre otras violaciones de derechos humanos.
Para el obispo, Donald Sanborn, estos hechos señalan una guerra entre el Papa y Viganò ya que el arzobispo tuvo un «tremendo coraje» para expresar sus ideas.
«Esta es una declaración de guerra entre la fe tradicional y la nueva religión. No hay otra forma de entenderlo», señaló.
Siga a Eduardo Tzompa en X: @JEduardoTzompa
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